Marcos Salcedo es un actor, dramaturgo, guionista y director de gran recorrido en la actividad teatral y audiovisual de la provincia de Córdoba.

Su carrera inició a los 19 años como actor y luego comenzó a escribir y dirigir obras de teatro. La trayectoria de premios abarca varios años y reconoce trabajos en dramaturgia, novela corta y guion cinematográfico, tanto en Argentina como en España.

El primer galardón registrado es de 1985, cuando en Córdoba recibió el Premio OPPAT por La última fiesta.

En 1986 llegaron los reconocimientos más destacados: el Premio García Lorca en España por la novela corta Secuencias, y en Córdoba, dos premios nacionales por El Maratonista (Dramaturgia y Comedia Federal).

La siguiente distinción aparece en 2001, en Buenos Aires, con el Premio Crédito Incaa por el guion cinematográfico Americana.

Actualmente Salcedo se encuentra trabajando en un nuevo filme dedicado a los payasos. La idea surgió por una payasa que lo invitó a realizar algo con la temática.

En diálogo con La Voz, detalló que si fuera por él no se le hubiera ocurrido encarar este trabajo.

“A mí siempre me llaman: ‘vamos a hacer una película”, ‘vamos al teatro’, ‘te llamamos del Cervantes’. Venían diez dramaturgas y me decían ‘vamos a escribir algo’. Yo iba, pero me aburría porque todos quieren editar, y para eso tenés que tener un ímpetu muy grande. Entonces vino esta payasa a pedirme que escriba algo y me surgió la idea de hacer un documental para que ellos cuenten lo que es ser payaso”, comenta.

–¿Cuándo empezaste?

–El 5 de noviembre, el Día del Payaso. Y terminé el 5 de noviembre del otro año, también Día del Payaso. Viene con magia. Tuve la ayuda primordial de Dina Conci como directora visual.

–¿Con qué dificultades te encontraste a la hora de encarar el proyecto?

—Muchísimas. Porque los payasos no son actores. Se repiten, se mueven, no se dejan guionar. Se complicaba a la hora de entrevistar. Hablar con uno era interesantísimo. Pero cinco juntos… opioide. Una cosa pesada. Igual me fue gustando la sencillez que tienen. Lo fui hilvanando con música, medio documental clásico. Dejé las partes que no estaban bien filmadas porque el documental te permite eso. En una película no podés. Ahí todo tiene que estar perfecto.

–¿Y las cámaras? ¿Con qué filmaste?

–Lo estoy haciendo para una plataforma (no puedo decir cuál, no me lo permiten). Pero es muy importante. Cuando firmás, te exigen cámaras de U$S 50.000: todas cámaras de gama alta. Porque tienen un cuerpo que vale 30 mil y el lente 20 mil. Antes, cuando hacías cine, necesitabas una cámara enorme, un camarógrafo, un foquista. No había foco automático. El foquista se subía al carro y medía los metros. Por eso, hacer una película hace 40 años era de genios. Hoy lo puede hacer cualquiera, como vos.

Los payasos de Córdoba

En medio de la entrevista, Salcedo proyectó una maqueta de su documental, con escenas casi listas para ver la luz. Allí, Guillermo Elena, periodista cordobés radicado en España, aparece para introducir lo que estamos por ver.

Luego, reconocidos payasos van tejiendo una red de experiencias y definen, a grandes rasgos, el destino del filme. Una reconstrucción de la historia de los payasos que acompañaron la infancia y la vida de los cordobeses.

Así, aparece el payaso Ricky, un infaltable del inconsciente colectivo cordobés. En cámara, dice: “Ricky nace de una obra de teatro. Yo soy actor. Era un personaje más, que pensé que iba a morir como mueren todos los personajes. Pero un día me invitan a un programa en vivo, un ómnibus de los domingos, y el público de Córdoba se enganchó. Y ahí se quedó a vivir durante más de treinta años, hasta hoy”, se oye en la nostálgica voz del artista.

Los testimonios de otros payasos como Andrea Cristensen y Alejandra Toledo, van enmarcando una historia de arte, entretenimiento y humor.

Pero, por supuesto, el payaso cordobés más famoso por excelencia es Piñón Fijo. “Estoy esperando un video que me va a mandar con sus palabras. Me dijo que sí, que iba a aparecer. Pero sabemos que siempre tiene mucho trabajo”, respondió.

¿Qué notaste al entrevistarlos? ¿Cuál es el común denominador de ellos?

–A mí me impresionaron gratamente. Yo vengo del teatro, de trabajar con actores, y los actores tienen otra cosa. Pero los payasos son sumamente inteligentes. No sé si porque están en contacto con algo distinto, pero tienen una inteligencia muy desarrollada para interpretar. Les preguntaba: “¿Por qué sos payaso?”. Y contestaban con una sinceridad increíble. Una chica me dijo: “Si no fuera payaso, sería prostituta”. Otra dijo: “El payaso es un estúpido inteligente”. Eso me sorprendió: son muy introspectivos, muy profundos.

