«¡Sexto alto!, buenas tardes…». «Buenas tardes, con Víctor Perreta por favor…». Así se gestó durante esta semana la entrevista exclusiva de Este Diario con el autor del crimen de Andrea López, preso en la Colonia Penal, donde cumple una condena de 25 años de prisión por «homicidio simple». Ese fue el inicio de una serie de preguntas y respuestas que comenzó de manera telefónica, pero que después -en virtud de la trascendencia de sus declaraciones- terminó en un encuentro cara a cara, previo a cumplir con todos los pasos legales correspondientes.
Purreta hizo hincapié en repasar parte de su vida, antes de 2004 -el año del femicidio de Andrea-; pero también contó cómo conoció a la joven que luego asesinó, los episodios de violencia que tuvo con ella y otras mujeres antes y después del crimen y su condena por proxeneta. Además, reveló que los detalles del homicidio están en una carta que escribió para la familia y que aún no pudo entregar.
«Me aferré al silencio para hacer daño», confesó, sobre el ocultamiento del cuerpo durante casi dos décadas. Ahora la Justicia lo busca en un lote el campo «Monte Che», ubicado a la vera de la Ruta Nacional 35 entre Santa Rosa y Winifreda, luego de que decidiera contar dónde lo enterró.
– Cuando hablamos por teléfono me dijiste que te gustaría hablar de tu vida antes de 2004. ¿Cómo fue tu infancia, tu adolescencia, la relación con tus padres?
– Me parece que la historia la tenemos todos, no solamente la tengo yo. En primer lugar, hoy cuento de mi historia porque gracias a la terapia particular se pudo detectar que nosotros no nacimos para estas situaciones , sino que se va forjando de acuerdo a lo que uno va viviendo. Entonces cuando empezamos a hablar de mi infancia no fue fácil, porque fue dura, ante un viejo que tenía una política de educarte y de que la manera era a los golpes, entonces de esa forma yo me fui criando. Y tal vez surgieron cosas en mi futuro, o en el caso del error que cometí, que tenía que ver también con mi infancia. Tuve una infancia dura donde todo se resolvía a golpes, si yo no sabía las tablas y mientras mi viejo me pegaba me decía «¿tres por ocho?, ¿cuatro por dos?»… esos errores que tuve en el pasado fueron parte de quién me tenía que criar, de mis viejos. Entonces me crié de esa manera, y yo aprendí a manejarme de esa manera.
– ¿Qué te enseñó la cárcel?
– La cárcel, en primer lugar, fue la que me condicionó, o sea la que puso un límite a mi personalidad porque yo a los 13 años me fui de mi casa cansado de que mi viejo me pegue. Y me fui de mi casa con un propósito, de no sufrir más violencia, pero hubo otro propósito que nunca me di cuenta por la edad que tenía. Y empecé a hacer cosas para poder sobrevivir en las que no tenía límites. No tenía control sobre mi vida o sobre las cosas que yo hacía. Entonces, en primer lugar, la cárcel me puso límites, límites a toda esa violencia y límite a todo ese mal que podía llegar a ocasionar y fue lo primero que encontré en la cárcel. O sea, un límite a seguir haciendo estas cosas. Y después experiencias de todo tipo, buenas, malas…de todo. Intentando sobrevivir a lo malo pero también tomar lo bueno. Yo siempre dije no es la cárcel solo un lugar de castigo, porque hoy por hoy hay mucha reincidencia, porque están mejor dentro de la cárcel que afuera, ¿pero mejor de qué manera?…de que en la calle no tienen oportunidad de trabajo, de comida, entonces para muchos la reincidencia es porque no tienen oportunidad en la calle. Para mi (la cárcel) fue la que me condicionó y la que puso un límite en mi conducta y desde ahí empecé a ver ese tipo de situaciones.
– ¿Te acordás vos en esa etapa de tu vida cuando sentiste que no estabas en el camino que tenías que estar, de algún delito puntual?
– Me pasó que tuve que hacer un tratamiento por estar condenado por homicidio y muchas veces estaba sentado con distintos chicos y personas privadas de la libertad por el mismo delito, y por ahí me sentía de que yo no era o no sentía que era de ese lugar. Que no tenía que estar ahí, es decir que no tenía dimensión de lo que había hecho. Nosotros en la cárcel tenemos calificaciones cada tres meses, y para nosotros acceder a esas calificaciones hay que cumplir con trabajo, con educación, entonces por ahí había veces en las que no tenía tiempo de pensar, ni en lo que había hecho. Era como un alivio para despejarme de lo que había hecho. Y cuando estaba en esos tratamientos yo sentía que no era un lugar para mi. Entonces, llegado el momento se termina ese tratamiento (dentro de la cárcel) y para finalizar era hacer una carta a la víctima y ahí es donde no la pude hacer, porque no podía mentir. Eso fue lo que me hizo un click fundamental, tener que hacer una carta a la víctima. Había algo que se decía que no estaba comprometido, y era verdad.
– ¿Nunca escribiste esa carta?
– Sí la escribí, pero mucho tiempo después.
– ¿No como parte del tratamiento sino como parte de una decisión tuya?
– Como parte de una decisión mía, pero.. ¿por qué no la escribrí?… porque me di cuenta de que las víctimas eran muchas, que no era solamente Andrea. O sea, atrás de Andrea hay una familia, un hijo. Entonces primero me puse a pensar quién era la víctima.
– Cuando uno comete un crimen supongo que tiene una valoración antes y una valoración después de lo que es la vida. ¿A vos te cambió esa valoración?
– Me cambió mucho, primero porque ya tuve una condena anterior y ya desde el vamos cuando yo salí, que siempre tuve un perro para cazar, un pájaro en cautiverio, cosa que ya cuando salí no fui el mismo. Pero a través se eso vas cambiando. Esto sucedió en el 2004 y de ahí en adelante hubo siempre diferentes situaciones sobre mi, y hay muchas cosas que me fueron haciendo cambiar. Pero yo siempre dije que tenía que llegar el momento, es como dije, yo me crié sin que nadie me dijera «esto está bien y esto está mal», y cuando alguien quiso decirme lo que estaba mal sentí que me imploraba un derecho de mala manera. Entonces también me crié sin tener muchas veces idea del año ocasionando en cuanto a mis acciones. Entonces dentro de la cárcel pasaron diferentes etapas en la que iba cambiando también y empecé a ver cuál era mi gran problema
– ¿Cómo conociste a Andrea?
– Con Andrea nos conocimos justamente caminando. Yo iba para un barrio con un amigo, en ese entonces era un amigo… yo vivía siempre en la zona norte y nos íbamos para la zona del barrio Matadero. Y nos conocimos en la avenida San Martín. Ella iba caminando con una amiga, yo ya era una persona medio conocida, y cuando pasamos por al lado fue ella la que me preguntó, me dijo «¿Víctor tenés fuego?». Entonces yo le dije, «¿Cómo me dijiste?». «Víctor». «Entonces me conocés»… ahí fue cuando empezó el trato, pero nos conocimos de casualidad, caminando.
– ¿Empezaste a tener una relación al poco tiempo o pasó mucho después de eso?
– No, ahí fue una situación rara porque mi amigo era quien deseaba salir con Andrea. Entonces ahí se generaron conversaciones, charlas… después en un baile ella me saludó y empezó a acercarse a mi.
Fuente El Diario
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