En las últimas décadas, mujeres y disidencias han conquistado a nivel global lugares en espacios históricamente masculinizados. Fueron hitos en ese sentido la incorporación, desde mediados del siglo XX de la mujer al mundo del trabajo y al espacio público, y luego la consolidación en las últimas décadas de las mujeres y los feminismos como sujetos políticos plenos en un camino hacia la consolidación de un sistema más igualitario. Sin embargo, aún hoy en el siglo XXI, existen espacios de fuerte resistencia patriarcal donde el poder económico se codea con el poder político.
La Asociación Civil Jockey Club es uno de esos espacios que parecieran funcionar y existir por fuera de los cambios socioculturales y las demandas de género. Este Club de la ciudad de Buenos Aires nació el 15 de abril de 1882. Su principal fundador fue Carlos Pellegrini, quien lo puso en marcha junto a un grupo de «caballeros representativos de la actividad política y económica del país». La sede central está ubicada en la Avenida Alvear y el Campo de Deportes, ubicado San Isidro, cuenta con canchas de golf, polo, tenis y hockey. Tradicionalmente el socio era el hombre y se permitía el ingreso de mujeres solo si eran esposas. A 140 años de su origen la institución parece conservar las mismas costumbres, ya que no hay una sola mujer entre sus más de seis mil socios activos.
El 24 de junio pasado, la Inspección General de Justicia (IGJ) emitió una resolución que intima al club a “respetar la diversidad de género” y lo obliga a conformar los órganos directivos con “la misma cantidad de miembros femeninos como masculinos”. Lo más grave es que vienen dilatando una respuesta desde 2020, cuando entró en vigencia la paridad de género en los órganos de administración y fiscalización de las entidades civiles y sociedades comerciales. En ese momento la IGJ realizó una inspección y advirtió sobre las nuevas medidas, pero en 2021 el presidente Mariano Villar Urquiza y su secretario, Roberto Hornos, apelaron el incumplimiento argumentando que el estatuto asentaba que la Comisión Directiva debía estar ocupada por socios con diez años de antigüedad, condición que ninguna mujer cumplía.
A partir de esta nueva decisión de la Inspección General de Justicia, la única institución deportiva de Argentina que mantiene la decisión de no admitir mujeres está obligada a iniciar un proceso de quiebre con sus «patrones socioculturales dirigidos a la segregación de las mujeres como miembros», y en un plazo de 30 días deberá presentar y reglamentar los mecanismos para agilizar y facilitar el ingreso de mujeres, incorporarlos en el estatuto y publicarlo en la página web de la institución.
Pero lo que resulta aún más llamativo es que si uno analiza los reglamentos de la Institución, no existe ningún apartado o requisito explícito que limite o restringa el ingreso de mujeres. Sobre este punto hace hincapié uno de los fundamentos de la resolución judicial que indica que a pesar de que “los estatutos de la Asociación Civil Jockey Club no incluyen ninguna restricción con relación al ingreso de mujeres, en el padrón, compuesto por seis mil socios, “todos ellos son de sexo masculino”.
Y luego analiza: “Lo anteriormente señalado permite concluir que el Jockey Club consolidó a lo largo de su historia determinados patrones socioculturales que funcionaron —y aún funcionan—, como mecanismo implícitos de restricción de acceso de las mujeres al órgano de gobierno de la entidad así como una valla para acceder a la información necesaria que les permita solicitar su inclusión en la categoría de socias activas, en iguales condiciones que los hombres”. Es que si bien el club sí tiene usuarias mujeres de las instalaciones deportivas, estas figuran como adherentes y nunca han podido acreditarse en la categoría de socias.
El famoso concepto de “techo de cristal” de las mujeres se refiere a este conjunto de normas y leyes no escritas que funcionan como ordenadoras al interior de familias, instituciones, o grupos sociales, y dificultan el acceso de las mujeres a los espacios y sobre todo a los lugares de toma de decisiones. El éxito de estos dispositivos se mide por su eficacia, 140 años de discriminación normalizada, y su poder en su carácter de invisibilidad, aceptación, sometimiento y pasividad de las personas ante la injusticia. Es que la prevalencia del patriarcado y su resistencia a los cambios sociales y las medidas políticas en materia de género, reside en estos mecanismos sociales, culturales y políticos naturalizados por las personas y enquistados institucionalmente, que funcionan por encima de las normas escritas y los mecanismos de control.
