Llega el 6 de enero y, en varias partes del mundo, niños y no tan niños dejan los zapatos en el arbolito de Navidad a la espera de los Reyes Magos, junto a pasto y agua para los agotados camellos. ¿Cuál es el origen de esta tradición tan arraigada en nuestro país?
Como suele ocurrir en estos casos, las raíces de las costumbres se pierden en la historia y no hay un registro preciso de cuándo comenzó a practicarse. Por lo tanto, hay varias teorías sobre sus orígenes, todas ellas llegadas desde el continente europeo.
La versión más difundida apela a la practicidad: según la tradición, los zapatos ayudan a los Reyes Magos a saber cuántos niños y de qué edades viven en cada casa, gracias a la cantidad y al tamaño del calzado. Así, nadie se quedará sin su regalo y todos recibirán algo acorde a su edad y sus gustos.
Otra teoría, difundida en España, encuentra su origen en lo religioso. Según esta historia, Jesús, que tuvo una infancia humilde en la actual Palestina, recibió de regalo el calzado de dos de sus amigos, conmovidos por verlo siempre descalzo. Como recompensa, a la mañana siguiente les dejó los zapatos en sus casas, llenos de obsequios.
Finalmente, otro de los posibles orígenes de la tradición de dejar los zapatos para esperar la llegada de los Reyes Magos llega desde Países Bajos. Alrededor del siglo XV, en determinados momentos del año, la población más desfavorecida llevaba sus zapatos a la iglesia, que eran llenados de regalos y otras donaciones de parte de las clases pudientes.
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