–Ah, historias fuertes…

–Claro. Uno me dijo que se hizo payaso porque sobrevivió al cáncer y quería reír. Por eso pongo una parte de Balada triste de trompeta, de Álex de la Iglesia. Ahí le preguntan: “¿Por qué querés ser payaso? ¿Por tu padre? ¿Porque se burlan de vos? ¿Porque te gustan los chicos?”. Y él contesta: “Porque si no fuera payaso, sería un asesino”.

–¿El documental es para adultos entonces?

–Sí, totalmente. Primero los payasos hablaban como si fuera para chicos. Les dije: “No hablen para chicos, esto es para grandes”. Ahí ya empezaba el juego. Y les preguntaba cosas muy personales, por ejemplo “¿a dónde van los payasos cuando mueren?”. Uno contestó: “Si los payasos se mueren, explotan”. Otro dijo: “Se van a la casa”. Otro: “Se mueren cuando no están con la gente”. Así, entre humor e ironías, es que son personas de un amor enorme.

–Y también les preguntaste cosas incómodas.

–Claro. A uno le pregunté: “¿Tuviste sexo alguna vez vestido de payaso?”. Se enojó: “No me preguntes eso”. Y yo: “No, no, quiero saber”. Y me respondió: “¿Querés saber de sexo o de el payaso?”. Otro me decía: “No quiero salir”, como el maestro de payasos Néstro Muzo, que decía que no le gustaba cómo estaba filmado. Pero al final salía igual. Son caprichosos.

–¿En qué instancia está hoy el documental?

—Está completo. Falta refinar el sonido, la masterización, pero estructuralmente ya está. Después se pone la mezcla final y sale.

–Decís que se te transformó en una cosa rara…

—Sí, en un engendro rarísimo: imágenes deslucidas con otras buenas, historias hermosas, un caos hermoso. Es un documental que está perfectamente mal hecho

–Hay un mito popular de que “el payaso pasó de moda”. ¿Vos qué viste?

—Todo lo contrario. Cuando algo parece pasar de moda, aparece otra cosa. Mirá el Joker: tres meses todo el mundo disfrazado de payaso. El payaso está en el inconsciente colectivo.

