«A ustedes, jóvenes, que quieren cambiar el mundo y luchar por la justicia y la paz; a ustedes, jóvenes, que le ponen ganas y creatividad, pero que les parece que no es suficiente; a ustedes, jóvenes, que la Iglesia y el mundo necesitan como la tierra necesita la lluvia; a ustedes, jóvenes, que son el presente y el futuro; sí, precisamente a ustedes, jóvenes, Jesús les dice: No tengan miedo«, señaló.
De esta manera, el papa Francisco echó por tierra las apariencias y se refirió a la verdadera luz interior que se encuentra en aprender a amar como Dios: «No nos volvemos luminosos cuando nos ponemos debajo de los reflectores, cuando exhibimos una imagen perfecta y nos sentimos fuertes y exitosos. No. Brillamos cuando, acogiendo a Jesús, aprendemos a amar como Él, porque esta es la verdadera belleza que resplandece: una vida que se arriesga por amor», sostuvo, al mismo tiempo que citó al filósofo Soren Kierkegard y su idea de que la belleza del mensaje revolucionario de Cristo consiste en «encontrar amable el objeto no-amable, es decir amar al prójimo tal como es».
En este sentido, el Pontífice de 86 años cerró la Jornada Mundial de la Juventud y se reunirá a las 16.30 (12.30 de Argentina) con los voluntarios que participaron del evento, para luego regresar a Roma.
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