En la Argentina, por ley (la 24.417, de Protección contra la Violencia Familiar, en su artículo 2) todos los docentes y directores de escuelas, trabajadores sociales, personal de salud de establecimientos privados y públicos, además de los funcionarios, tienen la obligación de hacer la denuncia ante la sospecha o certeza de un caso de maltrato contra una niña, un niño o adolescentes.
“Existe un protocolo de actuación. Al detectar una situación, si hay elementos físicos o un relato de agresiones se debe intervenir. Si está en riesgo la vida, directamente se debe recurrir a la instancia judicial. Cuando uno detecta lesiones de antigua data, más lesiones recientes con explicaciones confusas, esto es un semáforo rojo. Los médicos deben denunciar ante la comisaría, la fiscalía o el juzgado y dar intervención al Consejo de Derechos del Niño para que el peligro que corre el chico cese de forma inmediata. No hace falta que el médico tenga certeza del abuso ni debe actuar como forense. Lo que él debe denunciar es la presunción del delito. Quien debe investigar es la Justicia”, detalla Susana Ciruzzi, abogada y secretaria del Subcomité de Derechos de la Niñez y Adolescencia de la Sociedad Argentina de Pediatría.
Según el Código Penal y la ley 26.061 de Protección Integral de los Derechos de Niñas, Niños y Adolescentes, les podrían corresponder penas por incumplimiento del deber de funcionario público, mala praxis, abandono de persona y hasta encubrimiento. Los profesionales podrían desde perder sus matrículas y recibir sanciones civiles hasta tener que cumplir penas de prisión efectiva.
Las lesiones por las que Lucio fue atendido
La primera vez fue el 15 de diciembre de 2020: Lucio fue asistido por traumatismos “del miembro superior” en el Hospital Evita.
El 18 de diciembre, ingresó al Hospital Molas donde le diagnosticaron una fractura al nivel de la muñeca y de la mano.
El 22 de enero, menos de una semana después de la última asistencia a un hospital, fue llevado a la posta del barrio Río Atuel donde los médicos constataron traumatismos del miembro superior.
El 1° de febrero, apenas una semana después, Dupuy volvió al Hospital Evita por un “código T14-1”. Este significa un traumatismo en el cuerpo.
El último 23 de marzo fue cuando, según su historial, finalizó la seguidilla de visitar médicas. No obstante, el diagnóstico de ese día se trató de una condición que perduró para siempre: le informaron, también en el Hospital Evita, que tenía “mallet finger”. Es decir, una deformidad en el dedo generada por una fractura ósea de la falange distal.
La Fiscalía de Investigaciones Administrativas ya actúa para establecer los motivos por los cuales las autoridades médicas no hicieron las denuncias correspondientes.
Fuente: Revista Bife
Deja tu comentario!