Era un día de paro general, pero Cinzia Pellegrini, entonces vicedirectora de la escuela N° 503 de San Fernando decidió abrir las puertas de todas formas. La mañana transcurrió igual que las otras. Al mediodía, los padres retiraron a los alumnos tal como se les había solicitado ante la suspensión de los talleres vespertinos. Diez minutos después, el sonido del timbre interrumpió el almuerzo del grupo reducido de maestros y auxiliares. Uno de ellos abrió la puerta: era un padre que quería hablar con la máxima autoridad presente. No explicó el motivo. La docente cruzó el patio para recibirlo. Extendió la mano pero no hubo respuesta. El golpe llegó antes que cualquier palabra.

“Vi todo negro”, recordó Pellegrini. Según reconstruyeron luego sus colegas, el hombre la derribó de un puñetazo y continuó golpeándola a patadas, con botas de punta de acero, en la cabeza, los hombros y las costillas. Fueron las maestras quienes arrastraron su cuerpo inconsciente y, con gran esfuerzo, lograron sacar al agresor de la escuela. La docente sufrió fracturas en la órbita ocular, el cráneo y el tabique nasal. Pasó por terapia intensiva, fue operada varias veces, acudió a varias sesiones de psicoterapia y se vio obligada a jubilarse de manera anticipada. Hoy convive con dolores cervicales permanentes y una pena inmensa: “No poder volver a mi trabajo. Haberme ido en una camilla de la escuela y no poder volver nunca más”.

Cinzia Pellegrini sufrió una brutal golpiza a manos del padre de una alumna en la escuela N°503 de San Fernando

Aquel fue el primer día de clase lectivo de 2015 y, al mismo tiempo, el último de Pellegrini dentro de una institución educativa. Si bien celebró en su momento la condena a ocho años de prisión de su agresor, aún hoy espera la reparación civil por los daños sufridos y describe al sistema educativo como lento y evasivo.

El episodio ocurrió hace una década, cuando la violencia escolar se leía aún como un fenómeno aislado. Hoy, en cambio, irrumpe con mayor frecuencia y con formas incluso más agresivas y extremas. En el último año, los pasillos, las aulas y los patios de diversas instituciones se tornaron en escenarios de amenazas, golpes y estallidos de furia que exhibieron un clima de impunidad nutrido por la ausencia de sanciones disciplinarias claras.

La brutal golpiza que recibió una docente de la escuela N.º 84 Benjamín Matienzo en San Martín -que terminó con un daño severo en su visión- a manos de la madre de un alumno es solo uno de los casos paradigmáticos de las últimas semanas. Al cabo de tres meses se sucedieron episodios similares en distintos puntos del país como La Plata, Mar del Plata, San Martín, Pablo Nogués, Ciudad de Buenos Aires, Mendoza y Córdoba, que acabaron con docentes heridos, adolescentes detenidos y escuelas vandalizadas; escenas de un fenómeno extendido.

Dos adolescentes se trenzaron a golpes a pocos metros de la escuela N° 29 “Hipólito Bouchard”, en Pablo Nogués

Aunque no hay instrumentos estables para medir la violencia escolar, un informe de la UNESCO de 2024 estima que alrededor de 3 de cada 10 estudiantes sufre acoso a nivel mundial. En la Argentina las cifras son aún más elevadas. Los resultados de los cuestionarios de las Pruebas Aprender de 2023 otorgan una referencia reveladora. A nivel nacional, seis de cada diez alumnos de sexto grado de primaria reportaron haber sido víctimas de una agresión escolar o digital. Asimismo, un informe de la Organización Mundial Bullying Sin Fronteras, sitúa a la Argentina entre los primeros diez países con mayor cantidad de casos de bullying y ciberbullying a nivel mundial.

Detrás de ese escenario, cuatro factores clave emergen en el diagnóstico de expertos y docentes: la falta de programas preventivos sólidos, la subestimación del clima escolar, la violencia social que se filtra en las aulas y la pérdida de autoridad pedagógica.

Déficit de prevención y el debate sobre las sanciones disciplinarias

Los especialistas coinciden: el sistema educativo llega tarde. Las medidas son reactivas, los protocolos no bastan y las sanciones perdieron fuerza.

“Te puedo asegurar que hay muchísimos más casos que no conocemos. Generalmente la violencia a la que estamos acostumbrados es a peleas entre los chicos, acoso en redes sociales y a la salida del colegio. Eso es atípico”, reflexionó Alejandro Castro Santander, director del Observatorio de la Convivencia Escolar (UCA) y miembro fundador de Alianza Antibullying Argentina, sobre el caso de una chica de 14 años que en septiembre pasado efectuó varios disparos y se atrincheró armada durante horas en la Escuela Marcelino Blanco, en el departamento mendocino de la Paz, y el hecho del adolescente detenido en noviembre en Caballito tras amenazar en redes sociales con cometer una masacre en el colegio.

