Rocío Ayelén Quiroz fue condenada ayer a 20 años de prisión por los asesinatos de Eliana Zalazar y Carolina Aranda, las chicas de 19 y 20 años ejecutadas a tiros a la salida del boliche Mogambo en agosto de 2011. El fallo fue leído ayer a la mañana al término de un juicio oral y ante una sala colmada de gente. Cuando se escuchó el veredicto, el clima de tensión contenida que se respiró en los últimos días se aligeró primero con un aplauso cerrado del público y enseguida dio paso a un estallido estremecedor de gritos, corridas y llanto desahogado de los familiares de las víctimas. Entre la angustia y la bronca, un grupo se abalanzó sobre la acusada, de 22 años, que debió ser resguardada en una habitación a la espera de que se aplacara la explosión colectiva.
Fue eso, angustia contenida, lo que se palpó en la sala de audiencias cuando el juez Edgardo Fertitta completó la lectura del veredicto. El tribunal también integrado por sus pares Ismael Manfrín y Julio César García resolvió condenar a la chica a dos décadas de prisión como autora de dos homicidios agravados por el uso de arma de fuego y la portación ilegal de una pistola 9 milímetros. Los fundamentos de la decisión aún se desconocen. Estarán disponibles a partir del 9 de marzo y entonces las partes podrán apelar.
Tensión contenida. Luego de dos semanas de audiencias, la última cita era ayer a las 11. La capacidad de la sala quedó chica y hubo allegados a las víctimas que debieron esperar en el pasillo. Ya en los minutos previos, antes de que entraran los jueces, hubo rostros llenos de lágrimas y la silenciosa espera se cortó con el llanto irreprimible de Edith Barreto, la mamá de Eliana.
La ansiedad se palpó desde que Fertitta empezó a leer y hasta que anunció la pena: 20 años. Entonces brotó un aplauso, un murmullo, y alguien le gritó «asesina» a Ayelén, que no dejó aflorar un solo gesto. El presidente del tribunal siguió leyendo cuestiones formales y una de las agentes que custodiaban a la acusada preparó las esposas.
«El juicio ha terminado», dijo Fertitta, y entonces afloró la bronca descarnada. «Me mataste a mi hija, asesina», se escuchó. Y el grito sonó como una puñalada en el aire. En ese momento un par de mujeres se abalanzaron sobre Ayelén, rodeada por custodias, y voltearon una valla de madera. Otro grupo fue desaforado al pasillo por donde debía salir la imputada, que finalmente fue puesta a resguardo en una habitación. La escena, más que violencia, transmitía dolor. Una veintena de personas gritando, algunos retorciéndose en el piso, otros tratando de calmar a los que no podían refrenarse.
En ese marco habló la fiscal Lucía Aráoz: «Estamos muy conformes. Trabajamos codo a codo con el doctor (Carlos) Covani en esta causa dolorosa. Hoy concurrió la nenita de seis años de Aranda acompañando a su abuela. Esta sentencia era lo que esperábamos». También se mostró conforme el querellante Aníbal Rodríguez: «Obviamente que a las familias no le van a devolver lo que perdieron, pero consideramos que es una buena condena», dijo el abogado, que fue docente de Derecho de Eliana en el secundario. «Era muy buena persona. Me alegro de que se haya hecho justicia para ella». Tanto la fiscalía como la querella habían pedido 25 años (ver aparte).
Ultima noche. Eliana cursaba 4º año del secundario en la escuela Juana Elena Blanco y estaba de novia con un chico de 17 años. Había conocido a Carolina tres años antes, se hicieron muy amigas y los últimos tres meses vivieron juntas. Carolina era hija de un agente retirado de Prefectura, trabajaba como moza en el bar Pool 8, de Arijón y Balcarce, y era mamá de una nena.
Aquella noche el novio de Eliana las llevó en auto hasta la casa del papá de ella, que vivía a sólo cuatro cuadras del boliche, en 27 de Febrero al 4400. Desde allí las dos amigas fueron a bailar a Mogambo, la bailanta que funcionó en Avellaneda y Rueda. A las 5.30 del 27 de agosto de 2011 salieron y caminaron dos cuadras hasta un carribar de 27 de Febrero al 4100.
Compraron dos panchos y se sentaron frente a una casa para comer tranquilas. En ese momento se detuvo frente a ellas una moto blanca tipo enduro. Manejaba un muchacho y como acompañante iba una chica que, sin bajarse, les disparó con una pistola calibre 9 milímetros. A Carolina un tiro le perforó el corazón y a Eliana la alcanzaron cuatro proyectiles. Las dos murieron en el acto.
Señalada. A las dos semanas la policía detuvo a Rocío. Vivía en barrio Godoy pero la policía la encontró en la casa de un familiar en Alberdi. La investigación estuvo en manos del entonces juez de Instrucción Hernán Postma, quien la procesó un año más tarde. También fue procesado como partícipe primario Marcelo Nicolás Suárez, de 23 años y acusado de ser quien manejaba la moto. Pero la Cámara Penal lo dejó en libertad por falta de pruebas.
Ya entonces se planteó que Rocío había cometido el crimen por una cuestión pasional. Se constató que desde hacía algunos meses tenía problemas con Carolina por un ex novio en común y aquella noche, al cruzarse en el boliche, tuvieron un entredicho. Eliana se convirtió en blanco del cruento ataque sólo por estar junto a Carolina aquella noche.
Según la reconstrucción judicial, luego de aquel cruce en la disco Rocío y quien manejaba la moto blanca fueron hasta la casa de un amigo de él para buscar un arma. Luego regresaron, buscaron a las víctimas y desataron la tragedia por la que ayer fue condenada a dos décadas de encierro.
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