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Jorge Raúl Ariztegui, rodeado por sus muchachos. Tres que se la juegan (Fotos de Javier Cortez).
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Por una sana ocurrencia del histórico relator Mario Ezcurdia, el campeonato de jineteada en su versión Bodas de Oro logró contar con la presencia de Jorge Raúl Ariztegui, pero por triplicado. Porque si estaba bueno que el más grande jinete de todos los tiempos volviese al ruedo que lo consagró campeón en 10 oportunidades y en las tres categorías, hazaña que ningún otro jinete pudo igualar, qué mejor que lo hiciese en compañía de sus hijos mellizos en representación de la Provincia de Buenos Aires. Lo que se dice un lujo casi asiático que solo este Festival Nacional de Doma y Folklore podía ofrecer.
Fue producto de portar un apellido ilustre, que desde el jueves pasado miles de ojos pueden disfrutar de la presencia del más grande de todos montando en la categoría Bastos con encimera, mientras que Jorge Raúl (como su padre) lo hace en Gurupa sureña y Juan Carlos (igual que su tío, que perdió la vida mientras jineteaba al Zorro, un legendario reservado) en Crina limpia.
Y como no podía ser de otra manera, se los ve a gusto juntos en una actividad tan dura como peligrosa, pero que por una cuestión «genética» es que padre e hijos comparten una misma pasión.
«Venir con los hijos me dio ánimo para volver. No estaba retirado, ya que seguía haciendo montas especiales, algo que reditúa más ganancias que andar 10 noches seguidas; y como no tuvimos que clasificar, es que aceptamos la invitación. Es probable que de otra manera no se hubiese dado así, ya que capaz que ni clasificábamos», señaló con una sonrisa cómplice el gran Ariztegui.
De tal palo
«Arrancamos de grandes porque, pese a que a papá lo acompañamos siempre, no nos nació de chicos. Recién a los 18 años y luego de andar con amigos por distintos campos, es que tomamos la decisión de comenzar a montar, y acá estamos «, señaló Juan, aclarando que la decisión fue absolutamente personal, que en ningún momento el padre los incentivó a seguir su mismo camino.
Como de sobrepique, Jorge, quien como era de esperar viene entreverado entre los punteros en la categoría Gurupa, resaltó: «Venir con papá, al que consideramos el mejor de todos, es un orgullo y un placer. Y nos da una enorme tranquilidad que esté en el palenque dándonos un consejo, ordenando las pilchas, y acomodando el caballo para que salga bien parado cuando nos toca jinetear».
«Hubo un momento en que ellos pudieron haber arrancado de más chicos, pero yo no los dejé. Me pareció que era peligroso a los 10 u 11 años que tenían en ese momento. Prefería que estudiaran», señaló Jorge padre.
Recuerdos de ayer
Pero el más grande de todos también empezó de grande, ya entrado en los 17, pese a haber tenido como referente a su padre, Carlos, quien en su Tandil natal, cuando tan solo había tres o cuatro jineteadas al año, siempre salía campeón.
«Recuerdo una oportunidad en que mi padre quizo desafiar a un caballo de Rauch, conocido como El Alma Endiablada, pero yo le pedí que no lo hiciera y no lo montó finalmente», contó Jorge sobre Carlos Ariztegui, su padre, que en la época del desafío tenía 51 años.
Hoy, Jorge tiene 54, lleva 37 años de carrera profesional, está sano, entero y sigue jineteando. A su padre, lo perdió hace cinco años.
En cuanto a su retiro, Ariztegui asegura que no está entre sus planes todavía y, con un guiño de ojo, responsabiliza a quienes organizan jineteadas en distintos ruedos del país que siguen contratándolo con mucha frecuencia: «Es que son ellos quienes me invitan a seguir. Me plantean desafíos lindos, y por eso acepto. Eso sí: el día que tome la decisión, no monto más. A eso lo tengo bien en claro».
De los 10 títulos que acumula Ariztegui en Jesús María, la mayoría es en Crina limpia, la más difícil de todas y llegar hasta ese récord le implicó unos cuantos aprendizajes: «Recuerdo que cuando empecé, mi hermano Juan Carlos me decía que tenía que corregir el rebenque porque lo estaba utilizando mal. Y tenía razón: la cuestión no es pegar, sino acompañar con el brazo el movimiento del animal. Ahí, floreando el rebenque, es que se logra el equilibrio».
En ese imaginario juego de parecidos, los mellizos no pudieron evitar reflejarse en ese padre, un pedazo de historia viva de este deporte que tantas multitudes convoca. Por eso, no deja de emocionar que una nueva generación de Ariztegui, por duplicado, pueda seguir extendiendo la fama bien ganada. Por donde la vida los lleve, Juan y Jorge portarán el apellido que es sinónimo de magia arriba de un reservado. Y eso es fantástico.
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