La influenza B es una infección viral respiratoria que puede presentar serias complicaciones, especialmente en grupos vulnerables como niños pequeños, adultos mayores y personas con sistemas inmunitarios comprometidos.
Cómo se contagia la influenza B
El virus de la influenza B se contagia mediante gotitas respiratorias que se liberan al toser, estornudar o incluso hablar. Estas partículas pueden viajar hacia personas cercanas, ingresan en el sistema respiratorio y se replican rápidamente. Además, puede transmitirse a través de superficies contaminadas, como manijas de puertas, teléfonos y otros objetos de uso común, por lo que es importante tener cuidado con la higiene en estos contextos.
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Cuáles son los síntomas de la influenza B
- Fiebre alta
- Tos persistente
- Dolor de garganta
- Dolor de cabeza
- Dolor muscular
- Fatiga extrema
- Congestión nasal
- Dificultad para respirar
- Vómitos (más común en niños)
- Diarrea (más común en niños)
Cómo prevenir la influenza B
- Vacunarse una vez por año, recomendada para mayores de seis meses.
- Lavarse las manos frecuentemente con agua y jabón o usar desinfectante a base de alcohol.
- Evitar el contacto cercano con personas que presenten síntomas de gripe.
- Cubrirse la boca y la nariz al toser o estornudar, preferentemente con el codo.
- Desinfectar superficies de alto contacto, como manijas, teléfonos y mesas.
- Mantener una adecuada hidratación diaria.
- Dormir lo suficiente para fortalecer el sistema inmunitario.
- Llevar una dieta saludable y equilibrada para mejorar las defensas naturales del cuerpo.
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Qué pasa si tengo influenza B
Si se confirma el diagnóstico de influenza B, es fundamental consultar a un médico para un tratamiento adecuado. Este incluye reposo, una hidratación abundante y el uso de medicamentos para aliviar los síntomas, como aquellos para reducir la fiebre y el dolor muscular. En algunos casos, el doctor puede recetar antivirales, los cuales son más efectivos si se administran dentro de las primeras 48 horas desde el inicio de los síntomas.
En situaciones más graves o en pacientes de alto riesgo, puede ser necesaria la hospitalización para administrar medicamentos intravenosos y asegurar una vigilancia médica constante. Este tipo de cuidado intensivo es crucial para prevenir complicaciones como infecciones secundarias o deshidratación, especialmente en niños pequeños, ancianos y personas con problemas inmunitarios.
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