Abandonarse, ser presa de fuerzas externas, interiores, transitar un cauce sin destino cierto; esa fluctuación turbia encausa Las corrientes, tercer filme que asienta las búsquedas y gestos sensibles de Milagros Mumenthaler (La idea de un lago, Abrir puertas y ventanas).

Rechazando toda idea de celebración, la diseñadora de moda Catalina (Isabel Aimé González-Solá) arroja a la basura el premio con el que acaba de ser reconocida en Ginebra y luego de deambular sin rumbo por la ciudad suiza se arroja a las aguas del Ródano.

Más gag que acto trágico, el hecho no impide el regreso de la protagonista a Buenos Aires sana y salva aunque con una inquietud que la acecha.

En principio todo parece seguir como antes: en su departamento la reciben su suegra (Sara Bessio), su marido (Esteban Bigliardi) y su pequeña hija (Emma Fayo Duarte), las felicitaciones por el galardón se acumulan en su celular y Catalina pronto retoma su trabajo de oficina que comparte con colegas como Julia (Ernestina Gatti).

Las señales raras sin embargo no tardan en llegar: algo malo parece estar aquejando a su pelo, ella huye de sus obligaciones refugiándose en baños y pasillos y su marido le reprocha: “Es como que nunca volviste”. En efecto, tal frase podría tomarse de forma literal en torno a un personaje que por momentos parece un fantasma, la rehén conturbada de un limbo imperceptible.

Mumenthaler introduce en ese sentido un tono encantado de cuento de hadas ya desde el principio con esa Ginebra vacía y de juguete, y que después sostienen imágenes de cisnes, sueños que suplantan a la realidad y la terapia mágica e inevitablemente cómica que la peluquera Amalia (la cordobesa Jazmín Carballo) le aplica a Catalina para curar su cabellera.

Esas escenas inexplicables se superponen en Las corrientes con otros tramos explícitos y acaso redundantes, como un flashback en que la protagonista detalla lo que vivió en Suiza y un desenlace que confirma el motivo de su malestar anticipado en ese pasaje.

Así y todo nada atenta contra el despliegue sutilísimo de capas del filme, un sello de la directora que justamente explora las múltiples posibilidades del mostrar y del velar, un dispositivo a lo Velázquez que aquí vuelve a adoptar la forma de registros que multiplican la realidad (pinturas, bordados, espejos, teléfonos, realidad virtual) sin agotarla. “Nadie se conoce”, reza una cita de Goya en la película que refuerza esa paradoja.

Para ver Las corrientes

Argentina, Suiza, 2025. Guion y dirección: Milagros Mumenthaler. Con: Isabel Aimé González-Solá, Sara Bessio y Esteban Bigliardi. Duración: 104 minutos. Clasificación: Apta para mayores de 13 años. En Cine Municipal Unquillo (San Martín 1505), este viernes y sábado a las 20.

​Abandonarse, ser presa de fuerzas externas, interiores, transitar un cauce sin destino cierto; esa fluctuación turbia encausa Las corrientes, tercer filme que asienta las búsquedas y gestos sensibles de Milagros Mumenthaler (La idea de un lago, Abrir puertas y ventanas). Rechazando toda idea de celebración, la diseñadora de moda Catalina (Isabel Aimé González-Solá) arroja a la basura el premio con el que acaba de ser reconocida en Ginebra y luego de deambular sin rumbo por la ciudad suiza se arroja a las aguas del Ródano. Más gag que acto trágico, el hecho no impide el regreso de la protagonista a Buenos Aires sana y salva aunque con una inquietud que la acecha.En principio todo parece seguir como antes: en su departamento la reciben su suegra (Sara Bessio), su marido (Esteban Bigliardi) y su pequeña hija (Emma Fayo Duarte), las felicitaciones por el galardón se acumulan en su celular y Catalina pronto retoma su trabajo de oficina que comparte con colegas como Julia (Ernestina Gatti).Las señales raras sin embargo no tardan en llegar: algo malo parece estar aquejando a su pelo, ella huye de sus obligaciones refugiándose en baños y pasillos y su marido le reprocha: “Es como que nunca volviste”. En efecto, tal frase podría tomarse de forma literal en torno a un personaje que por momentos parece un fantasma, la rehén conturbada de un limbo imperceptible. Mumenthaler introduce en ese sentido un tono encantado de cuento de hadas ya desde el principio con esa Ginebra vacía y de juguete, y que después sostienen imágenes de cisnes, sueños que suplantan a la realidad y la terapia mágica e inevitablemente cómica que la peluquera Amalia (la cordobesa Jazmín Carballo) le aplica a Catalina para curar su cabellera. Esas escenas inexplicables se superponen en Las corrientes con otros tramos explícitos y acaso redundantes, como un flashback en que la protagonista detalla lo que vivió en Suiza y un desenlace que confirma el motivo de su malestar anticipado en ese pasaje.Así y todo nada atenta contra el despliegue sutilísimo de capas del filme, un sello de la directora que justamente explora las múltiples posibilidades del mostrar y del velar, un dispositivo a lo Velázquez que aquí vuelve a adoptar la forma de registros que multiplican la realidad (pinturas, bordados, espejos, teléfonos, realidad virtual) sin agotarla. “Nadie se conoce”, reza una cita de Goya en la película que refuerza esa paradoja.Para ver Las corrientesArgentina, Suiza, 2025. Guion y dirección: Milagros Mumenthaler. Con: Isabel Aimé González-Solá, Sara Bessio y Esteban Bigliardi. Duración: 104 minutos. Clasificación: Apta para mayores de 13 años. En Cine Municipal Unquillo (San Martín 1505), este viernes y sábado a las 20.  La Voz

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