Cae la tarde en San Martín sobre la Ruta 8. Los rayos de sol iluminan los últimos rastros de un día resplandeciente. Para Oscar Arévalo, el Indio, ex jugador de San Lorenzo entre otros clubes, la jornada de trabajo terminó hace unas horas. El hombre en cuestión apura el paso. En un rato, estará festejando los goles de su querido Ciclón en La Plata en el partido ante Estudiantes, como seguramente habrá disfrutado el domingo del triunfo ante Huracán en el clásico.
Arévalo, de 47 años, empezó temprano el día. Caminó las cuatro cuadras de distancia que hay entre su casa y los tribunales de San Martín, donde trabaja desde hace casi un año. De lunes a viernes, desde la mañana hasta las 5 de la tarde, reparte expedientes para los juzgados de la zona. En auto, va y viene junto a un amigo, quien le ofreció trabajar con él. Baja con las carpetas y muchas veces quienes lo ven le notan cara conocida.
«La gente que me reconoce se sorprende, te saluda. Uh, mirá quién vino. Especialmente, los hinchas de San Lorenzo que se acuerdan del título de 1995, eso pegó muy fuerte. Uno saluda. Me pone contento. Les cuento que estoy laburando, dando una mano. Es así, qué voy a hacer», le cuenta a canchallena.com el ex defensor, quien luce la misma cabellera que en aquellos tiempos felices azulgranas, con alguna cana que se entremezcla.
Arévalo dejó el fútbol hace nueve años, tras empezar en Sportivo Italiano, triunfar en San Lorenzo, pasar por Platense en Primera, Gimnasia y Tiro de Salta, Almirante Brown y otros clubes de ascenso, además de una corta experiencia en Blooming, de Bolivia. Tras el retiro, logró trabajar como ayudante de campo en equipos del ascenso o como técnico en la Liga de Luján, y se las fue rebuscando con otros oficios. Tuvo una remisería, en la que a veces llegó a hacer los viajes, ayudó en la zapatería que su padre tiene hace 40 años en San Martín, colaboró en programas de radio y TV de San Lorenzo. Ahora, es tiempo de estar en los tribunales de San Martín, mientras también dirige a Trefules, de la Liga de Luján.
«Un compañero de colegio me pidió que le diera una mano para repartir expedientes. Me enganché, no es que me pongo el traje. Vamos con el auto y repartimos en los juzgados. Estamos de acá para allá por San Martín, donde hay muchos juzgados y por eso hay laburo. Yo lo ayudo a él. Estoy de lunes a viernes, desde temprano», explica.
– ¿No alcanza con lo que te dejó el fútbol?
– Hoy es distinto, porque se manejan otras cifras económicas. Hay que laburar. El fútbol me dio mi casa, no me puedo quejar. Pero hay que seguir trabajando. Si no es imposible. Si hubiese jugado en esta época, sería diferente, se gana mucho más dinero. Pero no me da rencor. Yo le doy gracias al fútbol, no me puedo quejar. Yo lo mamé desde la cuna. Son distintas épocas y a uno le tocó aquella.
– ¿Cómo fue el retiro y qué hiciste después?
– Me retiré en 2006 en Independiente de Chañar Ladeado de la liga santafecina. Decidí dejar, tenía otros proyectos. No me costó. Al principio, extrañaba, pero no tanto porque ya venía haciendo otras actividades. Uno sabe que a una cierta edad se viene el final de la carrera. Viajaba los jueves a Santa Fe, practicaba el viernes y el domingo jugaba. Me pagaban por partido y en la semana me entrenaba por mi cuenta en Buenos Aires. Te da tristeza el último día, porque uno hasta ese momento se dedicó toda la vida al fútbol, pero, cuando te toca, te toca.
– ¿Y cómo seguiste?
– Apenas dejé, me instalé con mi papá en la zapatería. Está hace 40 años en San Martín, se llama Rulo. Gracias a Dios las cosas fueron bien. No sé si soy bueno vendiendo zapatos. Yo iba y vendía, después me encargaba más del depósito. Antes, tuve una remisería poco tiempo en Floresta. Era el socio de un amigo. Eso fue en 2004 cuando todavía jugaba. Yo complementaba, no iba mucho. Alguna vez me tocó hacer viajes, fui remisero. La gente que me conocía se sorprendía. En esa época, el fútbol no te daba tanto desde lo económico y había que rebuscársela. También, colaboré en programas partidarios de TV y radio de San Lorenzo. Opinaba sobre lo que veía. Y ahora estoy con mi amigo en los tribunales.
– A la vez, empezabas tu carrera como técnico.
– Hice el curso, me recibí. Fui ayudante de campo en Laferrere, Alem, San Miguel y Defensores Unidos de Zárate. Dirigí como cuatro años en el Sindicato de Televisión y ahora estoy en la Liga de Luján en Trefules. Es para estar en algo del fútbol, que es lo que más me gusta. Pero me hace falta tener otra actividad. El año pasado fuimos quintos y ahora empieza la nueva temporada. No está fácil encontrar como técnico. Me gustaría dirigir en el Nacional B, una Primera B Metropolitana. Mi problema es que no me muevo mucho, hay que mostrarse y yo soy medio quedado para eso. Siempre fui así.
