Una compleja arquitectura familiar se dibuja con sutileza dramática en Valor sentimental, el filme del noruego-danés Joachim Trier (Reprise) que llega esta semana a cines escoltado por un fuerte clamor crítico. Ganadora del Gran Premio del Jurado en Cannes, nominada a ocho premios Globo de Oro (por mejor película dramática, mejor director y mejor actriz, entre otros) y seria candidata a los próximos Oscar, la película concentra la historia de varias generaciones en una elegante y rústica casa de Oslo vinculada al arte.

Mientras la actriz teatral Nora (Renate Reinsve, que vuelve a trabajar con Trier tras Oslo, 31 de agosto y The Worst Person in the World) y su hermana menor e historiadora Agnes (Inga Ibsdotter Lilleaas) duelan a su recientemente fallecida madre, su controvertido y alcohólico padre Gustav Borg (Stellan Skarsgård) reaparece para pedirle a Nora una tarea desafiante: quiere que ella interprete a la trágica protagonista de su próximo largometraje, un personaje basado en su propia madre (la abuela de las jóvenes), cuya vida estuvo atravesada por el nazismo y la tortura y que se suicidó cuando Gustav era un niño. Ante la negativa de Nora a acometer tal rol el director convoca a la actriz estadounidense Rachel Kemp (Elle Fanning), que se pone a indagar en la secreta herida del clan.

Así, a la par que Rachel hace lo imposible por asimilar un dolor que le es ajeno preparándose para rodar en la casa misma de los Borg, Nora sucumbe a una angustia que la aleja de la ficción de los escenarios y que se emparenta con el dolor que padecía su abuela, y que en cierta forma le impide tener hijos y construir un hogar.

Todas esas superposiciones y juegos de espejo entre los hechos, los personajes y la representación se acoplan magistralmente en Valor sentimental apoyándose en la consagratoria labor de los actores (Trier afirma haber escrito la película exclusivamente para Reinsve y Skarsgård) así como en el guion de Trier y su colaborador habitual Eskil Vogt, una infraestructura sólida donde justamente el arte y el cine aparecen como el artificio alquímico que permite liberar lo silenciado (lo no filmable) como en un acto de magia.

Memoria y olvido

En un arco mayor Trier ideó el filme inspirándose libremente en la historia de su abuelo Erik Løchen, un reconocido director de cine y músico de jazz noruego que integró la resistencia contra los nazis y estuvo apresado en un campo de concentración, y que en buena medida se dedicó al cine para procesar esa experiencia terrible.

Padre tardío de dos niños pequeños, Trier se preguntó hasta qué punto y de qué modos ese trauma pervivía aún en él y en su descendencia, para la cual el siglo 20 al mismo tiempo se atisba como un horizonte cada vez más lejano.

Pero el director quiso hacer énfasis también en la dimensión colectiva y no solo privada de la memoria, y por eso en el filme Agnes investiga en un archivo del estado las torturas a su abuela de la misma manera en que Trier accedió a la nota fehaciente de una testigo referida al aprisionamiento de su abuelo.

Con el arte como conductor catártico, el director buscó ahondar en cómo los mecanismos ambivalentes del recuerdo y el olvido pueden conducir a la reconciliación.

“Funciona, ¿no?, la reconciliación. Esa es la palabra, y no la versión barata en la que decís ‘bueno, tendrán esa conversación, compartirán sus sentimientos y todo pasará a estar bien’. No creo que la vida tenga que ver con eso. Creo que quizás haya una distancia. La reconciliación no pasa por consensuar o aceptarlo todo, sino en negociar nuestras diferencias para que cada uno pueda escuchar al otro y decirle ‘puede que no estemos nunca de acuerdo, pero puedo hacer las paces con vos’. Y eso es lo que quise transmitir con este filme en varios niveles”, le dijo Trier a Indie Wire.

Y completó: “El objetivo de cierta terapia psicodinámica es ir más allá del lenguaje, alcanzar una presencia emocional en vos mismo. Hay una parte de la vida humana que involucra al lenguaje sin palabras. Creo que en el trauma y la herida hay algo no dicho que transferimos a nuestros hijos, toneladas de cosas desprovistas de lenguaje que no podemos controlar. Así es como los humanos crecen y se desarrollan y conectan o se desconectan. Sabemos que esto es verdad en nuestra propia experiencia emocional, todos lo sabemos. Y ¿no está ese espacio de lo no dicho conectado a la posibilidad del arte, a cómo la música nos moviliza, a cómo nos vemos reflejados en una película, y aunque a nuestros amigos no les guste a nosotros nos conmueve, y por más que no sepamos defenderla entendemos que hay una verdad en ella? Sí, ese espacio existe en el arte”.

Para ver Valor sentimental

Noruega, Alemania, Dinamarca, Francia, Suecia, Reino Unido, Turquía, 2025. Guion: Eskil Vogt y Joachim Trier. Dirección: Joachim Trier. Con: Renate Reinsve, Stellan Skarsgård e Inga Ibsdotter Lilleaas. Duración: 133 minutos. Clasificación: Apta para mayores de 18 años. En cines.

