Cristina Kirchner se prepara para encabezar un acto al cumplirse 50 años de la muerte de Juan Domingo Perón. La efeméride peronista, además de una pantalla para que la expresidenta reconfirme su táctica de ser la voz más visible contra Javier Milei, tiene una derivada: será la plataforma para que un grupo de dirigentes le pida de acepte presidir el PJ nacional.
En mayo pasado, el Consejo partidario fijó para el 17 de noviembre, Día de la Militancia, la fecha para la elección de autoridades del PJ, tras la “licencia” de Alberto Fernández. El mismo día figura en el calendario del peronismo de Buenos Aires que preside Máximo Kirchner y que, por ahora, avisa que no quiere reelegir. Es, quizá, para evitar la sobrecarga K que implicaría que dos Kirchner presidan las estructuras del PJ más importantes: la nacional y la bonaerense.
Más de una vez, Cristina rehusó ocupar esa butaca. Sobre ese registro histórico, en su entorno se insiste en clausurar la variable. Pero todo cambia. Los referentes bonaerenses que agitan el clamor de Cristina al PJ, la espejan con Mauricio Macri, quien, en medio del caos interno y frente a la amenaza de una implosión, decidió hacerse cargo del PRO. Quizá el ingeniero asuma que es su última carta para salvar el partido que fundó. O, como el capitán de un barco a la deriva, decida sacrificarse con él.
Difícil que a Cristina le simpatice la analogía con Macri, pero la insinuación, en boca de un poderoso jefe del conurbano, va más a fondo: refleja un clima de peligro interno pero, sobre todo, de falta de conducción en el peronismo. Traducción: Cristina no es Macri, pero el peronismo, convertido en un vórtice de internas y conflictos, puede entrar en una crisis dramática –o más dramática- sino emerge rápido una conducción. “Tiene que aparecer para ordenar todo este quilombo”, apuntó un jefe territorial.
El acto a 50 años de la muerte de Perón, fundador del partido, se despliega como escenario óptimo para que Cristina pueda amigarse con la idea de presidir el PJ. En otros tiempos, en particular cuando era presidente, prefirió no hacerlo porque entendía que era un corset que le impedía crecer más allá de las fronteras del peronismo. ¿Cambió el contexto o cambió ella? Las dos cosas: el peronismo parece más chico y, fuera del peronismo, parece haber sólo tierra arrasada, invivible para Cristina.
La visibilidad de CFK
En febrero, tempranamente, la expresidenta expuso sus diferencias explícitas con Javier Milei. Lo hizo a través de un PDF de 33 páginas, dos semanas después del paro de la CGT. Desde entonces, tuvo varias apariciones públicas testimoniales –quizá con menos repercusión de la esperada– y trató de surfear una crisis de familia grande entre Axel Kicillof y su hijo Máximo, batalla adormecida pero no resuelta.
Ahí hay una encrucijada no solo política sino, además, de relato. En el mundo K dicen que el gobernador bonaerense se lanzó, sin avisar ni consultar, a recorrer provincias para encontrarse con “Nacho” Torres, en Chubut, y Maximiliano Pullaro, en Santa Fe. “No les pareció mal, pero no les gustó que no los haya hecho parte de su estrategia de expansión, que consideran demasiado apresurada”, apunta un dirigente de oídos prestos a lo que dicen Cristina y Máximo. Aporta una dosis de picardía: “Uno no puede pretender tocarle los bigotes al tigre sin salir un poco arañado”.
En La Plata, aseguran que Cristina estuvo al tanto de cada movimiento político que hizo el mandatario provincial. Kicillof, por su parte, no tiene intenciones de escalar la disputa interna pero, en paralelo, entiende que debe mostrar un perfil que lo consolide, no para el 2027, sino para atravesar la temporada electoral del 2025, que –una vez más– tendrá un escenario determinante en la provincia de Buenos Aires.
La expresidenta opera en dos dimensiones en las redes sociales. De sus excursiones por TikTok, más livianas, pasó a intervenciones más densas y duras en Twitter. Su cuenta recuperó ritmo y aspereza: responde a Milei y, en general, reacciona cuando la suben al ring, pero su campo de acción, que antes parecía limitado solo a cuestiones judiciales, se amplió a temas de agenda, como el escándalo de Sandra Pettovello.
Los que la frecuentan lo interpretan como una clara decisión política. “Cristina no se va a jubilar, está activa, ve espacio para caminar, no puede dejar de hacer política”. Sobre esa certeza, se monta una especulación de mediano plazo que dice que la expresidente se convertirá en candidata a diputada por la provincia de Buenos Aires en las elecciones del 2025. Será motivo de lecturas y conjeturas en un escenario en el que, de mínima, retendrá la centralidad gracias a la intriga. Spoiler: Cristina cree que, como Macri, Milei terminará mal y que debe consolidarse como la oposición pura y dura que será emergente cuando el experimento libertario descarrile.
Déjà vu del 2017, cuando, contra las presunciones de que no se animaría a disputar una elección que podía perder, la luego vicepresidenta compitió y fue derrotada por un candidato de poco volumen como Esteban Bullrich. ¿Se animará a enfrentar, con riesgo de ser derrotada, a un candidato libertario como José Luis Espert? ¿Hay alguna chance, siquiera remota, de que en las listas del 2025 se enfrenten una Kirchner y una Milei? Un armador libertario niega, con sangre, que Karina Milei pueda ser candidata en la provincia el año próximo. Veremos.
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