“Cuando se corre el límite, cuando se relaja, te encontrás con todo eso. El docente se siente como un observador de lo que está pasando. La violencia es mimética, se va contagiando, si no ponés un límite en el momento y lugar que correspondía y bueno luego tenés un fenómeno muy difícil de controlar”, sostuvo el psicopedagogo.

Silvia Grinberg, especialista en sociología de la educación y directora e investigadora del Laboratorio en Ciencias Humanas (LICH- CONICET/UNSAM), coincidió: “Claro que está creciendo, porque está creciendo el odio, los discursos de odio están creciendo en la sociedad. Entonces llega a la escuela”.

Violencia escolar San Martin

“El problema es el modo en que, como sociedad, estamos dirimiendo los conflictos y sobre todo en las redes sociales. Todo es amigo-enemigo. Es like o dislike. No hay nada en el medio. Los chicos llegan a las escuelas con todo eso, y hay una dificultad de pasar a palabras. Es ‘te amo’, ‘te odio’ o ‘te reviento’”.

Casos de violencia escolar que sucedieron en el último tiempo en diferentes puntos del país evidencian la creciente violencia contra el cuerpo docente. En Mar del Plata, un grupo de padres incendió la casa de la familia de un chico acusado de abusar de dos niñas luego de intentar tomar el establecimiento. En La Plata, en tanto, una preceptora sufrió un corte en la frente por intentar frenar una pelea entre dos alumnos. Mientras que en Río Cuarto, un alumno arrojó agua hirviendo a un preceptor durante una clase. En esos sitios, se percibieron reacciones de una comunidad que no sólo exhibía su conocimiento del fenómeno sino que exigía protección y medidas más duras y eficientes.

El desamparo que denuncian los docentes se oyó en una reciente movilización en San Martín, donde los docentes debatieron sobre cómo reforzar la autoridad en la escuela, prevenir la violencia, y sobre el rol “alterado” del maestro o profesor, alguien que ya no solo colabora en la instrucción sino que está, en palabras suyas, “desdibujado para otras cosas”. En la marcha cientos de docentes reclamaron por medidas urgentes con carteles que detallaban: “Las escuelas son territorios de paz”.

El diputado nacional Maximiliano Ferraro -autor y promotor de varias leyes educativas en la Ciudad de Buenos Aires- remarcó, sobre este punto, que las escuelas “operan en un contexto donde los límites resultan más difíciles de sostener”. “La sensación de desprotección es, en gran medida, el efecto de ese desdibujamiento del rol adulto, que vuelve más compleja cualquier intervención educativa”, aseguró.

En muchos establecimientos los protocolos están desactualizados o se aplican de manera laxa. Docentes y gremios denuncian que las agresiones rara vez reciben respuestas institucionales claras y que los mecanismos de reparo y resguardo nunca se cumplen.

“Es un papel pintado. La Dirección General de Escuelas no se hace cargo”, recriminó un colega que participó de la marcha en San Martín, en diálogo con LN+. “Estamos siendo agredidos sistemáticamente en todas las escuelas. Cada uno de nosotros puede contar una historia personal de agresiones que no fueron respondidas», manifestó.

Frente a este vacío, en La Plata, los padres y docentes, horrorizados por la imagen de la preceptora del Colegio Normal 2 con un corte en la frente, exigieron el regreso de sanciones disciplinarias claras: “Pedimos a las autoridades que busquen la manera de volver al régimen de antes cuando había sanciones, amonestaciones. Ahora los chicos pueden hacer lo que quieran y tenemos que quedarnos de brazos cruzados”, reprochó ante los medios Mónica, una compañera de la auxiliar lesionada.

En sintonía, gremios y docentes en Mar del Plata convocaron a un paro de 24 horas luego de que un grupo de padres lanzara piedrazos contra la Escuela Primaria 21 e incendiara la casa de un niño de 10 años acusado de manosear a dos alumnas ante la presunta inacción de los directivos del establecimiento educativo.

Políticas “reactivas”

Tras los incidentes, algunas escuelas organizaron jornadas de reflexión junto familias y equipos educativos. Sin embargo, especialistas advierten que hay que actuar antes del daño.

