Un despensero de 63 años, en un lenguaje llano y coloquial, le habló al joven que le había robado como si fuera su hijo. Le dijo que lo disculpaba porque era una “criatura”, que en el momento del robo le hubiera querido dar un “correctivo” y que supiera que todo acto tiene sus “consecuencias”. El joven, de 19 años, se lo agradeció, le pidió disculpas, aseguró que su vida había cambiado y se comprometió a devolverle el dinero que le sustrajo.
Todo ello ocurrió inesperadamente, ante la sorpresa del juez de audiencia, Daniel Sáez Zamora y de los 23 alumnos/as de quinto año del colegio secundario “9 de Julio”, que habían asistido a la audiencia. A tal punto que el propio magistrado, le manifestó al acusado –después de anunciarle que quedaría libre en ese mismo momento–: “Mi deseo es encontrarlo en la calle, pero no verlo más acá”.
Esas escenas fueron las que se vieron, porque en el medio del juicio hubo, además, un encuentro privado entre el agresor y la víctima en una sala contigua, con solo dos testigos, la fiscala Leticia Pordomingo y la defensora oficial María Antonella Marchisio.
Después de ese cara a cara en privado, el despensero continuó declarando como testigo. Allí expresó que “le acepté las disculpas. Él cometió errores, pero ahora fue padre; así que le dije que haga las cosas pensando en su hijo. También le dije que camine por el barrio con la frente alta, pero siempre respetando a la gente”.
Previamente había descripto el hecho, manifestando que un joven con un pasamontañas –lo identificó porque era cliente– ingresó al comercio con un cuchillo (“intoxicado con alcohol o droga”), lo amenazó con apuñalarlo y huyó con el dinero. El despensero en un primer momento lo ‘pecheó’ y luego, sin suerte, intentó perseguirlo. Por último, remarcó que en ningún momento se sintió amedrentado ni pensó que lo heriría con el arma y que, después de ese episodio, jamás sufrió molestias del imputado ni de su familia.
El magistrado, al dar por probado el robo, descartó el argumento defensivo de que el joven carecía de su propio dominio en ese momento e indicó que “no surgieron mayores datos sobre la existencia del cuchillo”, a excepción de los dichos del comerciante. En caso de haber existido, acotó, “no fue un elemento de amedrentamiento o de mayor poder ofensivo (…) Inclusive la víctima admitió que creyó que “no estaba en condiciones de usarlo”.
Finalmente, al momento de fijar la pena –la fiscalía requirió un año y un mes de prisión de cumplimiento efectivo, a sabiendas que quedaría libre porque estaba detenido desde septiembre del año pasado–, el juez lo condenó a un mes de prisión efectiva por el delito de robo simple. “No encuentro mayores pruebas para apartarme del mínimo legal”, a partir de los informes socio-ambientales y psicológicos, y a que “los elementos favorables existentes en la causa, me permiten tener la esperanza que (el acusado) será una persona que evitará encontrarse nuevamente en conflicto con la ley en el futuro”.
A fin del año pasado, tres meses posteriores al robo, la fiscalía y la defensa presentaron un pedido de juicio abreviado –incluso la víctima había dado su consentimiento–, pero la solicitud fue rechazada y por eso se llegó al juicio oral.
La audiencia fue seguida atentamente por los estudiantes de quinto año, modalidad económicas, del colegio santarroseño “9 de Julio”, quienes estuvieron acompañados por la docente Celia Jacob. Ellos y ellas concurrieron en el marco del programa “Educación + Justicia”, del Superior Tribunal de Justicia, y al concluir la jornada mantuvieron un intercambio extenso de preguntas y respuestas con Sáez Zamora y Marchisio.
diariotextual.
Deja tu comentario!