En medio de las réplicas del terremoto político que causó la muerte del fiscal Alberto Nisman, Cristina Fernández de Kirchner está tildando todas las tareas pendientes antes de armar las valijas para viajar a China: mostrar el respaldo de Diputados, forzar un incondicional apoyo Justicialista por escrito, romper el silencio público en cadena nacional, retomar su agenda post-fractura de tobillo. Otro ítem presidencial se tachará mañana, cuando se muestre en la Casa Rosada con un irrestricto acompañamiento fotográfico de 17 gobernadores, incluso algunos que suscribieron incómodos el documento peronista. Los mandatarios no irán gratis. La excusa institucional es la firma del refinanciamiento de sus deudas.
El nuevo desahogo financiero para las siempre comprometidas cajas de los caciques provinciales viene con demora, ya el acuerdo con la Nación se renueva cada tres meses y la última firma data de septiembre del año pasado. El desfile de los mandatarios ante la mesa presidencial no podía ocurrir en un momento más adecuado para un oficialismo que enfrenta una de sus peores crisis de gobierno. El programa les posibilitó a las provincias cerrar el 2014 con un ahorro de $ 1800 millones con la anterior prórroga.
Los seductores fondos frescos, en el prólogo del año electoral, inclina la balanza para no rechazar la invitación aún a pesar de cierto malestar pejotista por la dureza del tono de la defensa pejotista del jueves pasado. Allí, el PJ rosado prevaleció ante el PJ naranja, encarnado por el bonaerense Daniel Scioli, que aconsejaba más cautela y menos teorías de complot en el documento partidario. «Salimos con los tapones de punta en lugar de plantear que la Justicia debía investigar primero», lamentan los perdedores de la pulseada.
Un dato más que anecdótico del cónclave pejotista: el texto con la pluma de Balcarce 50 fue leído por el apoderado partidario, el diputado Jorge Landau y no por su presidente, el gobernador jujeño Eduardo Fellner.
Las críticas provinciales, como ya es moneda común, son a puertas cerradas. Tampoco se las plantean a la Presidenta, a la que ven de cerca apenas unos segundos durante el acto.
La única voz que se escuchó fue la del ministro de Asuntos Agrarios bonaerense, Alejandro Rodríguez, que consideró que el documento tenía un «innecesario». Su jefe político, en cambio, tras transitar un camino ultra K en el último tiempo, retomó la más ambivalente senda sciolista. «Se podrá estar de acuerdo con la Presidenta en algunas decisiones y en otras no, pero de ninguna manera se puede aceptar que se la pretenda asociar con pactos con terroristas», opinó ayer el gobernador bonaerense, el presidenciable del oficialismo menos vehemente en la defensa presidencial. A excepción del ministro de Transporte Florencio Randazzo, que guarda un llamativo silencio desde que Nisman fue hallado sin vida en su departamento.
«Ellos tienen sus propias elecciones y con ésto se juegan el pellejo», los entiende un conocedor del cambiante ánimo peronista. En la Rosada son menos comprensivos. Por eso la foto de 17 mandatarios junto a Cristina Kirchner es codiciada.
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