Para determinar quién fue el responsable del asesinato, la jueza Marcela López espera los resultados de los estudios del material orgánico hallado tanto en el cuerpo de la víctima como en la escena del crimen, para establecer si se pudo encontrar un perfil genético y compararlo con las muestras de ADN extraídas al changarín y a otras seis personas. Hasta ahora, la justicia había mantenido en reserva la existencia de este nuevo sospechoso.
Se trata de la primera persona que encontró el cuerpo de Lola, hallazgo que en la versión oficial había sido atribuido a un efectivo de la Prefectura uruguaya.
Según consta en el expediente, este hombre testificó que varias huellas humanas sobre los médanos lo condujeron hasta el cadáver de Lola, oculto donde comienza la vegetación y el monte, a 150 metros de la costa, el martes por la tarde. A los investigadores, ese dato les resultó inverosímil dadas las condiciones meteorológicas.
En los días en que estuvo desaparecida Lola, en la zona imperaban fuertes vientos y lluvias.
En el expediente judicial, no hay al momento otros elementos de sospecha que pesen sobre este hombre. La jueza, no obstante, ha ordenado medidas reservadas de prueba en su domicilio y en el entorno familiar, como también entre sus amistades.
La semana próxima, según se informó, se conocerá el resultado del peritaje realizado en el interior del automóvil de Tuzinkevich, que apunta a descubrir posibles rastros o manchas de sangre, al igual que en la casa rancho que alquilaba, de dos plantas y a una cuadra de la playa, en la zona céntrica del balneario. Ésta era la segunda vez que Tuzinkevich se instalaba en Valizas. El año pasado se había alojado con su familia a pocas cuadras de allí, en un hostal céntrico. El hombre, se supo, practicaba deportes a vela como kitesurf.
Pero, esta vez, la familia había adelantado las vacaciones y se había instalado allí el 13 de diciembre en la casa alquilada, junto a sus dos hijos: Valentín, de 14 años, hijo del primer matrimonio de Claudia, y la niña de la pareja, de tres años. La pareja convive desde hace ocho años, pero Lola sólo tenía una relación fluida y de intimidad con su madrina, confiaron las fuentes de la investigación consultadas.
De la lectura de los hechos que realizó esta enviada sobre la declaración de los 11 testigos indagados anteayer, a simple vista, no hay contradicciones sobre las primeras 24 horas de Lola en Valizas, que se repasaron una y otra vez.
ESTUDIO DE CONDUCTAS
Se supo también que todos los testigos, salvo la madrina y su esposo, aceptaron ser monitoreados por una semióloga. Sin embargo, el abogado de la pareja, Gustavo Bordes, objetó que las declaraciones de sus clientes fueran estudiadas y filmadas por esa especialista en la traducción de conductas humanas. Adujo que esa prueba violaba las garantías individuales y eran de «dudosa legalidad». Según las declaraciones a las que accedió ayer LA NACION, Lola llegó en ómnibus, desde Retiro, el sábado, a las 15, y la pareja la buscó en la estación. Los cinco fueron a la playa y a la noche cenaron pizza a la parrilla, preparada por Tuzinkevich.
Fuentes policiales y judiciales informaron que las discrepancias durante las indagatorias comienzan en la narración de los hechos luego de la cena ese mismo sábado: el centro de Valizas acogía un festival de batucadas. Valentín pidió permiso para adelantarse e ir con un amigo al «concierto». Lola y Tuzinkevich fueron juntos después. Su madrina, Claudia, se quedó en la casa para cuidar de la niña. Según consignan cinco testigos, Lola y Tuzinkevich fueron vistos juntos esa noche en distintos lugares céntricos. Finalizado el recital, Tuzinkevich relató que salieron a caminar a metros del mar, pues quiso mostrarle a Lola una vista panorámica de Aguas Dulces, y que luego regresaron, pasadas las 12, y se fueron a dormir.
Al día siguiente, nadie por fuera de ese grupo familiar vio a Lola. Sin embargo, con divergencias, los miembros de la familia relatan que luego del desayuno Lola le recordó a su madrina que hacía poco se había vuelto vegetariana.
Es por ello que Claudia le preparó especialmente un panaché de verduras en el almuerzo. Y, a las 14, Lola pidió permiso para ir a caminar. Los padres con la niña y Valentín bajaron a la playa media hora más tarde. Al ver que no llegaba pensaron que se había retrasado, pero a las 20, horario en que se retira el bañero, comenzaron a inquietarse. Radicaron la denuncia en la Prefectura de la zona pasadas las 21 y, en la policía local, recién a la mañana siguiente.
Luego sucedió lo que se conoce: su cuerpo en posición fetal, como enroscado sobre su costado izquierdo, fue encontrado semienterrado, en avanzado estado de putrefacción y con heridas cortantes en el cuello y el antebrazo.
Si bien todo deberá ser corroborado por una segunda autopsia en la ciudad de Montevideo, su cuerpo no presentaba signos de violencia sexual.
La ausencia de hipótesis que por ahora aventuren un móvil para el ataque, la falta de testigos e indicios generan un desconcierto para esclarecer este homicidio, el más complejo en la historia de esta ciudad uruguaya. Los memoriosos sólo recuerdan un caso similar tiempo atrás: el de una joven, asesinada de forma muy similar por su novio, en Santa Teresa, partido de Rocha. Fue asfixiada y su cuerpo, ocultado entre los médanos
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