Fueron años de calvario. Un día, Tomás no lo pudo soportar más. Se cansó de tanta humillación, de tanto daño, de tanto tormento.
Pasó en La Plata. Eduardo Alvarez buscó como siempre una excusa para ser el demonio. Discutió con Tomás por una moto, y lo atacó con salvajismo. Lo cortó, lo tajeó, lo humilló. Estuvo al borde del crimen.
Las amenazas se escucharon en la zona: «Te voy a matar a vos, y a tu vieja la voy a cortar en pedacitos», gritó. Como pudo, Tomás zafó de su atacante, buscó un arma, cerró los ojos y disparó. Fueron dos tiros. Alvarez terminó herido e internado. A Tomás se lo llevaron preso.
Ante el fiscal Marcelo Martini tanto Tomás como su madre Eugenia, pudieron contar los interminables años de calvario. Había pasado de todo. Había al menos seis denuncias que nadie había escuchado. Toda clase de tormentos.
Hasta este cuadro, Alvarez trabajaba en el Servicio Penitenciario. Según las denuncias, en otras ocasiones amenazó con matar a Tomás y a su madre, y hasta les efectuó disparos. Hubo más, Alvarez abusó de Eugenia y sometió a Tomás, hoy de 18 años, a tormentos sin límites.
Desde los 3 años cuando Eugenia se juntó con Alvarez, Tomás «fue molido a palos», dice la denuncia. «A Tomás lo agarraba con mangueras y con borcegos con punta de acero. Siempre fue violento con él», declaró Eugenia.
El fiscal entendió cómo eran las cosas, y ordenó la libertad de Tomás y la detención de Alvarez, entendiendo que el joven disparó para salvar su vida.
Pero los tiempos jugaron una mala pasada. Alvarez se fue de alta del hospital antes de la detención y el poco tiempo que tuvo lo aprovechó para volver a la casa y golpear otra vez a Eugenia.
Luego de esa paliza, lo detuvieron.
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