Ante tanta temeridad y farsa intelectual que baja de las tribunas y balcones, colmadas de sujetos de baja estatura, se me aparece sencillo el dilema, casi con recuerdos de mis tardes de catecismo.

Hace años que nos vienen gobernando desde el presidencialismo argentino personas arrogantes, altaneras, vulgares y ahora, de yapa: maleducadas e insultadoras. De cordura, y humildad poco y nada, algún “acting” nada más, cada tanto.

La humildad, es un rasgo superior del ser humano y se pone a prueba, casi siempre, cuando quién «redepente», se encuentra en un pedestal que jamás en su vida imaginó, ni vivió y teniendo la oportunidad de esquivar la negación: de manera soberbia y con cara rígida te da cátedra de vida, comportamientos, conocimientos y destrezas que nunca tuvo, ni ejerció.

Esto hace a menudo el presidente y parece que “los mercados” lo están anotando. Ello no me impide recordar la clase «magistral» en Harvard de la entonces presidenta, hoy cumpliendo condena de privilegio, arrogándose sus éxitos profesionales, y derivas económicas («soy una profesional exitosa…teníamos propiedades, plazos fijos, inversiones…»). Obvio, todo eso mal habido, y comprobado hoy mismo por más discursos de negación que ensayen.

Estos dos líderes casuales, tienen orígenes humildes, sencillos. Hijos de colectiveros trabajadores y anónimos. Jamás lo mencionan ni lo agradecen. Al contrario, niegan todo.

Nuestro país tiene nobles, sin linaje, que se muestran como tales, aunque no son más que «ricos sin causa». Creo que nada empezó, ni va a terminar, con Cristina y Milei. Con ellos o sin ellos, abrigo la Esperanza de un país mejor, para cuando finalice esta especie de estafa política que comenzó en 1983 con la promesa de Alfonsín & Cía: “Con la democracia se come, se cura y se educa…”. Hoy podemos decir que en nuestro país todo eso es menos, mucho menos. ¿Cuándo nos sacaremos de encima a los que ensucian la democracia?

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