Las desigualdades aumentan la brecha educativa. Solo uno de cada 10 jóvenes de los sectores de más pobres asiste a la universidad en la Argentina, mientras en el otro extremo de la pirámide social casi la mitad lo hace. Las inequidades incluso se profundizan a medida que avanzan las carreras: en los últimos años de estudio hay una mayor concentración de alumnos que pertenecen a los deciles de mayores ingresos.
Los datos surgen del informe “Desigualdad educativa en el nivel superior”, del Observatorio de Argentinos por la Educación, a partir de las estadísticas que arroja la Encuesta Permanente de Hogares (EPH). El estudio realizado por Ivana Templado, Gabriela Catri, Martín Nistal y Víctor Volman indaga en las asimetrías en el acceso y la permanencia de los estudiantes de distintos estratos sociales en el nivel superior.
Los resultados son contundentes: en el primer año, los estudiantes de menores ingresos representan el 7,9% del total de la matrícula, mientras los alumnos pertenecientes a las clases altas llegan al 5,3%. El contraste en el quinto año es abrupto: los más pobres no representan el 1,1% del estudiantado y los de mayores ingresos (decil 10) trepan al 12,7%.
Las causas de este fenómeno «son múltiples», aseguró a C5N Marcelo Rabossi, profesor e investigador de la Universidad Torcuato Di Tella. «Muchos de los chicos de menores recursos tienen que trabajar y dedican menos tiempo al estudio, y a su vez llegan con una preparación menos apta para poder afrontar esta etapa de sus estudios», apunta.
«El nivel socioeconómico es la variable que explica la probabilidad de éxito o fracaso no solo en la universidad, sino también la vida», sintetiza el referente de Argentinos por la Educación.
Si bien es cierto que la apertura de nuevas universidades en el Conurbano –en los 1990 y a partir de mediados de los 2000– facilitó la llegada de camadas de primera generación universitaria, para Rabossi «el sistema continúa siendo expulsivo para aquellos alumnos provenientes de los sectores de menores ingresos, a pesar del libre ingreso».
Lo mismo plantea Norberto Fernández Lamarra, director del Núcleo Interdisciplinario de Formación y Estudios para el Desarrollo de la Educación de la Universidad Nacional de Tres de Febrero (Untref). «Desde hace ya muchas décadas la educación argentina está en deuda con los niños y jóvenes de perfiles socioeconómicos más bajos», consideró.
«Aquellos que con gran esfuerzo –y quizás con fuertes desniveles de calidad– culminan la enseñanza media ingresan en gran medida a la educación superior, pero la mayoría de ellos la abandonan luego de muchos años de asistencia por no poder superar los ‘filtros’ institucionales, curriculares y sociales existentes en los primeros años en una universidad pública gratuita y sin fuertes limitaciones de ingreso», detalló.
Este grave problema, para Lamarra, requiere la discusión de nuevas alternativas político-educativas, reformas institucionales y pedagógicas y nuevos planteamientos curriculares y sociales. También de una mejor formación de los docentes.
Rabossi propone analizar las políticas que desde el Estado se han tomado durante los últimos años para intentar resolver «un modelo que resulta regresivo en sus resultados».
¿Qué cambios se podrían implementar? Para el especialista una una opción puede ser «acortar la duración de las carreras, aprovechar la modalidad híbrida» a partir de la experiencia de la pandemia y «trabajar con los chicos en las etapas previas, desde la escuela», incluso en los primeros años de vida.
Estos son algunos de los puntos a los que se comprometieron las autoridades del Ministerio de Educación y los rectores de todas las universidades nacionales del país en un plenario del Consejo Interuniversitario Nacional. Allí firmaron una declaración titulada «la universidad argentina: hacia el desarrollo económico y el progreso social».
La declaración invita a retomar ese debate y “adecuar las duraciones de las carreras”, entre otras cosas, aunque advierte que se necesita un análisis profundo de cada caso para determinar “el volumen de actividad requerida para cumplir con las obligaciones académicas”.
Datos que alarman en las universidades
- Solo el 29,6% de los estudiantes egresan en el tiempo estimado en los planes de estudio.
- El 60% abandona en el primer año de cursada.
- Hay planes de estudio que, entre el tiempo de clases y los trabajos prácticos, demandan alrededor de 60 horas semanales.
- Tan solo el 10% de las carreras de grado otorgan títulos intermedios.
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