Sergio Massa, Daniel Scioli y Mauricio Macri. No importa el orden que les asignen hoy las encuestas, los tres candidatos y principales adversarios en la carrera presidencial, tienen en común algo más que su idéntica aspiración de alcanzar la Primera Magistratura de la Nación cuando en octubre próximo los argentinos concurramos a las urnas a elegir al nuevo inquilino que habitará la Casa Rosada hasta el 2019. Los tres presidenciables que hoy encabezan los sondeos de intención de voto, en mayor o menor medida, se valen también de «Ellas» para ganar espacio en los medios y definir parte de su posicionamiento político y mediático de cara al comicio.
Karina Rabolini, Malena Galmarini y Juliana Awada, el trío de «primeras damas» de la política vernácula se han transformado, a su modo, con más o menos suerte, en estrategas de campaña en un campo menos formal y rígido, que no por ello deja de ser explotado por los candidatos. Cada una con un perfil distinto y definido, se han sumado a la ardua faena de captar votos para sus maridos. Y no necesitan ser candidatas a nada para lograrlo.
Elegancia, belleza, glamour, carisma, buen nivel de conocimiento en la opinión pública y un halo de familiaridad que desestructura al candidato y muestra su costado más «humano» pero, sobre todo, olfato para detectar oportunidades a la hora de salir a potenciar su imagen en los medios, parecen ser cualidades sine qua non para ocupar el rol de «compañera» de cualquier político que en estos tiempos aspire seriamente a llegar a la cima.
El recurso, recurrente en las campañas electorales americanas, es de eficacia comprobada. Lo dice Fabián Perechodnik, director de Poliarquía: «Las esposas y la familia son una parte imborrable de las campañas electorales y acompañan el posicionamiento de los candidatos». Las pruebas están a la vista.
Por lo pronto, la instaladísima Karina Rabolini milita hace tiempo y de manera sostenida en la campaña presidencial de su marido. Pero además, hace más de siete años que, a la par de su agenda empresaria, está al frente de la Fundación del Banco Provincia (BAPRO), donde despliega tareas de beneficencia en todo el territorio bonaerense. Por estos días, también acompaña al gobernador en sus hiperkinéticas recorridas de campaña por la costa. Su imagen, siempre impecable, y su calidez en el trato son un imán para los sectores populares, pero también para los flashes, a los que Karina encandila sin el menor esfuerzo. «Tiene un estilo político que va en sintonía con el de Scioli», analiza Perechodnik.
Con una impronta diferente y un perfil más bajo, pero que va levantando poco a poco, Malena Galmarini se lanzó a fines del año pasado a disputarle ese territorio a Rabolini recorriendo el país para instalar la agenda de género del Frente Renovador (FR). Desde principios de enero, la esposa de Massa, a quien la política no le es ajena desde la cuna (es hija del ex secretario de Deportes de Carlos Menem, Pato Galmarini, y de la exdiputada Marcela Durrié), se viene mostrando junto a su marido en actividades proselitistas. Esta semana, sin ir más lejos, se la vio al lado de Massa en Pinamar con integrantes de las Leonas y los Pumas, la boxeadora Marcela Tigresa Acuña y los automovilistas, Emanuel Moriatis y Luciano Ventricelli. Como funcionaria del municipio de Tigre y años de militancia encima, Malena también cuenta con un trabajo social en su haber que la distingue de sus «rivales». Es, además, la más «rebelde» de las tres, al punto que no siempre sus declaraciones y opiniones van en línea con las de su marido. Basta recordar que, tras el robo en su casa de Tigre, en plena campaña electoral 2013, mostró su faceta más vehemente cuando la emprendió contra Scioli en los pasillos de un canal de TV. «Con vos todo mal, pedazo de forro», le gritó en la cara. Ese costado temperamental de la tigrense está siendo estudiado al milímetro por la imitadora Fátima Florez, que piensa sumarla a su lista de personajes políticos, este año, en la vidriera de Showmatch.
La más esquiva a la política, aunque se prepara para asumir un rol más protagónico a medida que avance la campaña, es la esposa del jefe de gobierno porteño. Elegante y sencilla a la vez, Juliana Awada, se limita por ahora a acompañar a Macri en sus recorridas por el país y no parece interesada en la función pública.
Las tres, con estilos diferentes y sello propio, tienen, no obstante, un sueño que las iguala: llegar a la Casa Rosada el 10 de diciembre de la mano de su marido presidente. ¿Quién lo logrará?
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