Una de cal…
Si de veras algún sector político interpretaba que la resistencia que encabeza La Pampa a la avanzada antifederalista del gobierno de Javier Milei era fruto de algún capricho, en la semana que se fue hubo nuevas demostraciones de que el gobernador Sergio Ziliotto también apuesta al diálogo en defensa del interés provincial.
El jefe del Ejecutivo, como corresponde, decidió tragarse el sapo de una cumbre con el jefe de Gabinete Guillermo Francos y el ministro de Economía Luis Caputo, dos funcionarios a los que ya cuesta creerles porque llevan en su mochila una pesada carga de mentiras o medias verdades no sólo durante la actual gestión sino en etapas previas de su trayectoria.
Así y todo, ante la obligación de representar a la Provincia en todas las instancias a las que sea convocada, ahí estuvo Ziliotto, para de paso recordar el reclamo de que el gobierno nacional de Milei devuelva todo el dinero pampeano con el que se quedó desde que comenzó la gestión, y que ya supera los $60.000 millones.
En la previa de ese encuentro, la intendenta de General Pico Fernanda Alonso había tenido el coraje de blanquear lo que algunos sectores del peronismo agitaban como supuesta demanda para criticar al Ejecutivo provincial: la supuesta decisión de no tender ningún puente con el gobierno central.
En rigor de verdad, varias áreas oficiales hace tiempo que sostienen las conversaciones que se pueden con una gestión nacional insólita, que se incomunica, que cambia autoridades, que dice blanco y hace negro, o que directamente no atiende el teléfono.
La Provincia sintió cierta obligación de demostrar que hace también esos deberes, pero que no le son correspondidos, y de ahí que hubiera hasta una foto del contacto entre los equipos del área Social, sin que se pueda ignorar que lo importante, el fondo de la cuestión, más allá de acciones para la galería y palabras para la gilada, es que el poder libertario ya confesó cuáles son sus intenciones: «fundir a las provincias».
Así resulta que muchas veces los mentados puentes que le piden a Ziliotto con el gobierno provincial son más bien un diálogo con sordos, porque los soldados del autodenominado topo que pretende destruir el Estado desde adentro se empeñan en no escuchar y, por lo que se ve últimamente, dejar demostrado que están al frente de una organización criminal, como el mismo presidente describió.
Es que los personajes que agitando una motosierra y anticipando el desquicio del que eran capaces prometían darle miedo a la casta, esta semana quedaron en el centro de la escena no sólo por su insensibilidad o el ataque a jubilados y jubiladas, sino que también resultaron expuestos por el Papa Francisco y una empresa extranjera que sacaron a la luz las coimas libertarias.
…y una de arena…
Si de pecados políticos se trata, el de la carne se llevó en la semana que se fue todas las miradas: el obsceno asado que se preparó para festejar que una alianza entre el PRO y La Libertad Avanza le metió la mano en el bolsillo a los jubilados, contó con ilustres presencias pampeanas.
Mientras la diputada radical Marcela Coli todavía difundía su indignación por el avasallamiento sobre las históricas banderas del radicalismo que representó la compra de cinco diputados de la UCR para que se dieran vuelta, los macristas Martín Ardohain y Martín Maquieyra degustaban el menú de los elegidos, sintiendo en primera persona los privilegios de pertenecer.
Pocas cosas hay en la actualidad argentina que representen mejor a la casta que esa cena de la impunidad, que además de celebrar el ajuste y la represión es una forma de concretar una alianza no sólo derechosa, sino también antidemocrática, que se da el tupé de agredir a las dirigencias que piensan distinto llamándolas «degeneradas fiscales».
Ese bautismo presidencial fue copiado de pies a cabeza por el diputado Ardohain, que más que como representante legislativo o de la provincia se comporta como el presidente del club de fans del topo, y repitió la figura de la degeneración fiscal para referirse, por ejemplo, a la radical Coli, con quien se supone que comparte espacio político y pretende reeditarlo para las legislativas del año que viene.
No es ningún secreto que los conversos son los peores, muy dados a modificar su fanatismo hacia el otro extremo, a veces por pura brutalidad, a veces por pura conveniencia: Ardohain llegó a su banca gritando a los cuatro vientos que elegir presidente a Milei significaba «un salto al vacío», y aunque la realidad parece haberle dado en ese sentido buena parte de la razón, hoy se presenta como «un aliado».
Corren tiempos de absurdos donde otros ejemplos del mismo fenómeno quedan amortiguados por una era donde la verdad, la mentira y la ficción se entremezclan y se confunden: Patricia Bullrich fue hasta ayer nomás la montonera que ponía bombas en jardines de infantes, del mismo modo que Caputo era el destructor de la economía nacional y del Banco Central.
Quizá haya un momento, ojalá sea más temprano que tarde, en que algo de racionalidad ponga ciertas cosas en su lugar: ese día la justicia social dejará de ser tratada como «una aberración» para pasar a ser por lo menos una utopía de cualquier comunidad que sepa tener en cuenta las necesidades y los derechos de quienes la componen.
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