Río de Janeiro atraviesa una jornada signada por el miedo y la violencia. En un despliegue que incluyó helicópteros, drones y vehículos blindados, la Policía llevó adelante este martes un operativo de gran magnitud en los complejos de Alemão y Penha, dos bastiones históricos del Comando Vermelho, una de las organizaciones criminales más poderosas de Brasil. El saldo inicial fue impactante: 64 muertos, entre ellos cuatro policías, y 81 personas detenidas.

El procedimiento comenzó antes del amanecer. Con rutas bloqueadas y accesos estratégicos cerrados, 2.500 efectivos ingresaron a las favelas del norte carioca guiados por drones que identificaban movimientos sospechosos entre las callejuelas. Los blindados avanzaron abriéndose paso entre barricadas encendidas, mientras helicópteros sobrevolaban la zona desde la noche anterior. Durante el operativo, las fuerzas de seguridad incautaron 42 fusiles de alto calibre, utilizaron treinta vehículos blindados, dos helicópteros, drones y diez máquinas de demolición para remover obstáculos.

El objetivo principal era capturar a “Doca”, señalado como líder del Comando Vermelho en Penha, y desarticular la estructura de narcotráfico, lavado de dinero y tráfico de armas que sostiene la economía ilegal del grupo.

Un poder que nació en prisión y domina territorios enteros

Creado en 1979 dentro de una cárcel de Río, el Comando Vermelho se transformó con el tiempo en una organización criminal con presencia nacional, sostenida por una estructura jerárquica compuesta por jefes presos, mandos locales y soldados encargados de custodiar los puntos de venta de drogas. Su dominio se consolida en los barrios donde “el Estado está ausente”, y su control territorial influye directamente en la vida diaria de miles de familias.

Según la fiscalía especializada en crimen organizado, los complejos de Penha y Alemão son “un punto estratégico para el flujo de drogas y armas”, debido a su ubicación cercana a rutas logísticas clave. El gobernador Cláudio Castro elevó el tono y definió la situación como una “guerra”, asegurando que la ciudad está “sola en este enfrentamiento”. Denunció además que sus pedidos de apoyo a las Fuerzas Armadas fueron rechazados tres veces.

Una ciudad paralizada por el fuego cruzado

El norte de Río quedó prácticamente detenido: granadas lanzadas desde drones del narcotráfico, tiroteos constantes, calles cortadas y servicios suspendidos. Más de 200.000 personas resultaron afectadas, se cancelaron clases en 45 escuelas y 12 líneas de colectivos tuvieron que modificar su recorrido. Los comercios cerraron y los vecinos se resguardaron en sus casas esperando que bajara la tensión.

Como en operativos anteriores, surgieron fuertes cuestionamientos sobre el respeto a los derechos humanos. Diversas organizaciones sostienen que existe una delgada línea entre la lucha contra el crimen y el impacto desmedido sobre la población civil. Human Rights Watch ya había advertido en septiembre de 2025 que un nuevo proyecto de ley podría “crear un incentivo financiero para que los oficiales disparen en lugar de arrestar”.

La ONG sostiene desde hace tiempo que muchas muertes atribuidas a enfrentamientos son ejecuciones extrajudiciales encubiertas, amparadas por la manipulación de escenas. Para los especialistas, el problema es estructural: impunidad, violencia institucional y ausencia del Estado en los territorios dominados por el crimen.

Un patrón que se repite

No es un episodio aislado. En mayo de 2022, un operativo en Vila Cruzeiro dejó al menos 23 muertos. Y las cifras confirman una violencia persistente: solo en 2024, cerca de 700 personas murieron en acciones policiales en Río, un promedio de dos por día. A esa estadística se suman ahora las 64 vidas perdidas en una sola jornada.

El desafío del Estado brasileño será demostrar que su control no se limita a una presencia militar temporal. Reconstruir el tejido social, investigar los abusos y reducir la violencia serán pasos esenciales para romper con el ciclo de muerte que se repite en los barrios más postergados.

Por ahora, el operativo sigue en marcha y su desenlace final aún es incierto.

About The Author