Arévalo vive en San Martín junto a su padre, que también se llama Oscar, pero le dicen Rulo y un sobrino. Tiene una hija, Florencia, de 18 años, de su matrimonio con Marcela, de quien está separado. El Indio, apodo que le inventó el Bambino Veira, siempre fue hincha de San Lorenzo y se dio el gusto de jugar en el Ciclón entre 1993 y 1996. En aquel título del ’95, que cortó una racha de 21 años sin festejos azulgranas, el defensor conformaba la dupla central con Oscar Ruggeri. Hoy, la pasión por los colores es la misma.
«Uno es hincha, voy siempre a la cancha y me saludan. Es muy lindo, algo que queda para siempre. Los ex jugadores tenemos un carnet para entrar al Nuevo Gasómetro y, de visitante, llevo el carnet de técnico, con el que te dejan entrar a todas las canchas. Se gritan los goles. Festejé mucho la Copa Libertadores, fui a la cancha. Uno la jugó, la peleó y no pudo ganarla. Fue como sacarse esa espina del ’96 cuando nos eliminó River, luego campeón, en los cuartos de final».
– ¿Te iría bien si jugaras en esta época del fútbol?
– Yo pienso que sí, muy bien, por lo que uno ve. No sé en dónde, pero a este nivel estaría jugando seguro en Primera.
– ¿Hay algún Indio Arévalo en el fútbol argentino de hoy?
– No sé, el jugador que más se parece a mí es el Cata Díaz, es duro, fuerte. El defensor siempre debe tener presencia dentro de la cancha, hacerse respetar. No salir a matar. El Cata todavía está muy vigente.
El reloj marca las 19. Para el Indio Arévalo, es tiempo de partir rumbo a la La Plata para ver a su querido San Lorenzo ante Estudiantes. Todavía no sabe que festejará un gran triunfo, ni el golazo del Pitu Barrientos. Por un rato, se detuvo en lo que fue, su presente y lo que vendrá.
El 25 de junio de 1995, San Lorenzo venció a Rosario Central por 1-0 en el Gigante de Arroyito y se consagró campeón del torneo Clausura para cortar una racha de 21 años sin títulos. Esa fría tarde, aprovechó la derrota de Gimnasia, líder hasta la última fecha, contra Independiente. Arévalo fue titular. «A la mierda, ya se cumplen 20 años. Para uno que venía de abajo, de Sportivo Italiano, salir campeón con San Lorenzo fue espectacular. Ese día en Rosario fue increíble. No se había jugado el partido y la gente ya se sentía campeón, y eso que todavía había que ganar y Gimnasia tenía que dejar puntos en el camino. Hacíamos dos cuadras y los hinchas se colgaban del micro, estaban desesperados. El estadio explotó y nos enteramos que perdía Gimnasia y después el Gallego González metió la cabeza. Qué sufrimiento. Como ese Gimnasia siempre ganaba sobre la hora, no queríamos confiarnos. La gente de San Lorenzo se descargó. Es mi mejor recuerdo del fútbol. Tengo la camiseta guardada. Nos cambiamos y salimos a festejar con otra. Sigo en contacto con esos compañeros».
Tres historias
El día que se sintió cargado por el River de Ramón. En el Apertura 1996, Arévalo ya jugaba en Platense. El 13 de octubre de ese año, el Calamar visitaba al River de Ramón Díaz en el Monumental. El partido iba 1-1 y Roberto Ruscio echó a Mauricio Basso en el visitante por un golpe al Diablo Monserrat. El encuentro se calentó, los millonarios se impusieron 4-1 y los jugadores de Platense declararon que se sintieron burlados. «Uno pensó que nos estaban cargando, porque en esa época jugaban Sorín y Gancedo, ex Argentinos, y había pica con Platense. Yo le dije a Francescoli que a Sorín le iba a romper la pierna si se seguía riendo. Él me calmaba, me decía que no me calentara, que no pasaba nada. Después al día siguiente, fui al programa de Niembro. La calentura quedó, pero ahora me río. Es historia», cuenta Arévalo.
El día que jugó contra el Barcelona de Cruyff y Guardiola. San Lorenzo venía de ser campeón en 1995 y fue invitado a disputar el trofeo Gamper a Barcelona. En el debut, el Ciclón goleó 4-1 a Feyenoord, de Holanda, y sacó pasaje a la final ante los catalanes. Pero no hubo caso. El Barcelona de Cruyff, donde Pep Guardiola y Figo, entre otros, fueron titulares, se impuso 5-1 al Ciclón, el 23 de agosto de 1995. Arévalo fue titular esa noche: «Ellos eran un equipazo, más allá del resultado, fue una buena experiencia. Puedo contar que jugué contra Barcelona en la cancha de ellos».
El día que jugó en Italiano con Batistuta. Arévalo era jugador de Sportivo Italiano en el Nacional B. Corría el año 1989 y el club fue a disputar el torneo de Viareggio a Italia, con dos jóvenes refuerzos de Newell´s: Darío Franco y nada menos que Gabriel Batistuta. Italiano llegó a semifinales al empatar 2-2 con Milan, 0-0 ante Napoli y vencer 4-0 a CSKA y se enfrentó a Torino. Fue 0 a 0 y hubo penales. Los europeos se impusieron 6-5 en la definición y el Bati erró el último. «En ese momento, el Bati ya no quería saber más nada con el fútbol, era un pibe de campo. Él erró el penal. Era el día de su cumpleaños, terminó llorando. Después, se fue a River, pasó a Boca y se le dio todo. Yo me sorprendía, ja», recuerda Arévalo.
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