El portero dijo que sufrió tres aprietes para hacerse cargo del crimen. Y denunció torturas policiales. Pero cuando lo interrogaron dio respuestas confusas.
“Perdone señor Mangeri, no me quedó claro”. “Disculpe Mangeri, no entendí bien”. “No sé si entendí mal, Mangeri, pero…”. Durante tres horas, el portero Jorge Mangeri (47) –único acusado por el crimen de Angeles Rawson (16), ocurrido el lunes 10 de junio de 2013– soportó el interrogatorio de la Fiscalía, la querella y el tribunal. Lo hizo a duras penas, y no salió bien parado.
Aunque nunca se quebró y siempre contestó tranquilo, cuantas más preguntas le hacían más se enredaba. Desde el relato de cómo perdió su celular y su tarjeta SUBE antes de ser detenido, hasta los detalles de los tres aprietes policiales que dijo haber sufrido –supuestamente, para autoincriminarse–, todo se fue volviendo en su contra.
Le preguntaron una y otra vez sobre el origen de las heridas que tenía en su cuerpo –compatibles con rasguños, dado que su ADN fue hallado bajo las uñas de la víctima– y ese punto fue su ruina.
En su momento, los peritos determinaron que se había provocado quemaduras para camuflar los arañazos. Ayer, Mangeri aseguró que esas quemaduras se las provocaron dos policías, que cuatro días después del crimen lo torturaron en un patrullero, antes de que fuera a declarar a la Fiscalía. Sin embargo, no pudo explicar cómo lo habrían quemado. Le resaltaron que durante la investigación había dicho que también le habían colocado un cuchillo en el cuello, pero ahora dijo no recordar eso.
Luego, la Fiscalía le señaló que en la última indagatoria que prestó en la investigación había dicho que las lesiones eran producto de que se había caído de una escalera y se había raspado con unos clavitos que había en una pared. Ayer aseguró que había declarado eso porque sus ex abogados defensores lo obligaron a mentir para “proteger” a la Policía. Ambos letrados –Miguel Pierri y Marcelo Biondi– lo desmintieron tras la audiencia.
Nadie esperaba que Mangeri declarara ayer. Su actual defensor, Adrián Tenca, había asegurado una y mil veces que no lo haría. Sin embargo, bien temprano a la mañana el portero le dijo: “Me siento bien, quiero declarar”. Y el abogado apoyó la idea.
Así, sobre las diez de la mañana cuando el presidente del tribunal, Fernando Ramírez, le preguntó si iba a declarar, un Mangeri de aspecto demacrado pero con voz firme le contestó: “Sí, señor presidente, y voy a contestar todas las preguntas”. Luego fue a sentarse en el banquillo de los acusados.
De camisa negra a cuadros y jeans, el portero pasó por al lado de Jimena Arduriz y de Franklin Rawson, los papás de Angeles. Ninguno le sacó la mirada de encima.
La declaración de Mangeri fue presenciada sólo por las 30 personas que había en la sala, ya que la audiencia no se televisó. Durante 45 minutos, el imputado hizo un relato de cómo fue su vida desde la mañana del lunes 10 de junio hasta la madrugada del sábado 15 de junio de 2013. Es decir, desde la mañana en la que Angeles fue asesinada en un intento de abuso sexual en el edificio de Ravignani 2360 (Palermo) hasta el momento en el que la Justicia decidió detenerlo a él como acusado.
El encargado contó que pasó el fin de semana en lo de su suegros, en el Talar (Pacheco), que dejó a su mujer allí y volvió al edificio de Ravignani el lunes, aunque se sentía mal. Que esa mañana observó a Angeles cuando salía rumbo a su clase de gimnasia, pero que no la vio volver porque se quedó en su casa, terminando de pintarla. Sostuvo que esa misma noche regresó al Talar, durmió hasta la medianoche y entonces emprendió la vuelta a su casa con su mujer.
El martes, dijo, se levantó sintiéndose peor y por eso se fue a una clínica bien temprano. Al volver, afirmó, se tiró en la cama y su mujer fue a comprarle los medicamentos. “Entonces Jimena (por la mamá de la víctima) le dijo a mi esposa que Angeles no aparecía. Me sorprendió, me asusté. Después nos enteramos por televisión que había aparecido muerta. Nos quedamos abrazados, llorando, con mucho dolor, mucha pena”, relató Mangeri, que luego no supo explicar por qué la noche del lunes, en plena búsqueda de la adolescente, no atendió dos llamados de Aduriz a su celular. “No sé, pensé que tal vez me llamaba porque se había cortado la luz”, ensayó. Las preguntas se sucedieron impiadosas. Tenca lo escuchaba comiéndose las uñas y atento para saltar cada vez que la cosa se recalentaba.
Mangeri aseguró que días después fue amenazado por un misterioso hombre en un auto y que evitó volver a Ravignani “por miedo”. Le preguntaron por una visita que le hizo a un primo de su mujer, que es policía bonaerense, y lo despegó del caso asegurando que no lo ayudó.
Según contó, en la madrugada del sábado 15, ya en la Fiscalía, fue interrogado por un comisario –no lo identificó– que lo amenazó con meter presa a su mujer. “Entonces les dije a él y a la fiscal que si ellos pensaban que había sido yo, que está bien”, concluyó Mangeri, aunque insistió con su inocencia.
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