​Marcos Salcedo es un actor, dramaturgo, guionista y director de gran recorrido en la actividad teatral y audiovisual de la provincia de Córdoba.Su carrera inició a los 19 años como actor y luego comenzó a escribir y dirigir obras de teatro. La trayectoria de premios abarca varios años y reconoce trabajos en dramaturgia, novela corta y guion cinematográfico, tanto en Argentina como en España.El primer galardón registrado es de 1985, cuando en Córdoba recibió el Premio OPPAT por La última fiesta.En 1986 llegaron los reconocimientos más destacados: el Premio García Lorca en España por la novela corta Secuencias, y en Córdoba, dos premios nacionales por El Maratonista (Dramaturgia y Comedia Federal).La siguiente distinción aparece en 2001, en Buenos Aires, con el Premio Crédito Incaa por el guion cinematográfico Americana.Actualmente Salcedo se encuentra trabajando en un nuevo filme dedicado a los payasos. La idea surgió por una payasa que lo invitó a realizar algo con la temática. En diálogo con La Voz, detalló que si fuera por él no se le hubiera ocurrido encarar este trabajo.“A mí siempre me llaman: ‘vamos a hacer una película”, ‘vamos al teatro’, ‘te llamamos del Cervantes’. Venían diez dramaturgas y me decían ‘vamos a escribir algo’. Yo iba, pero me aburría porque todos quieren editar, y para eso tenés que tener un ímpetu muy grande. Entonces vino esta payasa a pedirme que escriba algo y me surgió la idea de hacer un documental para que ellos cuenten lo que es ser payaso”, comenta.–¿Cuándo empezaste?–El 5 de noviembre, el Día del Payaso. Y terminé el 5 de noviembre del otro año, también Día del Payaso. Viene con magia. Tuve la ayuda primordial de Dina Conci como directora visual. –¿Con qué dificultades te encontraste a la hora de encarar el proyecto?—Muchísimas. Porque los payasos no son actores. Se repiten, se mueven, no se dejan guionar. Se complicaba a la hora de entrevistar. Hablar con uno era interesantísimo. Pero cinco juntos… opioide. Una cosa pesada. Igual me fue gustando la sencillez que tienen. Lo fui hilvanando con música, medio documental clásico. Dejé las partes que no estaban bien filmadas porque el documental te permite eso. En una película no podés. Ahí todo tiene que estar perfecto.–¿Y las cámaras? ¿Con qué filmaste?–Lo estoy haciendo para una plataforma (no puedo decir cuál, no me lo permiten). Pero es muy importante. Cuando firmás, te exigen cámaras de U$S 50.000: todas cámaras de gama alta. Porque tienen un cuerpo que vale 30 mil y el lente 20 mil. Antes, cuando hacías cine, necesitabas una cámara enorme, un camarógrafo, un foquista. No había foco automático. El foquista se subía al carro y medía los metros. Por eso, hacer una película hace 40 años era de genios. Hoy lo puede hacer cualquiera, como vos.Los payasos de Córdoba En medio de la entrevista, Salcedo proyectó una maqueta de su documental, con escenas casi listas para ver la luz. Allí, Guillermo Elena, periodista cordobés radicado en España, aparece para introducir lo que estamos por ver. Luego, reconocidos payasos van tejiendo una red de experiencias y definen, a grandes rasgos, el destino del filme. Una reconstrucción de la historia de los payasos que acompañaron la infancia y la vida de los cordobeses. Así, aparece el payaso Ricky, un infaltable del inconsciente colectivo cordobés. En cámara, dice: “Ricky nace de una obra de teatro. Yo soy actor. Era un personaje más, que pensé que iba a morir como mueren todos los personajes. Pero un día me invitan a un programa en vivo, un ómnibus de los domingos, y el público de Córdoba se enganchó. Y ahí se quedó a vivir durante más de treinta años, hasta hoy”, se oye en la nostálgica voz del artista.Los testimonios de otros payasos como Andrea Cristensen y Alejandra Toledo, van enmarcando una historia de arte, entretenimiento y humor. Pero, por supuesto, el payaso cordobés más famoso por excelencia es Piñón Fijo. “Estoy esperando un video que me va a mandar con sus palabras. Me dijo que sí, que iba a aparecer. Pero sabemos que siempre tiene mucho trabajo”, respondió.–¿Qué notaste al entrevistarlos? ¿Cuál es el común denominador de ellos?–A mí me impresionaron gratamente. Yo vengo del teatro, de trabajar con actores, y los actores tienen otra cosa. Pero los payasos son sumamente inteligentes. No sé si porque están en contacto con algo distinto, pero tienen una inteligencia muy desarrollada para interpretar. Les preguntaba: “¿Por qué sos payaso?”. Y contestaban con una sinceridad increíble. Una chica me dijo: “Si no fuera payaso, sería prostituta”. Otra dijo: “El payaso es un estúpido inteligente”. Eso me sorprendió: son muy introspectivos, muy profundos.–Ah, historias fuertes…–Claro. Uno me dijo que se hizo payaso porque sobrevivió al cáncer y quería reír. Por eso pongo una parte de Balada triste de trompeta, de Álex de la Iglesia. Ahí le preguntan: “¿Por qué querés ser payaso? ¿Por tu padre? ¿Porque se burlan de vos? ¿Porque te gustan los chicos?”. Y él contesta: “Porque si no fuera payaso, sería un asesino”.–¿El documental es para adultos entonces?–Sí, totalmente. Primero los payasos hablaban como si fuera para chicos. Les dije: “No hablen para chicos, esto es para grandes”. Ahí ya empezaba el juego. Y les preguntaba cosas muy personales, por ejemplo “¿a dónde van los payasos cuando mueren?”. Uno contestó: “Si los payasos se mueren, explotan”. Otro dijo: “Se van a la casa”. Otro: “Se mueren cuando no están con la gente”. Así, entre humor e ironías, es que son personas de un amor enorme.–Y también les preguntaste cosas incómodas.–Claro. A uno le pregunté: “¿Tuviste sexo alguna vez vestido de payaso?”. Se enojó: “No me preguntes eso”. Y yo: “No, no, quiero saber”. Y me respondió: “¿Querés saber de sexo o de el payaso?”. Otro me decía: “No quiero salir”, como el maestro de payasos Néstro Muzo, que decía que no le gustaba cómo estaba filmado. Pero al final salía igual. Son caprichosos.–¿En qué instancia está hoy el documental?—Está completo. Falta refinar el sonido, la masterización, pero estructuralmente ya está. Después se pone la mezcla final y sale.–Decís que se te transformó en una cosa rara…—Sí, en un engendro rarísimo: imágenes deslucidas con otras buenas, historias hermosas, un caos hermoso. Es un documental que está perfectamente mal hecho–Hay un mito popular de que “el payaso pasó de moda”. ¿Vos qué viste?—Todo lo contrario. Cuando algo parece pasar de moda, aparece otra cosa. Mirá el Joker: tres meses todo el mundo disfrazado de payaso. El payaso está en el inconsciente colectivo.  La Voz

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