Se cumple un nuevo aniversario del día que una vecina de esa ciudad bonaerense aseguró haber visto a la Virgen María. Su fiesta en conmemoración congrega anualmente a devotos provenientes de la Argentina y países limítrofes.

Cuando notó que el rosario que colgaba en su habitación se iluminaba, comenzó a rezar. Entonces sintió un hormigueo en los brazos como un aviso celestial y de repente se le apareció la Virgen María. Gladys Motta, ama de casa y devota católica, tenía 46 años.

Era el 25 de setiembre de 1983 y cuando Gladys proclamó semanas después el acontecimiento milagroso, la jerarquía eclesiástica y el pueblo cristiano lo celebraron. A su influjo, la ciudad de San Nicolás, de rica historia, adquirió una nueva identidad: se convirtió en la Ciudad de María, quecomenzó a convocar a legiones de fieles desde los cuatro puntos cardinales de la fe.

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Primero había sido la Ciudad del Acuerdo, desde que el 31 de mayo de 1852, trece provincias sentaron en su territorio las bases de la organización nacional. Fue cuando firmaron el Acuerdo de San Nicolás, que consagró las coincidencias que dieron nacimiento a la Constitución de 1853.

Pero en 1960 la puesta en marcha de la gigantesca planta siderúrgica de SOMISA produjo un desarrollo industrial con un impacto demográfico, económico y social gigantesco que la transformó y la convirtió en la Ciudad del Acero.

La última transición fue traumática. Porque la privatización de SOMISA en 1992, durante el gobierno de Carlos Menem, expulsó a 6500 trabajadores (más de la mitad del personal) por despidos y retiros voluntarios forzosos, yse temió una debacle socioeconómica.

Sobrevinieron la crisis y la depresión. Parecía que todo se derrumbaba alrededor, y surgió el temor colectivo de que San Nicolás se convirtiera en una Ciudad Fantasma. Pero ya estaba la Virgen, cuya imagen acompañó la lucha en los paros y movilizaciones y escuchó los ruegos de los damnificados. Dio contención y esperanza.

La hondura de su influjo pudo comprobarse cuando, como un río que busca su desembocadura comenzó a llegar cada 25 de setiembre una marea, un aluvión de fieles en busca del contacto con la Virgen, para descargar de la mochila del alma el ruego y la gratitud atesorados durante todo un año.

Cada 25 de setiembre un aluvión de fieles descarga la mochila del alma, el ruego y la gratitud atesorados durante todo un año. (Foto: Télam)
Cada 25 de setiembre un aluvión de fieles descarga la mochila del alma, el ruego y la gratitud atesorados durante todo un año. (Foto: Télam)

Todos acudían en busca de la Virgen del Rosario de San Nicolás, así denominada después de que Gladys reconociera los rasgos de la aparición en una imagen serena y refulgente de la virgen del Rosario con el niño Jesús en brazos, de tradición europea, arrumbada en un depósito de la Catedral.

La explicación de por qué la Virgen eligió a San Nicolás y a Gladys, solo puede hallarse en el insondable misterio de la fe. Pero la humilde mujer, que apenas había cursado hasta el cuarto grado de la escuela primaria, convenció a las autoridades eclesiásticas de que no se trataba de un delirio místico.

Dijo que la Virgen había llegado y quería quedarse, y que hasta le transmitió su voluntad de que le erigieran un templo en un “campito” baldío contiguo a uno de los arroyos que desembocan en el río Paraná. En mayo de 2016 el entonces obispo de San Nicolás, el monseñor Héctor Cardelli, reconoció en un decreto el “carácter sobrenatural” del acontecimiento.

Gladys, que hoy tiene 84 años, sigue viviendo en la casa sencilla que habita a cien metros del templo. La entrada y el patio delantero de su vivienda están siempre sembrados de mensajes de quienes la consideran una intermediaria directa con María.

El campito sigue estando, pero en el lugar se erige imponente el Santuario de la Virgen del Rosario de San Nicolás, que tardó veintisiete años en construirse a partir de 1987, y es uno de los templos más grandes de la Argentina, con capacidad para 9.000 fieles de pie. A lo largo de los años ya lo visitaron decenas de millones de devotos. Este año el lema es: “Madre, orando, peregrinamos a tu corazón”.

La que fue la Ciudad del Acuerdo, primero, y la Ciudad del Acero después, ya se convirtió definitivamente para millones de devotos en la Ciudad de María, la virgen milagrosa que despierta una devoción más resistente que el acero y concita el acuerdo del pueblo para su veneración.

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