El período que termina se ha sentido eterno, extensísimo e interminable en materia política para todos los argentinos debido a la cantidad de votaciones que hubo y a los cambios profundos que produjo en materia electoral. Si a eso le sumamos la decisión del gobierno de Javier Milei de hacer un cambio inmenso de la matriz política, económica y social de nuestro país en tiempo récord encontramos que el año que comienza será cualquier cosa menos plácido.
Queda para los meses que vienen la decisión de la Corte Suprema de Justicia acerca de la constitucionalidad del mega DNU que firmó el gobierno, el tratamiento en sesiones extraordinarias del inmenso paquete de proyectos de ley que se envió al Congreso y un paro general de 12 horas convocado por las centrales obreras para el 24 de enero. La calle y los palacios estarán caldeados como hace mucho no veíamos en la Argentina.
Pero este presente caliente tiene el antecedente inmediato de un 2023 en el que hicieron eclosión todos los dislates de los gobiernos de Mauricio Macri y Alberto Fernández en ocho años. Las dos alianzas que gobernaron la Argentina en la última década sufrieron a su manera el pase de factura electoral de una población harta de malos gobiernos o malos resultados.
En el caso de la alianza Juntos por el Cambio, el rechazo lo sufrió en carne propia el mismo Mauricio Macri cuando intentó volver a candidatearse como presidente y todas las encuentras de opinión lo ubicaron como el dirigente político con peor imagen. Macri tuvo que declinar su intención y esto en gran medida signó el futuro de Juntos por el Cambio.
Se sabe que el expresidente tolera malamente las frustraciones y le atribuyó a cierto sector de su partido la culpa por su propia imposibilidad de competir. Por eso, minó de todos los modos posibles la precandidatura de quien a comienzos de año era un número puesto, Horacio Rodríguez Larreta.
Todavía resuena una sentencia de 2022 de alguien que hoy ha abandonado la alianza. Elisa Carrió decía, al ser consultada por candidatos tan prematuros, que los que suenan tanto tiempo antes no llegan a presidente. Eso es lo que experimentó Rodríguez Larreta, que tuvo que tolerar que su mentor le colocara una competidora interna como Patricia Bullrich, que le terminó ganando por amplio margen. Pero esta victoria casi no pudo ser disfrutada por Bullrich porque casi en la misma noche de agosto de la victoria, se percató de que su jefe político jugaría a dos puntas de cara a la general, seducido por un Javier Milei con una cosecha extraordinaria en las PASO.
El libertario se presentaba no sólo como un candidato muy competitivo para la general sino también como un ejecutor más eficiente de los planes de Macri, porque la alianza con el radicalismo y la Coalición Cívica le impidieron -durante su gobierno- hacer el “bestial ajuste” que ambos consideran que debe hacerse en la Argentina. Dentro de su partido le reprochan a Macri no haber sido neutral cuando debía serlo (en la carrera a las PASO) y sí mostrarse equidistante cuando debería haber tenido un apoyo enfático a su candidata (de cara a las generales). Pero la estrategia se rebeló luego de la durísima derrota de Bullrich en las generales.
En el mismo momento en el que la sociedad le cobraba por segunda vez a Juntos por el Cambio el desastroso gobierno de Macri, él decidió un pacto a espaldas de su propia alianza para lograr que Milei fuera presidente. Experto en evitar la autocrítica, Macri emergió victorioso, gambeteando el juicio de un electorado que lo castigó, tanto en términos individuales como a su fuerza política, en 2019 y en 2023.
Cuál es su injerencia real en el gobierno de Milei es algo que está por verse pero también menos importante si nos rendimos a la evidencia de que sus ideas y el modo en el que piensa la Argentina están completamente reflejadas en el rumbo que eligió La Libertad Avanza. Un país completamente desregulado, diseñado como coto de caza para los grandes sectores concentrados de la economía y con la inmensa mayoría de la población sin ninguna protección ante las inequidades es el sueño lúbrico de toda la derecha vernácula desde siempre. Que los anteriores ensayos -el de la última dictadura, el del menemismo y el de Cambiemos- hayan terminado de modo desastroso no parece amilanar ni a Macri ni a Milei.
El experimento fallido del Frente de Todos
Para el peronismo y sus satélites el año fue aciago, por supuesto. Algo que se veía venir con fuerza a principios de 2023 terminó plasmándose ciertamente pero con matices. O al menos con algún suspenso. El oficialismo terminó consagrando la fórmula encabezada por Sergio Massa sobre el límite de presentación de candidaturas y luego de infinidad de idas y vueltas. Es cierto que a partir de allí pareció alcanzar la cohesión que no tuvo como coalición de gobierno durante cuatro años pero eso evidentemente tampoco alcanzó.
Varios factores confluyeron en la derrota del peronismo. Por un lado, es consecuencia de la mala administración que hizo la gestión Fernández de la crisis que dejó Macri. Por otro, sufrió condicionantes externos como la pandemia, la sequía y la suba de commodities por la guerra ruso-ucraniana que tuvieron una influencia decisiva. Pero también, el experimento del Frente de Todos arrancó fallido con una desarticulación política que nunca cesó y que se plasmó en un último año con casi un 200% de inflación y gran parte de la población sumida en angustia y desesperación.
Los errores del elenco de gobierno llevaron a Milei a la presidencia más que los propios aciertos del libertario. Para ser claros, es tan estrambótico que Milei sea presidente como hubiera sido el ministro de Economía de Unión por la Patria triunfara. Y así y todo, casi lo logra cuando en las elecciones generales de octubre logró el 37 % de los votos. La mención no es menor porque le permitió a Unión por la Patria tener una nada despreciable primera minoría en ambas cámaras del Congreso, lograr la reelección en la provincia de Buenos Aires y recuperar varias intendencias que estaban en manos de Juntos por el Cambio.
En un año tan magro, y pensando en el que viene, no parece una mala cosecha la de las generales. Pero viendo el modo en el que la candidatura de Axel Kicilloff apalancó la presidencial, queda la duda de qué hubiera pasado si en varias provincias no se desdoblaba la elección. ¿Podría el peronismo haber retenido alguna de ellas y además lograr los votos que le faltaron para ganar en primera vuelta?
Es materia de especulación y ucronía pero lo cierto es que se perdieron provincias clave y eso también fue un signo de lo que vendría. El PJ perdió en Santa Fe, Santa Cruz, Chubut, San Luis, Chaco, Entre Ríos y San Juan. En algunos de esos distritos abandonó una supremacía de largas décadas. Las características locales de las elecciones por supuesto que tuvieron influencia pero cuando se mira el cuadro general, es claro que la ciudadanía castigó allí también a la administración central.
Una parte de esa ciudadanía, quizás pequeña, hoy está en las calles protestando contra las primeras medidas de Milei. Otra parte, como es lógico, espera con paciencia que la refundación que propone el nuevo gobierno termine derramando en bienestar para las mayorías. Parece imposible, por el tenor de las medidas que se han tomado, pero eso deberá decirlo el tiempo. La política en 2024 será una constante noticia en desarrollo.
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