​Una compleja arquitectura familiar se dibuja con sutileza dramática en Valor sentimental, el filme del noruego-danés Joachim Trier (Reprise) que llega esta semana a cines escoltado por un fuerte clamor crítico. Ganadora del Gran Premio del Jurado en Cannes, nominada a ocho premios Globo de Oro (por mejor película dramática, mejor director y mejor actriz, entre otros) y seria candidata a los próximos Oscar, la película concentra la historia de varias generaciones en una elegante y rústica casa de Oslo vinculada al arte. Mientras la actriz teatral Nora (Renate Reinsve, que vuelve a trabajar con Trier tras Oslo, 31 de agosto y The Worst Person in the World) y su hermana menor e historiadora Agnes (Inga Ibsdotter Lilleaas) duelan a su recientemente fallecida madre, su controvertido y alcohólico padre Gustav Borg (Stellan Skarsgård) reaparece para pedirle a Nora una tarea desafiante: quiere que ella interprete a la trágica protagonista de su próximo largometraje, un personaje basado en su propia madre (la abuela de las jóvenes), cuya vida estuvo atravesada por el nazismo y la tortura y que se suicidó cuando Gustav era un niño. Ante la negativa de Nora a acometer tal rol el director convoca a la actriz estadounidense Rachel Kemp (Elle Fanning), que se pone a indagar en la secreta herida del clan.Así, a la par que Rachel hace lo imposible por asimilar un dolor que le es ajeno preparándose para rodar en la casa misma de los Borg, Nora sucumbe a una angustia que la aleja de la ficción de los escenarios y que se emparenta con el dolor que padecía su abuela, y que en cierta forma le impide tener hijos y construir un hogar. Todas esas superposiciones y juegos de espejo entre los hechos, los personajes y la representación se acoplan magistralmente en Valor sentimental apoyándose en la consagratoria labor de los actores (Trier afirma haber escrito la película exclusivamente para Reinsve y Skarsgård) así como en el guion de Trier y su colaborador habitual Eskil Vogt, una infraestructura sólida donde justamente el arte y el cine aparecen como el artificio alquímico que permite liberar lo silenciado (lo no filmable) como en un acto de magia. Memoria y olvidoEn un arco mayor Trier ideó el filme inspirándose libremente en la historia de su abuelo Erik Løchen, un reconocido director de cine y músico de jazz noruego que integró la resistencia contra los nazis y estuvo apresado en un campo de concentración, y que en buena medida se dedicó al cine para procesar esa experiencia terrible. Padre tardío de dos niños pequeños, Trier se preguntó hasta qué punto y de qué modos ese trauma pervivía aún en él y en su descendencia, para la cual el siglo 20 al mismo tiempo se atisba como un horizonte cada vez más lejano. Pero el director quiso hacer énfasis también en la dimensión colectiva y no solo privada de la memoria, y por eso en el filme Agnes investiga en un archivo del estado las torturas a su abuela de la misma manera en que Trier accedió a la nota fehaciente de una testigo referida al aprisionamiento de su abuelo. Con el arte como conductor catártico, el director buscó ahondar en cómo los mecanismos ambivalentes del recuerdo y el olvido pueden conducir a la reconciliación.“Funciona, ¿no?, la reconciliación. Esa es la palabra, y no la versión barata en la que decís ‘bueno, tendrán esa conversación, compartirán sus sentimientos y todo pasará a estar bien’. No creo que la vida tenga que ver con eso. Creo que quizás haya una distancia. La reconciliación no pasa por consensuar o aceptarlo todo, sino en negociar nuestras diferencias para que cada uno pueda escuchar al otro y decirle ‘puede que no estemos nunca de acuerdo, pero puedo hacer las paces con vos’. Y eso es lo que quise transmitir con este filme en varios niveles”, le dijo Trier a Indie Wire. Y completó: “El objetivo de cierta terapia psicodinámica es ir más allá del lenguaje, alcanzar una presencia emocional en vos mismo. Hay una parte de la vida humana que involucra al lenguaje sin palabras. Creo que en el trauma y la herida hay algo no dicho que transferimos a nuestros hijos, toneladas de cosas desprovistas de lenguaje que no podemos controlar. Así es como los humanos crecen y se desarrollan y conectan o se desconectan. Sabemos que esto es verdad en nuestra propia experiencia emocional, todos lo sabemos. Y ¿no está ese espacio de lo no dicho conectado a la posibilidad del arte, a cómo la música nos moviliza, a cómo nos vemos reflejados en una película, y aunque a nuestros amigos no les guste a nosotros nos conmueve, y por más que no sepamos defenderla entendemos que hay una verdad en ella? Sí, ese espacio existe en el arte”.Para ver Valor sentimental Noruega, Alemania, Dinamarca, Francia, Suecia, Reino Unido, Turquía, 2025. Guion: Eskil Vogt y Joachim Trier. Dirección: Joachim Trier. Con: Renate Reinsve, Stellan Skarsgård e Inga Ibsdotter Lilleaas. Duración: 133 minutos. Clasificación: Apta para mayores de 18 años. En cines.  La Voz

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