El inicio ayer de clases en la escuela Domingo Faustino Sarmiento, bien cerca del dique La Quebrada, en Río Ceballos, fue muy distinto al de cualquier otro año. Pero fue: el ciclo lectivo, aunque con golpes y ausencias, empezó.
Las ausencias duelen en el quiosco del colegio que atendía Marcela, hija de Carlos “Chori” Rodríguez (64), al que la corriente le arrebató la vida y no pudo ver a sus nietas mellizas ingresando a quinto grado.
También al ver los marcos de los números de las aulas que pintó o las cortinas que colocó Nilce Aubery (45), quien colaboraba activamente en la cooperadora escolar y que el agua se llevó, trágicamente, junto a su pequeña hija Evelyn (5), inscripta para iniciar el primer grado. La tragedia queda a la vista aún: el bollo de hierros en que quedó convertida la camioneta en que Nilce y Evelyn fueron arrastradas y fallecieron está ahí, en la puerta de la casa en que vivían, justo frente al vivero de la escuela, por el que pasan caminando todos los alumnos y docentes cada día.
Las marcas están presentes en cada mirada, cada gesto y cada comentario de la gente del barrio La Quebrada. Hasta la plaza les llevó la correntada del 15 de febrero.
“Es un momento muy duro. A todos nos afectó la tragedia. Los docentes afrontamos esta situación, estamos recibiendo ayuda psicológica y emocional. Todos los días algo nos recuerda esas ausencias. Sobre la marcha iremos viendo cómo trabajar, pero sabemos que tenemos que escuchar sin tiempo a los chicos y a sus padres para que puedan expresar todo lo que tienen para contar”, planteó Rosana Griatti, a cargo de la dirección del colegio.
“Estamos viviendo un momento raro. Todos tenemos algo que contar, ya veremos”, explica Susana Reinoso, madre de un alumno de primer grado.
De una paradoja nadie se olvida en esta escuela: desde hace tiempo llevan adelante un proyecto educativo institucional que elaboraron padres, alumnos y docentes al que llamaron “El río suena”, contemplando el desarrollo comunitario con la omnipresencia del río como eje articulador.
“A partir de lo que ocurrió, deberemos resignificar ese concepto. El río nos ha dejado mucho dolor, pero la naturaleza es sabia, y nos habló de manera contundente. Nos pide que lo cuidemos, pero es el hombre el que tiene que cambiar, y la escuela debe ser el motor de esa transformación. Los niños van a superar esto, pero tendremos que trabajar con todo el barrio”, explicó la directora Griatti.
Fuente: LaVoz.com.ar
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