Sobre esta punto en el documento de la IGJ se hace alusión a un conjunto de artículos periodísticos publicados por prestigiosos medios del mundo, como la BBC y El País, donde se denuncian acciones discriminatorias y extemporáneas del Jockey Club hacia las mujeres. Las publicaciones “señalan situaciones de patriarcado, misoginia, restricción y discriminación; una realidad absolutamente diferente a la manifestada por el Jockey Club, a través de su Presidente y Secretario, quienes pusieron de resalto -reiteradamente-, que la entidad que representan no tiene ninguna restricción para el ingreso de mujeres a la condición de socias activas”.
No hace falta ir a la BBC para encontrar evidencias. En 2018 el Comité Olímpico Argentino (COA) expulsó al Jockey Club de la lista de sedes de los Juegos Olímpicos de la Juventud por discriminación de género, teniendo en cuenta además que dicha edición del certamen competitivo iba a ser la primera con igual participación de mujeres y hombres. Ante el pedido de modificación del estatuto, Raúl Pizarro Posse, capitán de golf de la institución, manifestó en una entrevista con el diario al Nación: «No creo que la comunidad del Jockey esté dispuesta aún». Además dijo que no le parecía «discriminatorio» que las mujeres no sean socias porque «pueden usar las mismas instalaciones». Y añadió que «el cambio debe surgir de las bases del Jockey» y que se «están llegando a excesos con el feminismo».
Durante los últimos años, algunos clubes icónicos con estas características trabajaron en la modificación de sus estatutos. Las políticas públicas son fundamentales para incentivar este tipo de transformaciones y exigir normas igualitarias a las instituciones a partir de inspecciones de estatutos, prácticas y documentos internos. En Rosario por ejemplo, en junio de 2021, se aprobó una ordenanza municipal, que fue elaborada por la comisión de Feminismos y Disidencias del Concejo junto a socias y socios de los clubes rosarinos, que estableció un plazo de dos años para que entidades históricas como el Jockey Club, Yacht Club y Rosarino de Pelota, modifiquen sus estatutos y garanticen la participación plena en la vida comunitaria, política e institucional a mujeres y disidencias, si querían seguir recibiendo asistencia y subsidios del Estado.
En ese marco el Jockey Club de Rosario, una de las instituciones más tradicionales de la ciudad santafesina, decidió en diciembre pasado, en una votación histórica, permitir a las mujeres asociarse plenamente, a 121 años de su creación. Esto significa derechos políticos, mayor participación, y hasta la posibilidad de llegar a la presidencia o a un cargo directivo. La iniciativa había surgido en 2015 cuando se empezó a elaborar un programa de 10 puntos para aggiornar los estatutos dado que eran de 1900. Charles Roberts, el presidente de la entidad, al respecto manifestó: «Es algo que nos pone orgullosos porque es lo que correspondía, que es adecuar el estatuto del club porque es lo que la vida social te exige, donde vos, yo y todos tenemos los mismos derechos entre hombres y mujeres».
Otro caso reciente es el del Club Universitario de Buenos Aires (CUBA), también fundado en 1918, que en noviembre de 2018 aprobó una histórica reforma para garantizar a las mujeres el derecho a ser consideradas socias plenas y no únicamente «adherentes». Hasta hace cuatro años se permitía su ingreso exclusivamente con vínculos familiares directos de socios, y en caso de divorciarse la mujer perdía su membresía. Además tampoco podían practicar deportes en la sede central del club en la calle Viamonte.
Todavía existen casos como el del Jockey Club en otros países del mundo, y en general se trata de espacios hiperexclusivos donde se reúnen los círculos de poder económico e influencia política. Uno de los más famosos es el Automobile Club de France, el más antiguo del mundo, fundado en 1895, que en sus orígenes tenía el objetivo de ofrecer a sus socios instalaciones lujosas como salones, piscina, gimnasio, biblioteca, cine, bares, comedores, y actividades exclusivas. Al día de hoy no permite la afiliación de mujeres, lo mismo que ocurre en el Jockey Club de París y el Travelers Club.
Sobre este tema, Elisabeth Young, fundadora y presidenta de Women and Vehicles in Europe (WAVE), analiza que si bien oficialmente el Automóvil Club de Francia no prohíbe la entrada a las mujeres y en su estatuto no se menciona nada al respecto, si miramos dentro de la institución todos son hombres: “Dicen que esto es así porque ninguna mujer jamás ha querido ser socia, sin embargo, cuando yo misma le pregunté al presidente del ACF si permitirían a una mujer convertirse en miembro, su respuesta fue ‘no queremos mujeres’. Entonces, oficialmente, el acceso femenino al centro no está prohibido porque eso sería ilegal, pero la realidad es que no hay mujeres en el club y no son bienvenidas’”.
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