El oficialismo aún continúa atribulado por el intento de resolver una crisis en parte heredada y en parte generada por el acuerdo con el Fondo Monetario Internacional (FMI), las dilaciones en política económica y las internas que han regresado. En este sentido, los signos y los datos de las últimas semanas han sido inquietantes. El diálogo entre el presidente Alberto Fernández y la vicepresidenta Cristina Kirchner aparece nuevamente suspendido y la mesa de conducción tan reclamada en los momentos más críticos de la relación es una quimera que ya nadie añora.
El recambio de los ministros de Desarrollo social, Trabajo y Mujeres, Género y Diversidad generó no pocas críticas contra el presidente. El hecho de que la decisión de los reemplazos haya sido tomada en relativa soledad por Alberto Fernández no pudo ser ocultado ni siquiera por el auspicioso hecho de que más mujeres integren hoy el Gabinete nacional o el masivo acto que acompañó su jura. Desde ya que no es sólo la elección unilateral lo que molestó. Kelly Olmos fue recibida con cierta frialdad por el sindicalismo e incluso con críticas en los sectores más combativos. Su falta de expertise en el área y su pasado en el menemismo fueron sólo un par de los elementos que se señalaron.
Los actos de este lunes por el Día de la Lealtad parecen desarrollarse a caballo de estas dos situaciones, la perenne desunión del oficialismo y las aspiraciones electorales de ciertos sectores.
La decisión de los “gordos” e “Independientes” de la CGT de hacer un acto separado en Obras Sanitarias para lanzar una nueva corriente político- sindical tiene los signos de esta situación y el intento de presionar para incidir en la confección de listas. El mismo norte parece guiar a la convocatoria en el estadio de Laferrere que realizan las organizaciones sociales, los llamados “cayetanos”.
Tanto unos como otros resisten a la idea de suspender las PASO justamente por eso, la falta de contienda interna los pone a merced de quienes detenten “la lapicera” a la hora de pensar fórmulas y listas de legisladores nacionales, provinciales y municipales.
El acto más multitudinario, se espera, será el que reúna en la Plaza de Mayo a las dos CTA, el sector de la CGT que responde a Pablo Moyano, la Corriente Federal de los trabajadores, la Cámpora, el PJ bonaerense , un sinnúmero de agrupaciones y kirchneristas silvestres que irán al lugar natural para un 17 de octubre. La consigna de la convocatoria será ‘Unidad Nacional por la Soberanía con Justicia Social’. Nociones históricas lógicas para el peronismo pero que este contexto particular también configuran una crítica al estado actual o al menos una aspiración, más que una descripción.
A la desunión mencionada en la coalición de gobierno se suma la pérdida de soberanía ante las restricciones del FMI y un momento muy complejo de la Justicia social, en un país con sectores que disfrutan de una extraordinaria rentabilidad y una tasa de indigencia que crece al ritmo de la inflación.
Muchos de los discursos del lunes en la Plaza mixturarán el apoyo con la exigencia, el reconocimiento con la crítica. Es sabido, los movimientos populares consagran la lealtad y la unidad como elementos fundamentales porque son siempre los más amenazados por los poderes reales que buscan socavarlos.
Juntos por el Cambio acumula tensiones y un sector se vuelca a la ultraderecha
En la alianza opositora las cosas no parecen más simples. Esta semana, Mauricio Macri ofició de anfitrión en su casa de Acassuso a los principales dirigentes del PRO, la UCR y la Coalición Cívica. Algunos huéspedes calificaron como amenos los encuentros en los que Macri deleitó a los presentes con fragmentos de su flamante libro.
Incluso en el encuentro con María Eugenia Vidal, Horacio Rodríguez Larreta y Patricia Bullrich recitó pasajes de Para qué y el clima de beligerancia permanente entre los presidenciables del PRO pareció menguar. Al menos brevemente, porque un par de días después Patricia Bullrich criticó por redes sociales una ley vinculada a los barrios populares sin reparar en que no sólo había recibido el apoyo de su partido sino que además era un proyecto acuñado durante el gobierno cambiemita.
El chat de legisladores de Juntos por el Cambio ardió por estas críticas y algunos hasta sugirieron un documento público de censura a la presidenta del PRO. La cosa quedó en respuestas individuales a través de las redes pero el clima sostiene la sempiterna tensión de la alianza opositora que no acierta en calmar una interna que trasciende lo electoral pero se potencia por eso. La reaparición de Facundo Manes acusando a los halcones de apostar al caos de la Argentina para llegar al poder seguramente tampoco contribuyó a la armonía partidaria. La reunión de algunos dirigentes con el hijo de Bolsonaro mucho menos.
De cualquier modo, lo más preocupante de la derecha en la Argentina continúa siendo su agenda. Tanto Patricia Bullrich como Mauricio Macri ensayaron esta semana propuestas para modificar la ley de Seguridad interior y posibilitar que las fuerzas armadas puedan actuar en diversas situaciones represivas dentro del territorio argentino.
Desde “vamos a terminar con el curro de los derechos humanos” hasta esto, Macri y sus seguidores han recorrido un arco hacia la ultraderecha que alarma y preocupa a quienes defienden una democracia plena que aprenda de los horrores del pasado para construir un mejor futuro. Que a un sector de la dirigencia política le parezca plausible pensar en el Ejército, la Armada y las Fuerza Aérea actuando en situaciones internas de nuestro país muestra que el esfuerzo del Nunca más debe ser redoblado.
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