Nació con una Atrofia Muscular Espinal que le impide ponerse de pie. No obstante, en 37 años de vida pudo cumplir con todos sus objetivos: es contadora, tiene dos hijos, y es una referente en el Mercosur para las madres con discapacidad. Su caso es único en el país.
Villa Alonso, principios de los años ochenta. Olga Martínez conversa con su hija en la cocina de su casa. La niña acaba de llegar de la escuela y no está del mejor humor. Puede que haya peleado con algún compañero. La madre la mira fijo y después le dice: «Vero, vos tenés que defenderte hablando». Verónica escucha sin emitir sonido sentada en su silla de ruedas.
Treinta años después, en una casa del barrio Néstor Kirchner, Verónica Lorena Martínez recuerda las palabras de su madre como una letanía. Ahora, en una tarde soleada de marzo, ella cuenta que cuando tenía un año no podía mantenerse en pie. Recuerda también que un tiempo después, los padres se preocuparon y la llevaron al médico. Le diagnosticaron una Atrofia Muscular Espinal del tipo II (AME) y la mandaron a hacer rehabilitación kinesiológica y fisioterapia. Su destino iba a ser una silla de ruedas, y sin embargo -dice hoy- nada le iba a impedir hacer su propio camino.
«Yo siempre fui de soñar, de tener proyectos. Por eso hoy puedo ver todo lo lindo que me pasó», dijo ayer a LA ARENA. Con «todo lo lindo» ella quiere decir: un título de contadora, un trabajo en la Dirección de Rentas, un marido voluntarioso, dos hijos sanos y sonrientes, una casita de barrio con puertas enormes, unos padres adorables, un hermano de fierro y buenos compañeros de trabajo. Lindo también es que la Asociación Civil ALPI -que trabaja en rehabilitación de personas con problemas motores- la reconociera como una «Héroe Real» en la Bienal que se llevó a cabo en Buenos Aires la semana pasada. Su caso es único en el país: es la primera mujer con AME II en ser madre de dos hijos.
Todo un hombre.
Marcelo Rodríguez (33) conoció a Verónica chateando por internet en el año 2005. El vivía en Morón, era soltero y se ganaba la vida como electricista. Cuando ella le dijo que estaba en silla de ruedas, él pensó que era una excusa para sacárselo de encima. Tiempo después, Marcelo viajó a Santa Rosa para conocerla y confirmó que esa mujer era tan hermosa y cálida como la que se veía en el monitor de su computadora. No habían pasado 6 meses cuando el joven decidió radicarse en La Pampa. Su vida iba a cambiar para siempre. El 14 de diciembre de 2009, el día de los enamorados, se casaron y fueron tapa de este diario. En la fotografía que ilustra la portada de LA ARENA se los ve sonrientes debajo una foto de Hugo Chávez en la Cumbre de las Américas.
«Marcelo es muy importante para mí. Se encarga de llevarme al baño, de bañarme, de cambiarme. Hace todo lo que yo no puedo. Yo miro a mis chicos y sé que ellos se dan cuenta de todo. Saben que no puedo hacerles upa y que si se caen al suelo no los puedo levantar. Los criamos de una forma diferente», confesó Verónica. Diferentes son también los roles en la casa del Néstor Kirchner: ella trabaja de 7 a 15 en Rentas y por las tardes da clases particulares. El hace changas esporádicas de electricista y se encarga de los chicos y la casa, que no es poca cosa.
Los hijos.
En el año 2008, la pareja tenía ganas de tener un hijo. Cierto es que Verónica tenía tantas ganas como temor de que el bebé pudiera tener AME. «Nos dijeron que era necesario que Marcelo se hiciera un estudio genético para saber si él tenía o no una proteína neuromotora que a mí me falta. Si él no la tenía no íbamos a poder ser papás. Pero el estudio se hacía solamente en Barcelona y no teníamos dinero para mandar a analizar las muestras. En la decisión Marcelo fue fundamental. El me dijo «¿por qué no probar? y nos tiramos a la pileta», dijo Verónica. En el 2010 quedaron embarazados pero la vida iba a darles un golpe: a causa de una hipertensión, y a menos de una semana de dar a luz, los médicos descubrieron que el retoño no tenía signos vitales.
«Fue difícil, pero no nos íbamos a dar por vencidos», dijo Verónica a LA ARENA. Seis meses después de lo ocurrido, Verónica volvió a quedar embarazada. El 27 de enero de 2012, casi dos meses antes de lo esperado y con 2 kilos cien gramos, nació Lautaro, un niño que hoy, a los tres años de edad, es rubio como un alemancito y tiene cara de ángel. Lautaro pasó 22 días en incubadora pero por lo demás es un niño sano. Tan sano y silencioso, como Alina, su hermanita de 8 meses que llegó el 14 de febrero del año pasado. «Era riesgoso otro embarazo, pero teníamos muchas ganas de darle un hermanito a Lauti. Con la nena tampoco tuvimos problemas», agregó la contadora. La reflexión final de Verónica sobre sus hijos es toda una definición: «Ellos son una bendición».
“Como para un casamiento”.
El miércoles 25 de marzo, Verónica fue a recibir el premio de ALPI al Hotel Hilton de Buenos Aires. La acompañaron sus padres, sus hijos, su hermano y por supuesto, Marcelo. Para llegar a la Capital hicieron un viaje en etapas: pasaron una noche en Chivilcoy para visitar a su hermano Gustavo, dos días en Morón para ver a los familiares de Marcelo, y después un noche en la CABA. A Marcelo, que conoce de memoria la city porteña, le aburre recorrerla. Si hubiese sido por Verónica, la familia habría pasado horas recorriendo la calle Corrientes con sus luces y marquesinas.
El evento de premiación, en el que fueron distinguidos otros nueve “Héroes Reales”, tenía todo el glamour de las fiestas que pasan en la televisión con famosos de la farándula. Y ahí estaba ella, llegada de La Pampa con un pantalón negro, una blusa al tono y un saco de brocato. Adentro del salón, sobre un gran escenario había una foto gigante suya que la mostraba abrazada a su marido y a sus dos hijos.
“Fue una cosa hermosa el premio. Estaban todos de pinta, como para un casamiento. A veces uno no se da cuenta de todo lo que ha logrado en la vida. Y siempre está bueno que los demás te reconozcan”, dijo Verónica.
Fuente: LaArena.com.ar
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