En inmediaciones del Puente Negro, junto al arroyo Ludueña, en la parte más pobre del pauperizado barrio Parque Casas, los vecinos ya están avivados. «Acá nadie los va a mandar al frente porque vos sabés cómo es: los mandás al frente, ellos ponen la moneda a la policía y antes de que vuelvas de la comisaría ya te balearon la casa». La reflexión de una doña de Calvo al 1300 pone contexto al asesinato de Joana Galarza, de 23 años y madre de dos hijos de 2 y 4, quien fue asesinada la medianoche del martes en Cavia y Washington de al menos 4 puntazos.
«Yo soy el padre de Joana. No quiero que el crimen quede como el de un loquito celoso. Este hijo de puta la mató porque le pidió plata prestada para pagar una deuda de drogas. Y como ella no se la consiguió, la hincó cuatro veces con un cuchillo», contó el hombre, ahogado por ese dolor que rompe toda lógica.
Destino. La historia de Joana es la de una generación de jóvenes que quedó expuesta al destino en los barrios más empobrecidos de Rosario donde la dinámica, hoy por hoy, suele ser manejada por el vendedor de drogas. Joana es una de la docena de Rosa y Jorge. Cinco años atrás la joven comenzó una relación con Pablo, «Junior» para la gente del barrio, que vivía a metros de la casa de los Galarza, en Calvo entre Cabassa y Washington.
Pablo y Joana tuvieron un hijo y se fueron a vivir a Corrientes, donde el muchacho tiene familia, pero debieron regresar a Parque Casas porque el bebé enfermó de meningitis. Por esa razón el pequeño tiene una traqueotomía pero con la frescura que sólo tienen los niños, le tomó el tiempo a su mala fortuna y se dio cuenta de que tapando con el dedo el tubito que lleva en la garganta puede hablar. Ayer, vestido con una camiseta de Boca, era el foco de atención de sus parientes. Al volver a Rosario le nació una hermanita, que hoy tiene 2 años y que Joana llevaba en brazos al momento de ser atacada.
A ese duro cuadro se le sumó que en Corrientes Junior estaba detenido con salidas laborales y debía presentarse a firmar en una oficina judicial. Pero al volver a Rosario incumplió ese beneficio y semanas más tarde volvió a caer.
Así, preso a más de 600 kilómetros de su familia, Junior se enteró de lo que le pasó a la madre de sus hijos mientras la familia ayer giraba los papeles que acreditaran la paternidad de los hijos de Joana para que la Justicia correntina habilitara su trasladado para estar unos minutos en el velorio.
Andy. Parque Casas es un barrio pobre. Y la zona del Puente Negro, esa vieja pasarela que antaño usaban sólo los carreros, lo es aún más. Zanjas pestilentes, ramilletes de cables colgados de la red y un incesante peregrinar de vecinos en motos y autos viejos.
Allí relatan que Washington y Cavia es territorio de una banda que vende drogas y que es conocida como «Los Peque», «Los Chechos» o sencillamente «Los R» por el apellido del principal sospechoso de haber matado a Joana: un pibe de 19 años conocido por el apodo de «Andy» que los investigadores presentaron como «novio» y que el padre de Joana definió como «un amigo de ella».
En el vecindario ayer se oían malos conceptos sobre Andy: adicto, soldadito, pendenciero, «carteludo», como en la jerga se le dice al que se quiere hacer un nombre en el mundo del delito.
«Mi hija era amiga de él, como es amiga de un montón de pibes de ahí. Ella siempre va para allá atrás», comentó Rosa arropada entre sus parientes, sentada en la vereda de su casa esperando que las horas pasaran para que le entregaran el cuerpo de su hija.
Mortal. «Anoche (por el martes) ella fue con un amigo y la beba de dos años en brazos para allá (por Cavia y Washington). Al rato volvió el pibito corriendo y nos dijo: «Andy le pegó una puñalada a Joana». Andy también le quiso hincar a la nena de dos años, pero mi hija la cubrió con el cuerpo», recordó Rosa.
Joana recibió al menos cuatro puntazos, uno de ellos en el pecho. Los investigadores trataban de establecer ayer si la mujer fue atacada en la vía pública o en el interior de un domicilio. Fue llevada por un vecino al Hospital Alberdi (ver aparte), donde la evaluaron y derivaron al Clemente Alvarez. Pero fue poco lo que pudieron hacer. La estocada en el pecho terminó siendo mortal.
A las 8.30 falleció. Seguramente su nombre se hará «tinta» —como algunos llaman al tatuaje— entre su gente. Anoche el muchacho apuntado por el crimen, investigado por el fiscal de Homicidios Miguel Moreno, continuaba prófugo.
“Como no le consiguió una plata la mató, estaba reloco”
“Un vecino la llevó al hospital Alberdi. Fui para allá y pude hablar con ella. Sólo me dijo «mami, quedate tranquila y cuidame a mis hijos». ¿Por qué la apuñaló? No me contó nada”, dijo la mujer entre lágrimas.
Fue entonces cuando su esposo se levantó de la silla y pidió hablar con el cronista. “No quiero que esto quede como que un loquito celoso mató a mi hija. Este hijo de puta le pidió plata a ella para pagar una deuda de drogas que él tenía y como mi hija no se la consiguió, la apuñaló. La mató con mi nietita en brazos. Dicen que (Andy) estaba re loco, re drogado, ¿por qué no lo agarran?”, dijo dominado por la angustia.
Mientras tanto la beba de dos años y dos meses pasaba de brazo en brazo en la vereda de la vivienda de una de sus tías identificable por la leyenda “Casa de oración El reino de Dios. Iglesia La Roca de la Vida”. Y, con sus tiempos de bebé, contaba lo que había visto.
Otro crimen en la misma familia
No es la primera vez que la familia Galarza se ve sacudida por un crimen. Joana era tía de Fabio Sebastián Zamora, un chico de 17 años que recibió un tiro en la cabeza la noche del 15 de febrero de 2014 frente a su casa de Calvo al 1300. Su madre dijo que tres jóvenes llegaron a la puerta de su casa, discutieron con el pibe, lo balearon y se fueron. El chico siguió el mismo camino de Joana: fue llevado al hospital Alberdi y desde allí al Heca, donde quedó conectado a un respirador artificial con muerte cerebral. Murió 48 horas más tarde. “Fueron los mismos que mataron a Joana. ¿Y sabe qué? Nadie hizo nada”, se quejó un miembro de la familia
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