«Es necesario diseñar un instrumento que refuerce la seguridad alimentaria en materia de indigencia», dijo Cristina Kirchner en Twitter la semana pasada. Al volver a pedir un bono para los sectores más vulnerables, la vicepresidenta remarcó el lado oscuro de las últimas cifras que dio a conocer el Indec: mientras que la pobreza total bajó en el primer semestre del año, la cantidad de indigentes creció en el período.
Durante los primeros seis meses del año hubo un total de 2,6 millones de personas indigentes en Argentina, un 8,8% de la población del país. Además del número absoluto, lo preocupante es la tendencia: hay un 0,6% más, unas 200.000 personas, en relación en el segundo semestre de 2021. En el mismo período, la pobreza descendió del 37,3 al 36,5%.
Las cifras son todavía peores en niños. Entre los 0 y los 14 años, más de la mitad, el 50,9%, está bajo la línea de pobreza, mientras que el 12,7% está bajo la línea de indigencia, un 0,1% más que en el semestre previo.
¿Cómo se explican estos números? En verdad, la contradicción entre la baja de la pobreza y la suba de la indigencia es solo aparente. «No es un problema conceptual sino una cuestión estadística. Lo que pasó es que el costo de la Canasta Básica Alimentaria (que marca la línea de indigencia) creció más que el de la Canasta Básica Total (que marca la línea de pobreza)», señala Luis Campos, director del Observatorio del Derecho Social de la CTA Autónoma.
Una de las claves, subraya, es el congelamiento del costo de los servicios públicos durante varios meses, que inciden en la CBT pero no en la CBA, y que se dio en paralelo a una suba mayor del precio de los alimentos. En efecto, de diciembre de 2021 a junio de 2022 la inflación fue del 36,2%, según el Indec. Durante ese período, la Canasta Básica Total subió un 36,9%, mientras que la Canasta Básica Alimentaria lo hizo un 41,1%.
Más allá de lo estadístico, estos números se ven influidos por el contexto de aumento de la precarización laboral. «La suba de la precarización contractual y la informalidad son datos centrales para la pobreza e indigencia. En los últimos años, se ve un aumento de la ocupación que no conduce a reducir la pobreza e indigencia. Se trata de empleo de baja calidad y con menores ingresos, como los asalariados informales y los cuentapropistas», explica Campos.
Entonces, ¿quiénes son los por lo menos 2,6 millones de indigentes que hay en Argentina? Con todo, es un universo que ni siquiera parece ser alcanzado por el empleo de mala calidad que Campos resalta.
Nicolás Pertierra, economista del Centro de Estudios Scalabrini Ortiz, define a los indigentes en términos de las políticas públicas. Se trata de «un sector que está mucho más en la periferia» que los que reciben políticas sociales de transferencia de ingresos como el Potenciar Trabajo o la Tarjeta Alimentar. Se encuentra, al contrario, «por fuera de los circuitos estatales» y es «de difícil alcance por parte de las políticas públicas que se diseñan».
Son los que Shila Vilker, de la consultora Trespuntozero, define como los «sectores bajos no integrados», calificados como «D2» en las tablas de segmentos de ingresos. «Es el mundo más marginado, que no se termina de capturar en focus groups o encuentas. Solo se captura con etnografías», explica.
Los indigentes se ven «en la presencia de los comedores más humildes, a los que van con un tupper para volver a comer a la casa. Su dinámica alimenticia es muy de olla, distinta que la de los sectores medios en los que hay transformación en hábitos de compra como el reemplazo de la corne por el pollo, lo que es visto como algo que causa dolor», agrega Vilker.
La cifra de 2,6 millones de indigentes en Argentina no es sino un piso. La Encuesta Permanente de Hogares del Indec se realiza en 31 aglomerados urbanos y abarca a solo 29 millones de personas de las 47 millones que hay en total en el país, por lo que resta saberse si la indigencia también alcanza a parte del interior ubicado fuera de las grandes ciudades. Algo que, por lo pronto, sí sucede con la informalidad y la precarización, como muestra el bono a informales otorgado en mayo pasado por la Anses.
La pobreza y la indigencia en el segundo semestre
En este escenario, ¿qué es esperable que esté ocurriendo durante el segundo semestre? Lamentablemente, la aceleración de la inflación hará que los números vuelvan a agravarse. «La tendencia del primer semestre se acentuó en los meses que llevamos de la segunda parte del año, con el agravante de un salto inflacionario desde julio», estima al respecto Martín Epstein, economista del CEPA.
Los datos concretos ya comenzaron a marcar ese sendero en agosto, cuando la Canasta Básica Alimentaria y la Canasta Básica Total subieron 7,1 y 7,6% respectivamente, ambas por encima de la inflación, que llegó a los 7 puntos, subraya Epstein. El hecho de que la CBT creció más que la CBA indica que no solamente continuará creciendo la indigencia sino que, seguramente, también vuelva a hacerlo la pobreza.
En rigor, esa tendencia ya comenzó a verse en el mismo primer semestre. «El dato que conocimos el miércoles ya es viejo porque es el promedio de enero a junio, y está promediando un primer trimestre mejor con un segundo trimestre peor. Y los datos del tercer trimestre van a ser peor que los del segundo», señala Campos. La primera disparada de precios comenzó en marzo, con el impacto de la guerra en Ucrania.
¿Qué impacto tendría el bono para sectores vulnerables que pidió Cristina? Si fuera de unos $16.500, como se baraja, efectivamente «permitiría cubrir la mayor parte de la CBA», destaca Epstein, lo que debería aminorar las cifras oficiales.
Pertierra, de todos modos, duda de la capacidad real de implementarlo. «El bono puede ser positivo, pero las capacidades estatales tan debilitadas como las actuales implican que no hay que suponer que esos 50.000 pesos necesariamente van a llegar«, advierte. El monto y la logística de la medida comenzarán a trazarse en las reuniones que Massa mantendrá con Anses y Desarrollo Social esta semana.
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