La pareja iba en auto con su hijo de 3 años. El agente dijo que los confundió con delincuentes a los que perseguía y que por eso disparó. Ella recibió un tiro en un glúteo y él sufrió la fractura de 3 dedos de una mano.
La noche del miércoles 18 de marzo no va a quedar fácilmente en el olvido para Lucas García (28) y Andrea González (24), una pareja de Vicente López. No sólo porque policías los confundieron con delincuentes y los hirieron de bala cuando iban en auto con su nene de 3 años, sino que les confirmaron en el hospital que van a ser papás. Lo que pudo ser una tragedia absurda terminó con una buena noticia, aunque el susto perdurará por mucho tiempo. Por el episodio -un típico caso de gatillo fácil- fue desafectado el capitán de la Bonaerense que hizo los cinco disparos, quien además quedó imputado por «abuso de arma y lesiones».
«Si no lo cubría, el tiro era para mi hijo», admitió Andrea a Clarín, todavía asustada. No bien escuchó los disparos luego que el patrullero los chocara, atinó a tirarse encima de Amir. La bala le entró por un glúteo y le salió por la espalda. «Pensé que me quedaba inválida», aseguró. Ambos iban en la parte trasera del Volkswagen Bora, que apenas había recorrido unos 30 metros tras salir de la casa de su suegro, a quien habían ido a visitar porque estaba enfermo.
Lucas, su pareja, no tuvo mejor suerte, porque una bala le destrozó la mano derecha: le quebró tres dedos y a uno le voló una falange. El joven, que es comerciante (vende ropa y relojes, entre otras cosas), anoche seguía sedado y muy dolorido, aunque ya se recuperaba en su casa.
Según la Policía, todo comenzó pasadas las ocho de la noche en la localidad de Villa Adelina, cuando un móvil del Comando de Prevención Comunitaria (CPC) de Vicente López quiso hacer una identificación en un control de rutina a un Bora negro, ya que iban varias personas a bordo. Pero su conductor aceleró y escapó por Constituyentes, lo que dio origen a una persecución.
Unas 20 cuadras más adelante, en Juan Hipólito Vieytes al 700, ya en Villa Martelli, uno de los patrulleros se topó con otro auto similar, con vidrios polarizados, que salía de contramano de una casa. Un policía empezó a disparar y cinco balazos impactaron en el parabrisas. Cuando el conductor del coche se bajó gritando de dolor, herido en una mano, el agente lo tiró al piso y lo golpeó. Su compañero fue hasta el Bora y de él salieron la mujer con su nene. «¡No, qué cagada nos mandamos!», exclamó entonces el uniformado, según contó Andrea.
El comisario Fabián Blanco, jefe de la Departamental Zona Norte, dijo que sospechaban que una cuarta persona viajaba en el Bora y que podría haber estado armada, pero esta versión fue desmentida por la familia. «No se hallaron armas en poder de los ocupantes del Bora ni se constató agresión o legítima defensa», sostuvo Blanco. Y remarcó que se constató que el vehículo «no tenía pedido de secuestro» y «tampoco se hallaron elementos prohibidos ni de interés para la investigación» en su interior.
La fiscal que intervino en un primer momento en el caso, Marcela Semería, ordenó que Gendarmería se hiciera cargo de los peritajes. Por su parte, el Ministerio de Seguridad bonaerense separó de su cargo al capitán que protagonizó el incidente, el único en disparar de los policías que llegaron al lugar.
Asimismo, se secuestraron las armas a todos los efectivos y también les hicieron pruebas de dermotest, para determinar si había rastros de pólvora en sus manos.
En la causa también se solicitaron registros de las comunicaciones por radio policial que tuvieron los agentes con la base del 911. La sospecha es que se trató de un caso de gatillo fácil que, de milagro, no terminó con una embarazada, su marido y un nene de 3 años asesinados por la Policía.
Andrea, ayer, identificó al que les disparó como «un gordo morochito» y recordó: «Yo no entendía nada, si somos una familia común. Lucas es comerciante y yo ama de casa». La mujer contó que cuando le hicieron un análisis de sangre en el hospital donde la atendieron le confirmaron su embarazo de un mes. «Teníamos una leve sospecha, pero nos enteramos ahí», aseguró.
Su nene de 3 años, ayer, recuperó la sonrisa tras el susto. Cuando Andrea estaba en el hospital, le preguntó varias veces a su tía María Laura: «¿Mamá está muerta?».
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