Las políticas actuales son menos proactivas que reactivas en la Argentina. La provincia de Buenos Aires -el distrito donde se registraron los casos más notorios de violencia escolar este año- por ejemplo, aborda a los alumnos conflictivos con talleres obligatorios, cambios de turnos y relativa expulsión con la condición de que se garantice un lugar en otra institución para que continúe sus estudios. Medidas que funcionan como parches administrativos antes que estrategias preventivas.

A nivel nacional, el proyecto de Ley Sobre Libertad Educativa impulsado por el gobierno de Javier Milei, amplia la libertad pedagógica y autonomía institucional “conforme a su ideario y proyecto educativo”, pero no impone un programa preventivo sólido como exigen los especialistas. Bajo un enfoque más flexible y descentralizado, concede a la “autoridad nacional de aplicación” (y a las autoridades jurisdiccionales) la opción de “incorporar indicadores complementarios” relacionados con la convivencia escolar y el bienestar socioemocional.

Desde la Secretaría de Educación nacional no hubo respuesta a la consulta de LA NACION para este artículo.

Multitudinaria marcha en San Martín contra la violencia escolar

Aunque existe la Ley nacional 26.892 de Convivencia escolar, los expertos sostienen que no alcanza. Santander la definió como una “vieja” norma, “dirigida más al conflicto que a la prevención”.

En su lugar, defendió la instauración de un programa cautelar de violencia escolar, más allá de los protocolos y guía de actuación en manos de las escuelas que permitan anticipar, detectar señales, acompañar, acciones de seguimientos, conversación y entrevistas con familias y los alumnos.

El diputado Ferraro compartió ese diagnóstico: “La normativa vigente, en general, opera ante el conflicto ya desatado, con dispositivos que tienden a lo punitivo y no a lo preventivo”.

Según explicó, existen discusiones en curso en el Congreso en torno al “modelo de escuela cuidada” para combatir la violencia escolar. En este esquema, la autoridad se construye de forma colectiva y las instituciones disponen de herramientas efectivas para acompañar tanto a docentes como a estudiantes.

Subestimar la convivencia escolar

Los especialistas remarcan algo obvio que, sin embargo, parece haberse olvidado: la escuela es mucho más que un espacio donde se transmiten conocimientos. Es un ámbito de una socialización crucial donde se aprenden normas, respeto y convivencia.

La profesora en sociología de la educación Grinberg resaltó que es perentorio entender el lugar clave que ocupa: “De enseñarnos a estar con otros, de convivir”.

Uno de los mayores problemas es que el clima escolar no figura entre las prioridades educativas del país, “uno de los factores más condicionantes de la calidad educativa”, a juicio de Santander. El especialista plantea la importancia de renovar la arquitectura educativa y la organización de los ambientes para crear un mejor clima pedagógico en su libro El espacio como tercer educador.

“En la agenda educativa argentina, la convivencia escolar ha sido históricamente considerada un tema accesorio, cuando en realidad constituye una condición indispensable para enseñar y aprender”, acordó el diputado de Coalición Cívica Ferraro.

La vandalización del colegio Universitario Santa María ubicado en la localidad mendocina de Godoy Cruz a manos de más de cien alumnos de quinto año – muchos de ellos integrantes de la institución desde el nivel inicial- luego de que las autoridades no le concedieron el último día de clases libre antes de recibirse, es el caso más ilustrativo. A pesar de acompañar el proceso formativo durante años, egresaron destruyendo las instalaciones del establecimiento.

140 alumnos destrozaron el colegio Universitario Santa María en Mendoza

En países con sistemas educativos exitosos, la convivencia es un eje central, no secundario. Lo confirman la evidencia internacional y los resultados de las pruebas Aprender que indican que las escuelas con altos índices de conflicto tienen mayores tasas de ausentismo y repitencia. La Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE) señala que el sentido de pertenencia es un requisito previo para la disposición al aprendizaje, y el Tercer Estudio Regional Comparativo y Explicativo (TERCE) de la UNESCO-LLECE demuestra que el clima escolar positivo es la variable que más incide en el logro académico superando incluso al nivel socioeconómico de las familias.

Finlandia, por ejemplo, aborda sistemáticamente el caso mediante el Modelo KiVa, un enfoque donde se trabaja con el grupo de “espectadores”. Si el entorno social deja de validar la agresión, ésta desaparece, un tratamiento que intenta transformar la cultura escolar desde la base. Singapur y Reino Unido, por su parte, implementan sistemas de tutorías entre pares (alumnos mayores guiando a menores) para fortalecer el tejido social bajo un abordaje socio afectivo.

Casos crecientes y nuevas formas de violencia

Poseer datos concretos sobre la casos de violencia escolar es casi imposible: no hay instrumentos estables ni continuidad o seguimiento para efectuar estudios anuales y sistemáticos.

