Rocío Barberá vivió el peor año de su vida cuando en 2021 el coronavirus se llevó a sus padres con un mes de diferencia y poco después, falleció su hijo que padecía parálisis cerebral. Pese a el dolor inimaginable que vivió, el 17 de diciembre rindió su última materia para recibirse de profesora. “Lo hice por ellos”, destacó.
El peor momento de su vida comenzó el 19 de abril pasado, en plana segunda ola de coronavirus cuando su mama, Adriana, se contagio, quedo internada y falleció un mes después.
“Mi mamá estaba llena de temor al contagio pese a que era una mujer joven, de 64 años. El proceso fue difícil y aún mucho más cuando cayó enfermo también mi papá. El deterioro y la involución se dieron sin prisa ni pausa pese a todos los esfuerzos del personal de la clínica, que estuvieron presentes en todo momento desde lo humano y lo profesional”, recordó Rocío en diálogo con Los Andes.
Cómo si eso fuera poco, a los días murió su papá, Daniel, también víctima del coronavirus. Sin embargo, la pesadilla de de Rocío no terminó ahí, ya que en noviembre, su hijito Valentino de 12 años, que sufría un daño cerebral desde su nacimiento, se descompensó y falleció el 11 de ese mes.
“De vivir con ellos tres, que eran mi razón de existir, quedé sola. Fueron tres golpes muy duros, difíciles de sobrellevar: sentí que ya no tenía por quién seguir luchando”, se sinceró Rocío.
A pesar de todo adversidad y cuando su hogar había quedado vacío, se puso de pie y decidió retomar la carrera que había iniciado hace tiempo. “Cinco meses después, cuando quedé absolutamente sola, me di cuenta de que debía levantarme solo por mí. Era la única responsable de mi destino”, relató.
En ese sentido, reflexionó: “Siempre había soñado con salir del examen y abrazar a mis padres, agradecerles y darles la alegría de la meta cumplida. Ellos fueron pilares fundamentales para que pudiera criar a Valentino, que sufría múltiples dificultades. No se me dio, pero en cambio estuvieron mis hermanos, sobrinos y amigos de fierro que supieron apoyarme desde el primer momento”.
En relación a la internación de su madre, Rocío agradeció al personal de la Clínica de Cuyo. “Quisiera destacar el gesto del personal de ese hospital, que movió todas las camas y ubicó a mis padres juntos. Mi mamá estaba en coma farmacológico y mi papá no le quitaba la mirada de encima. Finalmente, ella se fue el 10 de mayo y él la siguió el 2 de junio. Los médicos y enfermeros les habían tomado mucho cariño, especialmente a mi padre, un tipo muy educado y amoroso que había logrado un vínculo extra-profesional”, recordó.
Su hijo Valentino sufría encefalopatía crónica no evolutiva, producto de una mala praxis, y su fallecimiento fue mucho más repentino: tres días antes de morir se descompensó y finalmente el 11 de noviembre sufrió un paro cardíaco irreversible. Murió dormido, sin darse cuenta.
“Cuando nació le dieron cinco años de vida y sin embargo me regaló muchos más. Vivió 12 años y logró lo que nunca esperábamos, escuchar y hacerse entender. La vida a veces es una caja de pandora y la ciencia tiene sus particularidades”, sostuvo.
Poco después del nacimiento de su hijo, la joven de 32 años abandonó sus estudios universitarios para volcarse de lleno al niño. Junto a sus padres sacaron al niño adelante. “Retomé el profesorado como pude, con mucha ayuda, sacrificio. A la vez era mi vía de escape. Demoré siete años en recibirme”, relató.
Para ella, el año pasado resultó el peor de su vida, pero de todos modos su mirada sigue siendo optimista: “Sigo mirando al futuro en honor a mis padres que me dieron la vida y a mi hijo que me regaló 12 hermosos años”, concluyó.
Deja tu comentario!