Darío Pfeiffer, uno de los dueños de la tradicional heladería artesanal «Helados Pfeiffer» de Eduardo Castex, brindó una entrevista sobre la historia del negocio y el legado de su padre, Moisés Pfeiffer.
«Somos una gran familia», comenzó diciendo Darío. La reconocida heladería castense nació en el año ´68 como iniciativa de Moisés Pfeiffer y su esposa, actualmente fallecidos. «Mi papá tenía un almacén y quiso hacer un curso. Fue a Buenos Aires y compró las maquinas para empezar», relató Darío sobre los comienzos de la empresa familiar. «En ese momento solo se consumía helado en diciembre, enero y febrero», explicó.
La iniciativa de la familia Pfeiffer por el año ´68 prosperó. «Empezamos muy de abajo pero bien», relató uno de los dueños de la heladería.
Moisés y su esposa tuvieron tres hijos. «Yo nací acá adentro, nací dentro de un balde de helado», contó con gracia Darío, uno de los tres hijos. El entrevistado resaltó que todos tuvieron la oportunidad de estudiar, y durante el verano trabajaban en la heladería. «Cuando me recibí me vine de Córdoba a trabajar de mi profesión, me casé y formé mi familia, pero siempre ayudando en la heladería». Actualmente dos de tres hermanos son socios y llevan adelante el negocio familiar. «Siempre fue una empresa familiar y en la familia siempre se ayuda», remarcó Pfeiffer.
Consumo
«Con el tiempo se fue modificando el consumo del helado, la gente también empezó a consumir en invierno y nos animamos a tener abierto todo el año», relató el entrevistado.
Antes se trabajaba con 6 gustos básicos: chantillí, dulce de leche, chocolate, frutilla, limón y vainilla. Después se fueron incorporando sabores nuevos. En la actualidad hacen alrededor de 60 o 65 gustos, cada temporada se agrega alguno nuevo «porque el mercado es la variedad». También trabajan con envasados, palitos, postres, bombones propios y tortas. «Cada cual tiene su dedicación», aseguró uno de los socios de la heladería. La empresa de helados distribuye sus productos a kioscos y mini mercados de la localidad.
«Las recetas originales son de mi padre, después se fueron modificando porque hay productos nuevos y nos fuimos adaptando, pero el toque original es de mi viejo», sostuvo Darío.
«Es una vida de trabajo, somos parte de esto. Uno a veces se cansa pero igual sigue, porque por suerte siempre el público nos reconoció, y eso es muy halagador», expresó.
«Los que se acostumbraron desde chiquitos a venir a la heladería, a tomar un helado y disfrutarlo, a dar un paseo, hoy ya son grandes y traen a sus hijos», dijo Pfeiffer con orgullo.
Legado
«Es algo imposible de dejar, esa magia de ver que un domingo venga la gente a disfrutar lo que vos estas haciendo es impagable». «Hay mucho amor en esto, el complemento final es el compromiso que uno le pone», finalizó Darío Pfeiffer, remarcando que lo más importante es el apellido que lleva uno. «Mi papá siempre remarcó eso, el apellido», expresó con profunda emoción el entrevistado.
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