En los anexos de las pruebas Aprender 2024, cuatro de cada diez alumnos afirmaron haber atestiguado situaciones de agresión. Pero las evaluaciones no siempre incluyen esas preguntas a través del tiempo.

A nivel nacional, seis de cada diez alumnos de sexto grado de primaria reportaron haber sido víctimas de una agresión escolar o digital. Fuente: resultados de los cuestionarios de las pruebas Aprender de 2023

En ese contexto, las autoridades educativas deben lidiar con problemáticas más complejas con normas actuales concebidas para problemas del siglo pasado que hoy se revelan desactualizadas, impotentes, “suaves” o insuficientes ante la viralización del odio, el grooming y el ciberacoso.

Estamos viviendo otra sociedad. Los problemas que estamos teniendo hoy con los jóvenes no son los de hace 40 o 50 años. Le estamos pidiendo a la escuela que haga lo que hacía hace 50 años”, resaltó Grinberg.

Las evaluaciones nacionales además muestran una naturalización inquietante de la violencia por parte de los chicos y de los directivos. Si bien los alumnos reportaron agresiones, también se halló un porcentaje altísimo que decía “sentirse bien” en la escuela. “Eso pasa porque se naturaliza, como diciendo ‘forma parte de la vida, de la cultura’”, reflexionó Santander. Entre los directivos, el 80% consideró la convivencia como “un problema menor”. El resultado genera, se advierte, un clima escolar minimizado, frágil, sin seguimiento ni herramientas sólidas.

Violencia potenciada por las redes

Los especialistas en convivencia escolar y los docentes asocian la tendencia agresiva en las escuelas con un declive social.

En los barrios empobrecidos, los conflictos domésticos, la precarización y la falta de contención familiar agrava aún más el panorama impactando en el comportamiento del alumnado. “A la escuela todo eso llega”, remarcó Grinberg.

La Policía Federal secuestró en noviembre réplicas de armas y anotaciones en la casa del adolescente que amenazó en redes sociales con cometer una masacre en el colegio

Ferraro, por su parte, opinó: “La escuela, como institución pública de referencia, funciona como un espacio de resonancia de las tensiones que atraviesan a las familias y a las comunidades. Hoy muchas familias conviven con desocupación, pobreza, falta de expectativas y un horizonte vital profundamente incierto. Este contexto genera altos niveles de fragilidad emocional, especialmente en niños, niñas y adolescentes. En consecuencia, la capacidad para procesar conflictos por vías no violentas se ve seriamente afectada”.

Muchas disputas escolares se originan o potencian fuera del establecimiento, en un espacio que los adultos no dominan: las redes sociales con sus peculiares jergas, que potencian la violencia social generalizada.

Lucía Fainboim, especialista en ciudadanía y crianza digital, sobre este punto, analizó: “Estamos en un momento de mucha crispación, en las redes cambian las lógicas de cómo nos vinculamos, mucho de lo vincular de lo humano está en torno al registro de la otra persona, y en las redes no está. Hoy todo está cambiando tan drásticamente, nos escondemos detrás del anonimato, potenciadas por las redes donde se premia la polarización, los mensajes más agresivos, los de más interacción”.

Asimismo, alertó por la habituación temprana a los violentos discursos virales en las plataformas.

“En las redes hay contenidos de desensibilización donde los chicos se acostumbran al contenido violento y empiezan a naturalizar esas formas de comunicarse. No les parece una excepción, sino una regla. Es algo cotidiano que ya no le llama la atención, las lógicas de agresividad, de hostigamiento y polarización rinde mucho en redes. Se ponen más violentos con la búsqueda de likes”, reflexionó.

Pérdida de autoridad

El escenario educativo resuena en Adolescencia, la serie de Netflix, donde el asesinato brutal de una alumna destapa un clima escolar destrozado. La ficción retrata el abismo generacional: docentes desbordados y padres perdidos ante estudiantes rebeldes inmersos en conflictos que se amplifican en redes.

Los especialistas sostienen que el debilitamiento de la figura de los mayores es otra clave para comprender el aumento de casos de violencia escolar. Remarcan que la pérdida de autoridad del docente suele comenzar por la desautorización dentro de la propia familia en un contexto de crisis de legitimidad en diversos ámbitos.

“Vivimos en un momento en que se pone en duda la autoridad. En general están cayendo las figuras de respeto y esto repercute en la escuela donde todo está estructurado en torno a la autoridad”, ilustró Fainboim.

