Y un día, finalmente, se aprobó la mentada cesión de un terreno para la instalación del Centro de Medicina Nuclear, paso imprescindible para un proyecto que no tiene antecedentes en la provincia y que aunque significa un avance para la calidad de vida de la población tuvo que sortear impensados obstáculos como consecuencia de la interna política que sacude al PJ pampeano.
Aunque cada bloque tuvo la oportunidad de manifestar dudas y suspicacias durante la sesión de la semana que se fue, las manos alzadas terminaron dando cuenta de que las argumentaciones utilizadas en las semanas previas eran más bien excusas para sembrar interrogantes o para causar demoras, antes que una genuina manifestación de interés por el destino de los fondos públicos.
De otro modo, las referencias a la cantidad de dinero que supuestamente el oficialismo intentaba tratar “entre gallos y medianoche” se hubieran convertido en investigaciones más profundas o en asunto de real interés, no en simples comentarios y pataleos ante la opinión pública.
Desde ya que el Ejecutivo provincial tampoco está en condiciones de victimizarse o presentarse en esa historia como si fuera una pobre carmelita descalza que soporta los injustos embates de los malos de la película: las explicaciones que dieron los representantes oficialistas fueron insatisfactorias e inconsistentes, como suele ocurrir cuando se presenta algún proyecto que tiene la completa financiación de la Nación.
También es oportuno diferenciar el fondo de la cuestión de sus aspectos colaterales: la instalación del Centro de Medicina Nuclear es un aporte a mejorar aspectos relacionados con la Salud Pública, y en ese sentido es comprensible la posición de resistencia que tomaron los centros privados, convencidos de que puede ser una traba para sus propios negocios.
Pero comprender no significa actuar de acuerdo a ese interés, que es el de un grupo de particulares y no el de la sociedad pampeana.
Esos privados también hacen “grandes negocios”, como plantearon algunos legisladores durante la sesión del jueves, y sin embargo, raramente son puestos bajo la lupa no solo por el Poder Legislativo sino por el poder político en general, que suele preferir el pacto y el mimo con esos sectores.
Acerca de las sugerencias sobre probables hechos de corrupción, es llamativo que algunos legisladores actúen tan livianamente, arrojando sospechas pero sin algún otro movimiento en el sentido de ratificarlas, comprobarlas o descartarlas: no es lógico que representantes políticos con semejante representatividad, bien remunerada y con el privilegio de los fueros, se desliguen de sus obligaciones y aborden problemáticas de ese tipo como si se tratara de meros comentadores de café o vecinos que chimentan para entretenerse mientras barren la vereda.
Ahora que la posibilidad del Centro de Medicina Nuclear está más cerca de ser una posibilidad real, el Ejecutivo -sus funcionarios actuales y quienes los sucedan en los cargos- tiene entre manos la chance, pero también la necesidad, de demostrar eficiencia en la gestión para que la tan rebuscada historia pueda tener un final feliz.
Así como los períodos preelectorales suelen ser ricos en la puesta en evidencia de determinados posicionamientos, así como esas épocas a veces disparan hacia la discusión de ideas y permiten la caída de algunas formas de hipocresía, también resultan territorio para que ocurra exactamente lo contrario y queden expuestas en su máxima expresión las miserias y mezquindades de determinados sectores o personas.
El festival de acusaciones, contradicciones, incoherencias, falsedades y acomodos que vive el PJ pampeano tiene todavía un impensado final, pero es posible que nunca como en este caso hayan salido a la luz semejante cantidad y calidad de formas de la indecencia.
Todo el proceso de la interna cuenta con elementos bizarros, tanto si se traza una mirada histórica en panorama como si se toman en cuenta aspectos más coyunturales o de la actualidad más inmediata.
Es imposible enumerar todos esos puntos: el solo hecho de que uno de los precandidatos del “oficialismo” sea en realidad un opositor, que además debería ser el actual gobernador si no hubiera huido de la postulación para el mismo cargo al que se candidatea ahora; el regreso al PJ de quien fue primero “niño mimado” y después un indeseable, tramando -ya condenado por el Poder Judicial- un arreglo justamente con quienes designó como sus peores enemigos; el “ultrakirchnerismo” repentino de un Gobierno Provincial que si bien nunca obstaculizó a Nación tampoco fue su mejor alumno ni implementó sus mismas políticas e ideologías; la existencia de listas “colectoras” que nada tienen que ver entre sí; un nuevo matrimonio por conveniencia entre los viejos caciques que parecían tan irreconciliables…
En fin, hay para todos los gustos, y se trata de un espectáculo inédito, porque ni siquiera en aquella puja que se llamó “la madre de todas las batallas” -cuando Verna puso a Jorge como su delfín para esmerilar a Marín, en 2007- hubo tamaña sucesión de episodios de violencia verbal.
La guerra retórica tuvo esta semana un capítulo culmine, puesto que la discusión respecto de la pertenencia o no al Frente Para la Victoria derivó en nuevas formas de la confrontación, con planteos en la Justicia Federal, desconocimientos de congresos que fueron públicos, denuncias de que la conducción del peronismo nacional “truchó” actas y un discurso macartista pocas veces visto y además mechado con importantes dosis de ignorancia.
En ese marco, resulta tragicómico escuchar como paladines de la “participación democrática” a quienes han hecho un culto del verticalismo y justamente por eso se han convertido en la clase política tradicional de La Pampa, y que precisamente a raíz de esa pertenencia e identidad sienten tanto orgullo de pertenecer a un sello (el PJ-La Pampa) que los representa mejor que nada, porque son lo tradicional, lo viejo, lo estancado hace más de 30 años con el nombre de poder político.
Lo que desde ese sitial hay dirigentes que no tienen prurito en bautizar como “stalinismo”, es en realidad todo lo contrario: lo que parecía intocable se ha vuelto en los últimos años foco de nuevas discusiones; lo que se suponía inmutable está sometido a cambios y tensiones, lo cual no será necesariamente un triunfo rápido y visible de la participación democrática, pero sí puede resultar una forma de victoria social quizá en el mediano plazo, tendiente a una cierta renovación.
EL DIARIO DE LA PAMPA
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