El mapa religioso argentino atraviesa una transformación profunda y sostenida que redefine creencias, prácticas y pertenencias.

Marcos Carbonelli, doctor en Ciencias Sociales por la UBA e investigador del Conicet, sostiene que estos cambios forman parte de un proceso más amplio que afecta a toda Latinoamérica desde hace al menos cuatro décadas.

En ese escenario, el catolicismo pierde centralidad, el evangelismo gana terreno y crece con fuerza un sector que se define, directamente, como no religioso.

Según el autor de Los evangélicos en la política argentina: crecimiento en los barrios y derrotas en las urnas, el desplazamiento de fieles católicos hacia el mundo evangélico es especialmente visible en países como Brasil y varias naciones de Centroamérica, donde el pentecostalismo se ha expandido de manera acelerada.

En Argentina y en Chile –dice–, el fenómeno es menos intenso, pero igualmente significativo. A esto se suma un segundo movimiento clave: el aumento de personas que abandonan cualquier identificación religiosa y se reconocen como agnósticas, ateas o simplemente indiferentes frente a la fe.

Carbonelli recurre a datos duros para ilustrar con claridad esta mutación. En 2008, el 76% de los argentinos se declaraban católicos y apenas el 9%, evangélico.

Para 2019, el catolicismo había descendido al 66%, mientras que los evangélicos crecieron hasta representar entre el 15% y el 16%. Sin embargo, el dato más llamativo es el crecimiento de quienes no adhieren a ninguna religión, que ya representan cerca del 19% de la población y constituyen la principal minoría religiosa del país, según el sociólogo.

Catolicismo, en crisis

Para el investigador del Conicet, una de las claves de este proceso es la crisis del catolicismo como institución. Sostiene que existe una brecha cada vez mayor entre la Iglesia y sus fieles, marcada por una lógica normativa que busca regular conductas y una sociedad que privilegia la autonomía individual.

“Hoy muchas personas creen, pero lo hacen a su manera”, señala Carbonelli, describiendo una espiritualidad más personalizada y menos sujeta a reglas institucionales.

En contraste, señala que el evangelismo –y particularmente el pentecostalismo– ofrece una experiencia religiosa más cercana y horizontal.

Los pastores suelen surgir del propio barrio, con historias de vida atravesadas por la conversión y la superación personal, lo que fortalece su legitimidad ante los fieles.

Además, esta corriente pone el acento en lo milagroso como parte de la vida cotidiana: dejar una adicción, conseguir trabajo o mejorar una situación familiar son interpretados como intervenciones divinas. Carbonelli define este enfoque como un “reencantamiento de la vida”.

Este rasgo resulta especialmente atractivo para sectores populares que enfrentan situaciones de vulnerabilidad.

El evangelismo permite recomenzar sin cargar con un discurso de culpa, algo que sí está más presente en el catolicismo tradicional. A ello se suma un mayor nivel de compromiso institucional: mientras solo alrededor del 10% de los católicos participan activamente en misas y sacramentos, cerca del 40% de los evangélicos asisten al culto semanalmente, con prácticas como el diezmo más naturalizadas.

Finalmente, Carbonelli explica que el crecimiento más moderado del evangelismo en Argentina responde a factores culturales.

La fuerte impronta migratoria europea hace que el país se asemeje más a sociedades como España, Francia o Italia, donde también avanza la indiferencia religiosa. Así, el mapa religioso argentino no solo se diversifica, sino que refleja una transformación más profunda en la forma de creer y de relacionarse con lo sagrado.

​El mapa religioso argentino atraviesa una transformación profunda y sostenida que redefine creencias, prácticas y pertenencias. Marcos Carbonelli, doctor en Ciencias Sociales por la UBA e investigador del Conicet, sostiene que estos cambios forman parte de un proceso más amplio que afecta a toda Latinoamérica desde hace al menos cuatro décadas. En ese escenario, el catolicismo pierde centralidad, el evangelismo gana terreno y crece con fuerza un sector que se define, directamente, como no religioso.Según el autor de Los evangélicos en la política argentina: crecimiento en los barrios y derrotas en las urnas, el desplazamiento de fieles católicos hacia el mundo evangélico es especialmente visible en países como Brasil y varias naciones de Centroamérica, donde el pentecostalismo se ha expandido de manera acelerada. En Argentina y en Chile –dice–, el fenómeno es menos intenso, pero igualmente significativo. A esto se suma un segundo movimiento clave: el aumento de personas que abandonan cualquier identificación religiosa y se reconocen como agnósticas, ateas o simplemente indiferentes frente a la fe.Carbonelli recurre a datos duros para ilustrar con claridad esta mutación. En 2008, el 76% de los argentinos se declaraban católicos y apenas el 9%, evangélico. Para 2019, el catolicismo había descendido al 66%, mientras que los evangélicos crecieron hasta representar entre el 15% y el 16%. Sin embargo, el dato más llamativo es el crecimiento de quienes no adhieren a ninguna religión, que ya representan cerca del 19% de la población y constituyen la principal minoría religiosa del país, según el sociólogo.Catolicismo, en crisisPara el investigador del Conicet, una de las claves de este proceso es la crisis del catolicismo como institución. Sostiene que existe una brecha cada vez mayor entre la Iglesia y sus fieles, marcada por una lógica normativa que busca regular conductas y una sociedad que privilegia la autonomía individual. “Hoy muchas personas creen, pero lo hacen a su manera”, señala Carbonelli, describiendo una espiritualidad más personalizada y menos sujeta a reglas institucionales.En contraste, señala que el evangelismo –y particularmente el pentecostalismo– ofrece una experiencia religiosa más cercana y horizontal. Los pastores suelen surgir del propio barrio, con historias de vida atravesadas por la conversión y la superación personal, lo que fortalece su legitimidad ante los fieles. Además, esta corriente pone el acento en lo milagroso como parte de la vida cotidiana: dejar una adicción, conseguir trabajo o mejorar una situación familiar son interpretados como intervenciones divinas. Carbonelli define este enfoque como un “reencantamiento de la vida”.Este rasgo resulta especialmente atractivo para sectores populares que enfrentan situaciones de vulnerabilidad. El evangelismo permite recomenzar sin cargar con un discurso de culpa, algo que sí está más presente en el catolicismo tradicional. A ello se suma un mayor nivel de compromiso institucional: mientras solo alrededor del 10% de los católicos participan activamente en misas y sacramentos, cerca del 40% de los evangélicos asisten al culto semanalmente, con prácticas como el diezmo más naturalizadas.Finalmente, Carbonelli explica que el crecimiento más moderado del evangelismo en Argentina responde a factores culturales. La fuerte impronta migratoria europea hace que el país se asemeje más a sociedades como España, Francia o Italia, donde también avanza la indiferencia religiosa. Así, el mapa religioso argentino no solo se diversifica, sino que refleja una transformación más profunda en la forma de creer y de relacionarse con lo sagrado.  La Voz

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