En el Centro Cultural Médano de General Pico, cada lunes y jueves, se teje una historia de superación y esperanza. Allí, en la extensión áulica dependiente del Ministerio de Educación de La Pampa, Anita, una mujer de la tercera edad, se enfrenta al desafío de aprender a leer y escribir. A sus 70 años, decide dar el paso más grande de su vida: romper con las barreras que durante décadas le impidieron acceder a una herramienta tan esencial como lo es la lectura. Y lo hace con valentía, entre cuadernos, letras y el apoyo de su maestra, Laura.
LEER TAMBIEN: GENERAL PICO: De Abuelas a Estudiantes: El Impresionante Viaje de Mujeres que Aprenden a Leer y Escribir-Video
«Es muy feo no saber leer», dice Anita con una sinceridad que conmueve. «Porque te preguntan una cosa y vos tenés que imaginarte, ¿qué hago? ¿Qué es esto?» La mirada de Anita refleja años de incertidumbre, de sentirse limitada por algo que, para muchos, parece tan básico: la lectura. Pero lo que para ella fue una asignatura pendiente durante toda su vida, hoy se convierte en su mayor desafío y motivación.
Anita nació en Unión San Luis, un pequeño pueblo donde, como tantas otras familias de su época, la prioridad era trabajar para sobrevivir. «Mi papá no nos pudo mandar a la escuela, éramos 9 hermanos. Tenía que trabajar desde muy chica, cuidar vacas, animales», recuerda. A los 10 años, Anita comenzó a ayudar en las tareas del campo, y desde entonces, el estudio pasó a un segundo plano. «Era trabajo bruto, todo el día en el campo. Estudiar no era una opción», cuenta.
A pesar de los años de esfuerzo y sacrificio, la necesidad de aprender nunca desapareció. «Cuando me casé, mi esposo era hechero. Y yo tenía que estar a su par, todo el tiempo trabajando. Siempre sentí que me faltaba algo», explica. Aunque la vida de Anita estuvo llena de momentos difíciles, entre ellos la pérdida de su hijo de 11 años en un trágico accidente, la motivación por mejorar y aprender nunca dejó de crecer en su corazón.
Hoy, con tres hijos, ocho nietos y una fe inquebrantable en Dios, Anita decidió dar el paso más grande de su vida: ingresar a la escuela. «Siempre pensé que no podía, pero ahora que estoy aquí, sé que sí puedo», afirma con una sonrisa de esperanza. Anita comenzó a cursar en la extensión áulica del Centro Cultural Médano, bajo la tutela de la maestra Laura, quien, con paciencia y dedicación, guía a Anita en su camino de aprendizaje. «Ya estoy escribiendo, por lo menos mi firma», dice con orgullo, mientras mira su cuaderno, un símbolo tangible de su esfuerzo.
Lo que para muchos sería un simple aprendizaje, para Anita representa una nueva oportunidad en la vida. «Lo más feo de no saber leer es que te pueden decir: ‘Firma acá’. Y vos no sabes qué estás firmando», explica. Y es que, para una mujer que pasó su juventud trabajando en el campo, sin la posibilidad de estudiar, el poder aprender a leer y escribir es una forma de recuperar el control sobre su vida.
Anita no solo busca aprender por ella misma, sino también por sus hijos y nietos. «Mis hijos me siguen, me buscan para todo. Si yo no estoy, ellos se sienten perdidos», cuenta, y su rostro refleja el orgullo de ser un ejemplo para las nuevas generaciones. «Estoy agradecida con todo lo que Dios me da», dice, sin perder la fe que siempre la ha guiado. Su nieto, que la acompaña en este proceso, también es parte fundamental de su aprendizaje. «Me enseña, me dice: ‘Abuela, esto no, esto sí’. Pero yo sé que lo voy a lograr», asegura Anita, con la misma convicción con la que aborda cada nuevo desafío.
«Cuando termine la primaria, quiero seguir», dice Anita con firmeza. «Antes de que Dios me lleve, tengo que hacer más. Quiero seguir adelante». Y así, con la esperanza intacta, sueña con continuar sus estudios. «¿Secundaria? Claro. Y luego la universidad. Porque para Dios no hay nada imposible», afirma, con una mirada decidida y un brillo de confianza en sus ojos.
La historia de Anita es un recordatorio de que, en la vida, nunca es tarde para aprender, para soñar o para luchar por lo que uno quiere. A los 70 años, Anita demuestra que, con coraje y fe, no hay barreras que no se puedan superar. En el Centro Cultural Médano, bajo la guía de su maestra Laura, cada lunes y jueves, Anita no solo aprende a leer y escribir, sino que también está reescribiendo su propia historia, una historia de esperanza que inspira a todos los que la rodean.
enbocadetodoshd.
Deja tu comentario!