El colombiano falló un penal, recibió el apoyo de los hinchas y, tres minutos después, devolvió esa confianza convirtiendo el gol del triunfo sobre Godoy Cruz; así, desalentó los cuestionamientos
El Monumental y el goleador reeditaron las tardes de enamoramiento: el atacante, convirtiendo el gol de la victoria; el público, brindándole un apoyo emocional después que el colombiano fallara un penal.
Nunca se sintió un goleador Teo, que hasta tuvo un entredicho por la posición en la cancha en los tiempos en que Ramón Díaz dirigía el equipo. Pero la coyuntura -cuatro encuentros sin éxitos y una larga lista de situaciones de gol desperdiciadas- provocó que las miradas se concentraran en su figura. Con los tres remates en los postes, el jueves pasado, ante los peruanos, sobre la espalda, Gutiérrez salió a jugar con Godoy Cruz. La indiferencia de la gente cuando la voz del estadio dio a conocer la conformación de los equipos hizo imaginar que la relación, esa que sufrió idas y vueltas desde que llegó a Núñez, estaba en jaque. El juego del colombiano no se apartó del libreto de siempre: se asoció con Pity Martínez y Mora, se recostó sobre las bandas para arrastrar marcas, repitió las sutilezas que sellan cada una de sus intervenciones.
Un centro llovido de Ponzio, cuando el partido todavía no había generado demasiadas emociones aunque River manejaba el desarrollo, y un grosero error de cálculo de Galeano dejaron al colombiano frente a Moyano. No llegó a definir: el zaguero que segundos antes erró en el despeje lo derribó; Teo tomó con rapidez la pelota para ejecutar el penal. Era la oportunidad para desalentar los fantasmas que lo angustiaron con Juan Aurich, pero el arquero Moyano adivinó la dirección del remate. El aliento espontáneo de los hinchas, al grito de Teo, Teo, resultó un acto que apuntaló la confianza del jugador, que tres minutos más tarde, a los 21 del primer tiempo, devolvió con un gol ese apoyo. La arremetida, después del rebote de Moyano, tras un cabezazo de Pity Martínez, desató la euforia, provocó el desahogo, alimentó la unión entre los de afuera y el barranquillero. En la carrera del festejo, Teo se besó la mano derecha, saludó al pasar a Solari y enfiló hacia la parte baja de la platea Belgrano para agradecer aquel gesto, las voces de aliento. Los señaló y los hizo partícipes de la conquista, la sexta con la camiseta de River ante los mendocinos.
El emblemático Cavenaghi, todavía lejos de su mejor versión, reemplazó a Teo a los 17 minutos del segundo tiempo. Otra vez el aplauso para el colombiano, que se marchó del estadio, junto con Funes Mori, rumbo al aeropuerto de Ezeiza. El delantero se unirá al seleccionado colombiano que se medirá con Bahrein y Kuwait, en la doble fecha FIFA, y se ausentará del encuentro del jueves, con Sevilla, por la Supercopa Euroamericana, y con Gimnasia y Esgrima La Plata, por el torneo. Mientras, el técnico Gallardo señalaba, en la conferencia de prensa, el valor de esa respuesta de la gente. «Es bueno que se apoye a un jugador que le dio alegrías. Antes que reprochar es mejor el aliento, porque hay futbolistas que no están sueltos, con confianza», relataba el Muñeco.
Teo, el díscolo colombiano, escribió en el Monumental otro capítulo de sus mil y una historias en el fútbol argentino. Seguramente, por su personalidad, no será la última.
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