A un día y medio del homicidio de Marcos Maximiliano Luquín (27), el joven que fue asesinado en la Unidad 4 el martes a la tarde, la Justicia Federal no tiene grandes indicios sobre los autores del hecho. El juez subrogante a cargo de la causa, Enzo Rodríguez Diéguez, ordenó ayer una requisa en el lugar y pidió al SPF el listado y las actividades de los internos además de un croquis del pabellón. En el lugar se secuestraron algunas facas y personal de Criminalística levantó algunas huellas. También el magistrado solicitó las grabaciones de las cámaras de vigilancia instaladas en el pabellón 1 bajo en las que, a priori, no pudo verse nada sobre el episodio.
«Sucede que la cámara está instalada en un extremo del pabellón y solo logra registrar lo que sucede a escasos tres metros porque la imagen se quema con luz que entra por una ventana», dijo ayer una fuente judicial. Y agregó: «Aún no se han tomado declaraciones, ni a los guardias, ni a los involucrados, ni a los testigos. Tampoco tenemos imputados y ni siquiera los heridos que fueron llevados al Lucio Molas con Luquín quisieron hablar. Vamos a pedir también la grabación de una cámara de mano que utilizó la requisa cuando entró al lugar para disuadir la pelea».
Los investigadores señalaron que una de las hipótesis es que el enfrentamiento se inició por una disputa entre santarroseños y piquenses. «Luego de la resolución del Superior Tribunal de Justicia para traer a los presos pampeanos a la provincia, muchas cosas cambiaron. Hubo que reordenar el penal y todos los provincianos fueron alojados en el pabellón 1 bajo. Lo más problemático es que muchos internos vienen de cárceles de máxima seguridad -Rawson, Viedma, General Roca- y no son gente tranquila», relató la fuente consultada.
Vida y obra.
La muerte precoz de Marcos Maximiliano Luquín fue el corolario de los años que el joven estuvo al margen de la ley, en medio de una violencia oscura. Si pudiera hacerse una retrospectiva de su última década, veríamos cómo desde adolescente, el ambiente delictivo lo cautivó y no lo dejó escapar.
Cuando aún no había cumplido 18 años y su nombre no figuraba en las páginas de la crónica roja, Luquín era un numero puesto en las comisarías de la ciudad. Los policías de la Seccional Segunda lo tenían marcado. Su primera aparición en este diario fue el 25 de diciembre de 2008.
La noche de Navidad, el joven de 20 años participó de un enfrentamiento entre bandas de Zona Norte que dejó como saldo a tres heridos de bala. A las 3.45, sobre la calle Piedras al 1800, los enemigos del barrio resolvían sus problemas a los tiros como en un Western y Luquín disparaba desaforado una pistola 9 milímetros marca Bersa. A su lado, tirando a diestra y siniestra, estaba su cómplice y amigo Sergio Manuel «El Diablo» Bustos.
Con la Bersa, Marcos hirió a dos hermanos del bando contrario de apellido Torres: a uno le atinó un disparo en el abdomen, al otro en una pierna. Cuando los policías intentaron frenar el conflicto, las bandas se olvidaron de la disputa y unieron fuerzas para batirse contra los uniformados. El último en abandonar el tiroteo fue Luquín. Lograron detenerlo luego de que una bala le perforara el estómago. El arma que usaba -se supo más tade- era robada.
Tres semanas después, el 17 de enero de 2009, Sergio Manuel el «Diablo» Bustos (20), el compinche de Luquín que había zafado de ser capturado en el tiroteo, falleció cuando se chocó de frente un contenedor de basura. Murió en el acto, a las 4.10 de la madrugada, luego de impactar con su moto contra un volquete instalado en la esquina de Avenida Luro y O’Higgins.
Asaltos.
Para 2011, Marcos Maximiliano ya tenía una reputación en el ambiente del hampa y en el mes de noviembre cometió dos asaltos violentos junto a otros cómplices de Zona Norte. En el primero, le robaron a una mujer y a su hijo a punta de cuchillo. Tras tenerlos de rehenes durante algunos minutos, se llevaron un equipo de música, un televisor, un reproductor de DVD y otros elementos de valor.
Días después, el 11 de noviembre, Luquín y cuatro amigos rompieron la puerta de un almacén ubicado en Stieben y Reconquista y, a punta de cuchillo, redujeron a la propietaria de 77 años. Lo que los asaltantes no sabían era que el marido de la mujer, que estaba en la parte trasera del negocio, iba a aparecer con una escopeta en la mano para abrir fuego. El disparo no alcanzó a los asaltantes, sin embargo le dio a un frasco de caramelos que se partió en mil pedazos y uno de los vidrios que saltaron, le produjo a Luquín un corte profundo en su ojo izquierdo.
Luego de ser condenado a tres años de prisión por los robos calificados, el joven pasó unos meses en una penitenciaría de General Roca y a mitad de 2012 lo trasladaron a La Pampa donde comenzó a gozar de salidas transitorias. Sin embargo, durante una de ellas, tomó la decisión de ser libre ilegalmente, antes que estar preso de la ley. No volvió a aparecer por la U4.
Meses más tarde, el martes 23 de abril de 2013, la Brigada de Investigaciones lo capturó cuando estaba por ingresar a su vivienda en la calle Suipacha al 900. Mientras estuvo prófugo, se lo acusó de haber asaltado a una pareja en octubre de 2012. Desde entonces, cumplía una condena a cuatro años -le anexaron uno por haberse fugado- e iba a salir en junio de este año.
Fuente: LaArena.com.ar
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