 Las redes potencian la violencia social generalizada

En los episodios de agresión escolar se observa una tendencia extendida entre ciertos padres y alumnos de recurrir a la intimidación o violencia para resolver conflictos cotidianos -bullying, robos de pertenencias, una mala calificación- o para impugnar decisiones institucionales.

“Lo preocupante es que no solo los viven los chicos sino las propias familias. En lugar de tomar lo que les da la escuela como un tema para indagar, la reacción es dudar de la autoridad bajo una mirada muy individualista”, señaló Fainbom, también directora de Bienestar Digital Fainmbom.

Ante esto propuso “humanizar los vínculos” mediante espacios de reflexión con familias y chicos. “Hay que sensibilizar para que los chicos materialicen la situación. Si les mostramos cómo una persona real de carne y hueso se pone mal por algo que le pasó en internet tiene otro efecto”.

“Asistimos a una especie de mutilación”

El psicopedagogo Santander advirtió sobre otro punto crítico en el sistema educativo nacional: la reducción gradual del área humanística en el currículo escolar.

“Asistimos a una especie de mutilación del área humanística en momentos en los que más se lo necesita. Mucho tiene que ver con haber aumentado los espacios curriculares en áreas como lengua, matemática, robótica, inteligencia artificial, pero el problema es que cada vez que se mete algo nuevo, se saca algo y eso es porque tenemos un currículum rígido y siempre eligen sacar el área humanística”, recriminó.

Por eso propone incluir en el plan de estudios contenidos centrados en la formación ciudadana y el desarrollo socioafectivo como parte de un programa preventivo de violencia escolar con contenidos que se adapten a la edad. “Todo lo que tiene que ver con las habilidades socio-afectivas, el tema de la empatía”, remarca. Y añade: «Hay que repensar el currículum de la Argentina y que las provincias los adopten“.

Medidas

El grave deterioro educativo ha obligado a distintas jurisdicciones a tomar ciertas acciones. La Ciudad de Buenos Aires lanzó a mediados de noviembre un protocolo de prevención y actuación contra el bullying en las escuelas en reemplazo de un documento con lineamientos generales. El protocolo, de un total de 20 carillas, promueve la creación de Consejos Escolares de Convivencia, acuerdos de convivencia en cada escuela y aula, organización de jornadas de reflexión y campañas de sensibilización, espacios seguros de escucha individual de estudiantes y al menos una reunión por cuatrimestre con cada familia.

Por su parte, el legislador Ferraro sugirió ampliar el enfoque de la ley porteña 6774 de promoción del bienestar escolar, “una normativa que reconoce que las habilidades socioemocionales, la gestión del clima escolar y el fortalecimiento de la cultura del cuidado no son elementos periféricos, sino componentes estructurales de la experiencia educativa”.

El clima escolar es uno de los factores más condicionantes de la calidad educativa

Mendoza, por ejemplo, tras el incidente de la niña armada, decidió involucrar a toda la comunidad para abordar la problemática. Su reforma educativa incorpora la figura del Bullying en el Código Contravencional, con sanciones para los adultos responsables (trabajo comunitario y multas de hasta 2 millones de dólares) y medidas orientadas a la prevención, como instancias de mediación y talleres de parentalidad para prevenir la reincidencia. Entre los puntos novedosos de la reforma, destacan la reintroducción de materias optativas – Santander sugiere aquí la inclusión de al menos un materia con la carga humanística social- y la posibilidad de incluir el homeschooling bajo marcos precisos.

San Luis, por su parte, aplicó semanas atrás una iniciativa que busca disuadir comportamientos agresivos mediante la posibilidad de perder beneficios económicos. El gobierno provincial estableció que se retirará las Estampillas Escolares de Ahorro a los alumnos que ejerzan bullying u otras formas de violencia en las escuelas de la provincia.

Estas propuestas incipientes, formuladas ante la gravedad de los episodios, evidencian que algunas jurisdicciones comenzaron a leer la violencia escolar como algo más que una sucesión de hechos aislados. LA NACION consultó también a la Dirección General de Cultura y Educación bonaerense, pero no recibió respuestas al momento del cierre de este artículo.

Sin embargo, trascender el abordaje fragmentario y reactivo, con un estrategia integral, preventiva y sostenida, continúa siendo un desafío pendiente.

Santander lo expresa con claridad: la buena convivencia, lejos de ser un ideal romántico, se enseña: “La calidad educativa no puede prosperar en un terreno hostil”.

​Mientras la agresión crece en nuevas formas y se vuelve más extrema, la prevención sigue relegada; docentes exigen protección y especialistas advierten sobre la minimización del clima educativo  

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