Fiel a su estilo, el presidente Javier Milei no deja de marcar la agenda de discusión en cada aparición pública en una estrategia que lo coloca siempre en el centro de la escena pero que también empantana la gestión.
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Esta semana, en una aparición ante empresarios aseguró que «lamentablemente en Argentina, la educación pública (porque toda es pública: puede ser de gestión privada o de gestión estatal) ha hecho muchísimo daño lavando el cerebro de la gente”.
Antes, la Universidad de Buenos Aires había salido a alertar acerca de que el congelamiento del presupuesto universitario permite sólo dos meses de operatividad a esa casa de altos estudios. Entonces, el comentario del presidente no puede ser tomado de otro modo que como una respuesta.
«Yo siempre hago el chiste de que si ustedes van a la Universidad de Buenos Aires, a la Facultad de Ciencias Económicas, y preguntan quién es Ludwig von Mises, le van a decir que es el 9 de Holanda. Para otros, es el mejor economista de todos los tiempos junto a Murray Newton Rothbard. Eso si, al barbudo sí lo conocen, al barbudo alemán, a ese empobrecedor de (Karl) Marx, sí lo conocen”, agregó Milei.
La humorada es más grave de lo que parece y revela lo que para muchos es una certeza desde hace tiempo: que el libertario objetiviza sus obsesiones y denosta a cualquiera que no las comparte. Es bueno aclararlo, la escuela austriaca de Economía no es sólo una asignatura marginal en la UBA, sino en cualquier universidad seria del mundo. Hay algo significativo en que la propia UBA sea la que hizo el reclamo en estos días y está vinculado a la magnitud del ajuste.
Desde que comenzaron a crearse, las llamadas universidades del bicentenario fueron un objetivo principal de los ataques de la derecha. Dirigentes políticos y artículos periodísticos las acusaban de despilfarro, de baja calidad y otros males. Pero lo que efectivamente ocultaban es que representan la herramienta de inclusión social más vigorosa del siglo XXI. Que un hijo de trabajadores del conurbano o de una ciudad chica de provincia pueda cursar los estudios superiores a 15 minutos de su casa o trabajo, y no tenga que viajar cuatro horas por día o irse a vivir a otro lugar, determina su posibilidad de concluir una carrera en muchas ocasiones.
Son muy recordadas las diatribas de la entonces gobernadora María Eugenia Vidal en contra de esas instituciones y su máxima: los pobres no llegan a la universidad. En este nuevo escenario, incluso universidades aceptadas por el establishment de derecha como la de Buenos Aires, sufren el recorte.
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