El 2021, finalmente, también es «el año de la pandemia», como 2020. Las particularidades pampeanas: menos restricciones, la convivencia política, algunas confusiones, las respuestas que faltan y la evidencia brutal de la injusticia del sistema capitalista.
Una de cal…
En un contexto generalizado de enorme preocupación y riesgo, La Pampa pudo durante la semana que se fue sostener las políticas que viene implementando para enfrentar la pandemia, con la intención de afectar lo menos posible la vida cotidiana y no paralizar la actividad económica.
El Gobierno Provincial se dio lo que en este momento es un lujo: anunciar que las limitaciones y restricciones serían, en este marco de la segunda ola, las mismas que se venían registrando hasta entonces, aunque algunas horas después hubo ciertas contramarchas o por lo menos confusiones.
En ese sentido, el parate de los shows musicales en vivo repercutió de modo negativo en el sector, puesto que la situación asoma por lo menos como desigual respecto de otras actividades que, en condiciones similares, mantienen su cotidianidad.
Desde ya que los anuncios generales no son una victoria exactamente, sino apenas la comprobación de que hay lugares que la pasan peor, e incluso la advertencia respecto de cuál puede ser el destino inmediato, en el corto plazo, si no se exacerban las medidas de cuidado necesarias que ya se conocen de memoria.
Ante la severidad de ese aviso por parte del Gobierno, algunas entidades intermedias eligieron ser previsoras aun cuando incluso se excedieran en esa prevención: así resultó que se suspendieron o postergaron algunas actividades deportivas, tanto oficiales como amateurs, más que ante el peligro de que se registraran contagios ante la posibilidad de que no se respetaran del todo los protocolos.
Se viene insistiendo en diversos ámbitos sobre las situaciones en que, en general, se producen esos contagios: se trata mayormente de encuentros sociales, buena parte de ellos clandestinos y masivos, donde no solo hay relajamientos sino directamente falta de cuidados y en algunos casos hasta conductas provocativamente desaprensivas.
Eso no debería impedir ver algunas otras realidades, como las que por ejemplo expuso en esta semana que se fue el Centro Empleados de Comercio, que reveló con los resultados de una encuesta representativa que un importante número de personas del sector se contagió en sus lugares de trabajo.
De ahí que el sindicato reclamara públicamente a las patronales que no incumplan las medidas elementales y que pongan a disposición de empleados y empleadas los elementos básicos para que las personas estén lo más cuidadas posibles.
El otro planteo se hizo directamente al Estado: trabajadores y trabajadoras de comercio, que en algunos casos fueron señalados como «esenciales» desde el inicio mismo de la cuarenta, aspiran a estar entre las prioridades de los sectores a ser vacunados.
La aspiración es tan legítima como la de trabajadores de otros rubros que se consideran expuestos, pero choca contra la realidad: lo que impide que más personas sean incorporadas a ese trámite ahora tan deseado es justamente el faltante de vacunas.
…y una de arena…
La desigualdad entre los países privilegiados y los que no son ricos -una característica del capitalismo de cada día- ha quedado expuesta en la situación pandémica posiblemente con una brutalidad nunca antes conocida, y como enseñanza final de una época que cuando comenzó despertaba algunas miradas cándidas ante la idea de que un tiempo oscuro también sería propicio para que se desperdigaran la solidaridad y la justicia.
Lejos de ello, la pandemia y sus consecuencias políticas, personales, económicas, lo que hicieron fue potenciar las peores caras de un sistema que tiende a que cada quien busque su propia salvación y a que los poderosos hagan pesar con más fuerza su lugar de reyes de la jungla.
En el caso de nuestro país incluso quedaron desactivadas aquellas medidas que se implementaron con acuerdo mayoritario para tender un salvavidas a los sectores menos pudientes: el IFE para auxiliar a los más desposeídos o los ATP para que las pequeñas y medianas empresas accedieran a un alivio que no eliminara fuentes laborales pasaron a mejor vida y quizá deba ponerse en análisis su reposición.
En el medio de ese proceso, lo más ricos entre los ricos patalearon porque se avanzó en el cobro de una suerte de impuesto a la riqueza por única vez, otra de las herramientas que tendrían que extenderse si se toman en cuenta las dificultades del Estado para conseguir recursos que le permitan afrontar lo imprescindible e importante.
Frente a ese panorama es que la situación pampeana asoma como más amigable por lo menos: se trata de una comunidad pequeña, en la que los egoísmos desde ya existen pero acotados respecto de las grandes urbes donde nadie conoce a nadie, y de una sociedad acostumbrada a que el Estado manifieste de diversos modos su presencia.
Eso, en los primeros pasos de la nueva época, no evitó ciertos vicios como la violencia policial, pero si se mira el panorama en proceso también es notable por ejemplo cómo la convivencia política ha sido uno de los rasgos, aun cuando pueda haber disidencias entre adversarios y pese a que los dirigentes locales son en general representación de figuras nacionales.
Salvo en algunas semanas de «oposicionismo» exacerbado, con movilizaciones innecesarias que tendían a la confusión, las fuerzas que no son oficialistas en nuestra provincia mantuvieron dosis apropiadas de oportunismo, madurez y colaboracionismo en el mejor de los sentidos.
Eso ha sido reconocido por el gobernador Sergio Ziliotto, con las excepciones del caso, que en general son las de dirigentes con comportamientos miserables que se prenden en espejo a lo que formulan referentes porteños y poderosos medios de comunicación de ese mismo territorio.
Aun en ese clima, distante de los comportamientos belicosos que caracterizan a otras latitudes, el Estado pampeano tiene respuestas que dar: el reclamo de sectores de la Salud Pública que se sienten desatendidos debe ser prioridad, del mismo modo que una mejor información relacionada con la continuidad o no de la presencialidad en los establecimientos educativos, un tema donde en general la dirigencia estatal ha ido a la cola de los pataleos de opositores oportunistas o corporaciones mediáticas.
También hay coletazos económicos ya vigentes o que se ven venir, entre sectores empresariales especialmente castigados (la gastronomía es claramente uno de ellos) que esperan alguna nueva respuesta del mismo Gobierno y del mismo Banco de La Pampa que ya dieron el presente en 2020, cuando se creía que ese era «el año de la pandemia» sin calcular que este 2021 de segunda ola sería igual o peor.
Fuente: Diario de La Pampa
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